Rechazo - Luciano Lutereau

A quien busca el rechazo no hay aceptación que le alcance. Mejor decir que no, pero sin rechazarlo.

Y la pregunta inmediata es: ¿qué asegura que esa negativa no sea vivida como un rechazo? Nada. Lo más probable es que se la viva así, pero haber trabajado sobre uno, en torno a esa distinción, alivia de la culpa que produce confirmar el rechazo. Y no hay nada peor que confirmar esa culpa, porque abre la puerta a la manipulación. Porque quienes viven con la sensación de rechazo, lejos de ser rechazados, se convierten en grandes manipuladores.

La sensación íntima de rechazo es una de las que más hay que trabajar. Se refleja en la atribuida inmediata de intención al otro a partir de lo que sentimos; en la interpretación siempre más negativa de un hecho; en la justificación para el reclamo en cualquier momento, sin consideración realista del otro y/o la situación.

Esta sensación es un núcleo de sensibilidad que requiere ser tratado, sobre todo por los problemas vinculares que trae y, en particular, porque paradójicamente puede hacer que alguien que sufrió desarrolle rasgos psicopáticos -por no poder prescindir de buscar en quien depositar proyectivamente su dolor.


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