AL TRABAJADOR DE SÍ MISMO

No importa su oficio, su quehacer cotidiano, o su profesión. Inclusive puede que se encuentre entre las largas filas de trabajadores sin empleo, en cualquier lugar del mundo.

El Trabajador de Sí ha decidido conocerse palmo a palmo: convierte cualquier circunstancia en una oportunidad de ver qué sale de su adentro. La Vida le toca sus cuerdas, y él escucha su propia canción: percibe cuán afinado o desafinado está. Y luego trabaja para afinarse, cada día.

Y en ese afinarse y desafinarse para volverse a afinar, se va reconociendo como instrumento de Algo más Grande. Entonces, paso a paso, despliega su conciencia, sus talentos, despliega sus invencibles ganas de ayudar a otros a desplegarse. Su Aliento da aliento para los desalentados.

El Trabajador de Sí no se miente: escruta sus sentires, sus excusas, su heroísmo, la responsabilidad que le quepa o no en su desgracia y en su gracia. Se hace cargo, y camina erguido. No por arrogancia, sino porque ha mordido el polvo cuando se cayó en el camino al no ver. Y se levantó con la visión más clara. Y entonces pudo mirar a la Vida de frente, asintiéndole tal como era. E intuye esta realidad: que todos somos Uno. Va disolviendo, como sal en el agua, la antigua ignorancia de creerse separado.

El Trabajador de Sí Mismo está por todas partes: constituye (aun sin saberlo) un anónimo enjambre. Son millones. Si los pusieras en fila, enhebrándolos como a las cuentas de un rosario, darían varias veces la vuelta al planeta. Te digo más: creo que la sola respiración unísona de todos ellos es lo que hace que nuestra especie aún esté viva.

Ámalos, y elige ser uno de ellos. Por tu bien, por el de tus pares, por los que vendrán y por los que antes vinieron a enhebrar este latiente rosario, húmedo de milagros.

Le digo GRACIAS a cada uno de ellos. Y te digo GRACIAS. Por los que ancestralmente fueron, soy. Por los que son, y los que serán, cada mañana procuro enhebrarme con ellos, y cumplir la Tarea. Es mi deber, y amo que lo sea. Te acompaño, alentándonos mutuamente.

Virginia Gawel

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