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La rabia es el comienzo del proceso de sanación. Pero fuimos condicionados para pensar que la rabia está equivocada.

Si estás enfadado, es una buena cosa.

He aquí porqué:

Desde jóvenes nos han enseñado a disculparnos.

Ser amables y educados. Si no lo éramos, nos castigaban.

Reforzado a lo largo de la infancia, la creencia central se convierte: “no está bien para mí estar enfadado".

Esto lleva a:

- permitir que nuestros límites sean violados.

- permanecer callados con el fin de parecer “relajados”.

- permitir comportamientos abusivos en las relaciones para evitar el conflicto.

- ser condicionados como “buenas personas”.

Esto también permite toda clase de comportamientos disfuncionales dentro de la sociedad. Culpamos a las personas por sus reacciones.

Vemos las emociones de las personas como el problema, en lugar e mirar las dinámicas más profundas.

Por ejemplo:

- si te distancias a ti mismo de un padre abusivo o hablas abiertamente sobre el abuso, escucharás: “padre solo hay uno”.

- si estás enfadado con tu pareja que no contribuye o no asume responsabilidades, eres egoísta.

- si das voz a preocupaciones sobre algo en tu entorno laboral, eres difícil.

- si hablas en una forma que suena enfadada, incluso si es válida, eres visto como amargado.

La ira es saludable.

Nos dice cuando ya es suficiente. Nos deja saber cuando necesitamos definir límites. Nos da el mensaje de que es el momento de partir finalmente y elegirnos a nosotros mismos.

Si sientes ira, bien.

Ya no estás anestesiado.

Ahora puedes sanar.

Necesitamos dejar de actuar como si la ira debiera ser reprimida.

No es algo para evitar y reprimir para la comodidad de otros.

La ira es nuestra alarma interior diciéndonos que algo está equivocado. Es tiempo de escuchar.

Vivimos en una sociedad con fobia a la ira.

La ira es condicionada fuera de nosotros desde una edad temprana. Cuando no compartimos. Cuando gritamos “no”. Cuando somos jóvenes y decimos “aléjate de mí” – fuimos castigados. Nos dijeron que fuéramos amables. Esto es cuando perdemos conexión con nuestros cuerpos y límites.

Irónicamente, cuando no enseñamos a las personas a afrontar la ira, a expresarla en formas sanas, la reprimimos. Entonces la ira lentamente nos consume en el tiempo.

Muchas personas tienen problemas de “gestión de la ira” porque explotan. La reprimen durante tanto tiempo y entonces un día (usualmente más allá de su control) se hace cargo.

Si estás enojado, bien. Ya no estás anestesiado. Ahora puedes sanar.

La ira es un mensajero. Nos dice cuándo nuestros límites han sido violados. Nos dice cuando es el momento de ser asertivos. Es una respuesta natural al dolor.


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