Abrazar la herida - Noraya Kalam

Nuestra herida es una llamada al despertar.

Cuando estamos demasiado llenos de nosotros mismos

Cuando nos hemos enredado en nuestra auto importancia.

La visión de la herida es una llamada a la realidad más allá de lo visible.

El día que me di cuenta y acepté que hay heridas que no se curan nunca, fui más feliz porque pude hacer las paces con las mías.

Y el día que me di cuenta y acepté que puedo ayudar aún estando herida, me liberé de la auto-exigencia, de la necesidad de perfección, fui más feliz y conecté con la totalidad de lo que soy. Imperfectamente humana, preciosamente divina.

Sanamos cuando aprendemos a observar y ser más amorosos con nuestro dolor, a no tratar de cambiar lo que pasó, aquello que, según nuestra interpretación, originó el dolor.

Sanamos cuando aprendemos a darnos a nosotros mismos aquello que nos faltó o que necesitamos y que no se nos dio... y que todavía seguimos necesitando.

Comprender esto nos hace más tiernos y compasivos frente a nuestra vulnerabilidad y la vulnerabilidad del otro.

La sanación es un camino lleno de huesos. Morimos un poco vez que transformamos nuestra mirada hacia lo que nos duele. Pero esto no nos tiene que asustar. La muerte está a favor de la vida. Es más: la muerte es la que preserva la Vida. Lo que tiene que vivir se abre paso entre las miasmas de nuestra auto-importancia. ¡Qué mezquino, humano y misterioso resulta eso!

Que podamos transformar nuestra historia personal en una narración sagrada donde la verdad brille a través del teatro de sombras que hemos creado. 

Que podamos ver la Belleza en todo.

En amor y servicio,

Noraya 


Comparto un texto de Paul Levy que he encontrado entre mis notas, animándome a compartir el anterior, que escribí hace unos años en redes, basado en mi propio sentir y experiencia con la herida, las heridas, que me han traído hasta aquí: 

"El proceso de individuación", de llegar a ser completo, citando a Marie Louise von Franz, "generalmente comienza con una herida de la personalidad y el sufrimiento que la acompaña. Esta conmoción inicial equivale a una especie de "llamada", aunque no suele reconocerse como tal".

Como si siguiera una llamada más profunda, el acontecimiento de nuestra herida nos envía a un viaje en busca de nosotros mismos. Es una experiencia de herida cuando el ego (el yo más pequeño) se encuentra inicialmente con algo más grande y poderoso que él mismo, es decir, que el acontecimiento de nuestra herida es iniciático, nos conduce potencialmente a nuestra verdadera vocación y destino en la vida...

Estar herido puede catalizar una ruptura o un avance, dependiendo de nuestra capacidad para expresar creativamente y dar sentido a nuestra abrumadora experiencia interior. La experiencia de ser herido puede aparentemente rompernos, y al mismo tiempo abrirnos, facilitando así una conexión con el mundo del inconsciente con sus inagotables riquezas. En otras palabras, nuestra herida es potencialmente la puerta a través de la cual fluye la corriente revitalizante del inconsciente con su infinita creatividad.

Es una idea arquetípica y universal que el hecho de estar roto, aunque por un lado parezca oscurecer nuestra integridad, es en realidad una expresión de la misma... La angustiosa constatación de nuestra condición de heridos es en realidad el primer paso hacia la recuperación de nuestra integridad perdida. La plenitud no significa necesariamente no tener una herida; más bien, es abrazar la herida que tenemos. El arquetipo del sanador herido simboliza un tipo de conciencia que puede sostener los opuestos aparentemente mutuamente excluyentes y contradictorios de ser consciente tanto de nuestra herida como de nuestra integridad al mismo tiempo.

Sin embargo, mientras nos sintamos víctimas, amargados y resentidos hacia nuestra herida, buscando escapar de sufrirla, permanecemos ineludiblemente atados a ella. Paradójicamente, sólo podemos escapar del sufrimiento aceptando otro tipo de sufrimiento que es purificador. En lugar de intentar continuamente evitar la relación con nuestro sufrimiento, si somos capaces de convertir la violencia que inicialmente creó nuestra herida en lo que Jung llama "sufrimiento genuino" (a diferencia del sufrimiento improductivo, "neurótico"), podemos reconocer nuestra herida como un acontecimiento numinoso, un momento arquetípico que busca hacernos partícipes de un acontecimiento divino y eterno.

Nuestra herida no es una entidad estática, sino un proceso dinámico que se desarrolla continuamente y en el que participamos momento a momento... La interacción recíproca entre nuestro yo consciente y el inconsciente esculpe nuestra herida para que tome la forma particular que tiene. Un aspecto integral de lo que hace que nuestra herida se manifieste de la forma que sea es nuestra reacción a ella: cómo nos relacionamos con ella, qué significado le damos, cómo la soportamos.

Etimológicamente, "soportar" tiene que ver con dar a luz. Los síntomas de nuestra herida pueden compararse con un útero creativo del que surge una nueva versión de nosotros mismos. Cuando lo abrazamos, el dolor de nuestra herida se revela como los dolores de parto de un nuevo ser interior.”

— Paul Levy


Commentaires

Articles les plus consultés