Confrontando a la Madre Muerte: Una entrevista con Marion Woodman - Daniela Sieff

Marion Woodman, LLD, DHL, Ph.D., es una analista junguiana, profesora y autora de muchos libros, incluyendo La lechuza era la hija de un panadero; Adicción a la Perfección; Los Frutos de la Virginidad; El Novio Devastado; Abandonar el Hogar Paterno; Feminidad Consciente; Bailando entre llamas (con Elinor Dickson); Volver a casa conmigo mismo (con Jill Mellick); La Doncella Rey (con Robert Bly); and Bone: Dying Into Life. Ha explorado la relación entre psique y soma a través de su trabajo y enseñanzas a lo largo de 30 años. Una visionaria por derecho propio, ha trabajado con psicología analítica de C.G. Jung de maneras originales y creativas. Es la presidente de la Fundación Marion Woodman y vive en London, Ontario, Canadá.

Daniela Sieff tiene un grado de Maestría en psicología y antropología y un Ph.D. en antropología biológica. Su investigación académica, con el pastoreo de ganado seminómada Datoga de Tanzania, exploró el comportamiento humano a través de los lentes de la teoría de la evolución. Ha producido documentales, escrito artículos y completó el programa de entrenamiento en liderazgo con la Fundación Marion Woodman. Actualmente, trabaja en un libro de entrevistas que explorarán la herida emocional y la sanación desde las perspectivas de la psicología profunda, neuropsicología y antropología evolutiva. Esta entrevista hace parte de una entrevista más extensa con Marion Woodman, que aparecerá en ese libro. Vive en una finca en Hampshire, Reino Unido.

Daniela Sieff: Gran parte de su trabajo reciente se centra en el arquetipo de la “Madre Muerte”. ¿Puede describir este arquetipo?

Marion Woodman: La Madre Muerte ejerce un poder frío, feroz, violento y corrosivo. Ella está rampante en nuestra sociedad en este momento. Cuando la mirada de la Madre Muerte se dirige a nosotros, penetra tanto en la psique como en el cuerpo, convirtiéndonos en piedra. Mata la esperanza. Nos ignora. Colapsamos. Nuestra energía vital es drenada y nos hundimos en la oscuridad ctónica. En este estado nos encontramos anhelando la inconsciencia de la muerte. Eventualmente, este anhelo de muerte impregna nuestras células, haciendo que nuestro cuerpo se vuelva en contra sí mismo. Podemos enfermarnos físicamente.

Esta energía es más destructiva cuando viene de alguien que amamos y en quien confiamos. Es la Madre Muerte arquetípica, lo que significa que estamos con alguien que se supone que nos ama y de repente – ¡Bang! Es lo que sucedió en el trauma original, confiábamos en nuestra madre amada y de repente nos dimos cuenta de que no éramos aceptables. Nos dimos cuenta de que nuestra madre deseaba que nosotros, o alguna parte de nosotros estuviera muerta.

Cuando la Madre Muerte es liberada del inconsciente de alguien, esa persona puede decir algo que parece simple e inocuo, pero el cuerpo físico cambia. Lo experimenté más dramáticamente cuando estaba con alguien con quien me estaba sintiendo perfectamente segura, pero era una situación extremadamente triste y la mujer se giró hacia mí y disparó una flecha que era puro veneno. Si no hubiese tenido un corazón fuerte, estoy segura que eso me hubiera matado – pero experimenté arritmia, que me ha advertido desde entonces.

Daniela: Ha dicho que si experimentamos a la Madre Muerte mientras crecemos, internalizamos el arquetipo y eventualmente queda escrito en nuestros cuerpos físicos. ¿Puede expandir sobre esta dinámica?

Marion: Si, mientras crecemos, sentimos que éramos inaceptables para nuestros padres, si no fuimos queridos o si intuimos que amenazábamos a nuestros padres, entonces nuestro sistema nervioso se habrá vuelto hiper vigilante. Nuestras células habrán sido impregnadas con un miedo profundo al abandono; como consecuencia nuestro cuerpo se anestesiará en el momento en que nos sentimos amenazados. Tan pronto como nos damos cuenta que ya no complacemos a alguien, nos congelamos; somos lanzados de nuevo en nuestra creencia de que no somos merecedores de amor, lo que entonces activa nuestro terror a la aniquilación siempre presente pero inconsciente. En dichos momentos, el sistema nervioso autónomo dice “NO” y el ego se retira. Llamo a eso ser catapultado en una “mentalidad comadreja”; tan pronto como sentimos un aire de rechazo, somos paralizados con miedo, nos cerramos y permanecemos absolutamente quietos para sobrevivir. Eventualmente esa comadreja se vuelve una característica permanente en nuestro cuerpo-psique; entonces la vida es experimentada como un campo minado en el cual somos derribados por explosiones que son inaudibles para los demás. Si hay una hostilidad inconsciente en el ambiente, el cuerpo interior, actuando autónomamente, se retira y cae “muerto”. Al mismo tiempo podemos desarrollar mecanismos de defensa que se manifiestan como una armadura de grasa, edema, vómitos, cualquier cosa para evitar que entre el veneno. En última instancia, nuestro cuerpo puede irse contra sí mismo como lo hace con el cáncer o con enfermedades auto inmunes. La Madre Muerte ha sido incorporada en el tejido de nuestras células.

El verano pasado, a los setenta y nueve años, tras una operación de cataratas, desarrollé celulitis que se desplegó en mi corriente sanguínea y se volvió una amenaza para mi vida. Mientras estaba en cuidados intensivos, tuve el siguiente sueño:

Hay dos langostas inmensas en un gran y largo tubo de desagüe de hormigón. Las langostas tienen cabezas rojas como la sangre y están tratando de matarse una a la otra. Yo también estoy en el desagüe y estoy aterrorizada. Hay una puerta negra en la pared del desagüe y estoy tratando de abrirla para poder escapar. No logro abrir la puerta. La golpeo con todas mis fuerzas, esperando que alguien me escuche y venga en mi ayuda. Nadie viene. Me quedo con las langostas asesinas.

Como lo comprendo, el desagüe simbolizaba mis vasos sanguíneos y las langostas mi sangre. Entonces el sueño describía lo que me estaba sucediendo – en lugar de apoyar mi vida, mi sangre envenenada estaba llevándome hacia la muerte. Además, estando en las garras de la Madre Muerte quería escapar a través de la puerta negra, y desaparecer en la oscuridad. Al despertar supe que si hubiera abierto esa puerta y caminado a través de ella, habría muerto. Afortunadamente, no se abrió y aún estoy aquí.

Daniela: Me parece que al haber internalizado a la Madre Muerte mientras crecemos, cuando nos encontramos haciendo algo que consideramos inaceptable, dirigimos silenciosamente a nuestra propia Madre Muerte de vuelta hacia nosotros. En esos momentos  no somos conscientes de lo que está pasando, todo lo que sabemos es que hemos caído en un infierno privado creado por nosotros mismos.

Marion: Exactamente. Si enfrentamos a la Madre Muerte mientras crecemos, inevitablemente la internalizaremos, y si la hemos internalizado entonces proyectaremos la Madre Muerte en los demás – viéndola en nuestro jefe, nuestro amante o nuestros hijos, o la representaremos dirigiendo su energía sobre otros y /o sobre nosotros mismos. Hasta que comencemos a examinar lo que estamos cargando dentro de nuestras propias psiques, corremos el riesgo de ser poseídos por el arquetipo de la Madre Muerte.

Daniela: En términos de nuestra vidas, ¿qué significa haber internalizado a la Madre Muerte?

Marion: El cambio es fundamental para estar vivo – permanecer fija es podrirse. Si el arquetipo de la Madre Muerte es parte de su cuerpo-psique, entonces el miedo profundo significa que tratamos de destruir cualquier cosa que puede precipitar un cambio significativo. Haremos cualquier cosa para asegurar que nuestra vida se sienta segura y protegida, incluso si es estática, podrida o muerta. Nuestro forma de relacionarnos con el mundo está escrito en piedra. La Madre Muerta retiene energía  potencialmente vibrante y la mantiene en forma fría, rígida, sin vitalidad. Somos aprisionados por una energía que petrifica y se osifica.

Daniela: ¿Puede dar un ejemplo de cómo se vería esto?

Marion: Cuando tenía cinco años era muy callada, pero tenía mucha vitalidad. Estaba en el kínder de la Escuela de Domingo y me encontré a mi misma siendo empujada a través de guirnaldas de flores. Eran bellas y me preguntaba a dónde iba. Las personas decían, “Estás dejando el kínder y estás yendo a la escuela”. Respondía, “¿Porqué querría ir a la escuela? ¡Amo el kínder y no quiero ir a ningún lugar nuevo!” Esa ha sido la historia de mi vida. Amaba el kínder, pero mi miedo al cambio intervino cada vez que me enfrentaba con tener que entrar a la siguiente etapa en mi vida.

Daniela: Y ese trauma fue tan fuerte que lo vivió una y otra vez…

Marion: ¡Una y otra vez! Durante mi entrenamiento para hacerme maestra, nos asignaron una clase para enseñar. Estaba frente a mi clase hablando, pero la habitación estaba llena de un silencio doloroso. Hacía los movimientos con mis labios pero no emergían sonidos. No comprendía nada. Después de la clase nuestro supervisor preguntó, “Marion, ¿qué te está sucediendo?” Lo único que pude responder fue, “No lo se. No puedo hacer ningún sonido”. Al final de ese término logré un noventa y ocho en mis planes de estudio y cero en mi enseñanza. El terror era muy grande.

Daniela: ¿Cada vez que entra en lo nuevo hay terror?

Marion: Cada vez que me vence el terror de nacer en una nueva realidad. En cada caso, estaba saliendo de un área en la cual podía desempeñarme bien hacia una nueva área y estaba bastante segura de que algún desastre terrible sucedería, entonces quería quedarme quieta.

Recién nacida me llevaron a un ambiente hostil y peligroso y eso sembró una ambivalencia en lo profundo de mis huesos sobre el cambio y el crecimiento. Pero si iba a vivir mi vida tan plenamente como fuera posible, debía descubrir las partes enterradas de mi personalidad. Tenía que asumir el riesgo de la expansión que da significado a la vida. Sin embargo, con la energía arquetipal de la Madre Muerta permeando las células del cuerpo, esto es increíblemente difícil.

Daniela: La paradoja es que el desastre anticipado, que para usted se manifestaba en enfermedad física, ocurrió porque estaba peleando contra lo nuevo, en lugar de entrar en ello.

Marion: Exactamente – pero ahí está el trauma. En cada una de esas situaciones temía que no hubiera amor. Estaba segura de que me encontrarían inaceptable en el nuevo dominio. Era mi propio terror el que permeaba mis células y que salía a la superficie a través de la enfermedad. Era mi miedo auto generado que estresaba mi cuerpo y creaba el infierno.

Daniela: El peligro es que cuando nos abrume ese terror nos entreguemos a la Madre Muerte, que puede literalmente significar sucumbir a la muerte. Conocí a una mujer inteligente y vibrante que estaba aterrorizada de estar sola. Ella estaba casada con un hombre mayor y había dicho que cuando su esposo muriese ella cometería suicidio. Cuando llegó a sus 60 años su esposo sufrió de demencia severa. Entonces ella fue diagnosticada con cáncer terminal. Su respuesta inmediata fue, “¡Es un alivio!” Seis meses después murió.

Marion: El alivio ante la perspectiva de la muerte surge directamente del trauma. El trauma y el miedo abren la puerta de la psique a la Madre Muerte, y una vez la Madre Muerte ha atravesado esa puerta somos inundados por un letargo y una parálisis inconscientes. Nos vence un deseo de hundirnos en una oscuridad cómoda e inconsciente como un útero, para renunciar y terminar la lucha. Ese estado de existencia es más común de lo que nos damos cuenta, pero es raro para cualquiera permitir esa dinámica en la consciencia, y mucho menos hablarlo en la manera en la que lo hizo tu amiga.

Daniela: Parece que una de las otras cosas que la Madre Muerte hace es destruir nuestro amor por lo que genuinamente nos motiva. Estar completamente viva significa poder escuchar nuestros corazones, pero la Madre Muerte dice “¡No! ¡No puedes amar eso! Amar eso es inaceptable. Debes amar ESTO en su lugar”.

Marion: Ese aspecto de la Madre Muerte se ilustra vívidamente en el mito de Medusa. El mito comienza cuando la Gorgona hace el amor con Poseidón en el Templo de Atenea. Atenea, nacida de la cabeza de Zeus, es una hija de su padre; su hogar está en su intelecto. Al hacer el amor con Poseidón en el tempo de Atenea, la Gorgona expone la pasión encarnada que Atenea no está viviendo. Atenea no quiere su sombra expuesta, y entonces transforma a la bella Gorgona en la Medusa – un monstruo con serpientes en lugar de cabello y una mirada que convierte todo en piedra. La energía de Medusa es sinónimo de la Madre Muerte, y la Gorgona fue convertida en Medusa porque se atrevió a expresar su amor. Como sugieres, una de las trágicas consecuencias de los repetidos encuentros con la Madre Muerte es que seamos separados del amor.

Daniela: ¿Puede darme un ejemplo de cómo podría manifestarse eso?

Marion: Cuando comencé a trabajar con mi primer analista, el Dr. Bennet, nuestro trabajo iba muy bien. Entonces comencé a presentarme para mi sesión y él no estaba, o peor, estaba con otro cliente. Concluí que no era muy interesante o importante, que el no podía molestarse conmigo. Después de cuatro semanas de esto, me estaba alejando de otra sesión más en la que el no se molestó en aparecer, cuando su esposa me vio en la calle. Ella me llamó, “Es mejor que entres”, pero sintiéndome herida y abandonada, respondí, “¡No! ¡No quiero!” y me alejé. Acababa de entrar a mi casa cuando el teléfono sonó. Era el Dr. Bennet. “Quiero que venga a las cinco en punto para un té”, dijo. De mala gana, respondí, “Lo pensaré”. El repitió, pero con mayor fuerza, “Estará aquí para el té a las cinco en punto”. Me rendí. Cuando llegué me dijo: "Dices que me perdí tus sesiones. Déjame ver tu diario. Eres tú quien las ha escrito de forma incorrecta". No le creí. El me desafió a mirar mi historia diciendo, “¡Si cualquiera trata de darte algo, te las arreglas para que no puedan!”. Me recordó de lo que ya habíamos hablado, “¿Puedes ver lo que hiciste con esa relación… y con esa otra… y con esa otra? Tan pronto la persona te amaba realmente, no podías aceptarlo y encontraste una manera de partir. Ahora estás tratando de hacer eso conmigo. Al escribir las horas de manera incorrecta, tu inconsciente se las ha arreglado para que pierdas tus sesiones, mientras puedes culparme por la desintegración de nuestra relación. Te deshiciste de mí antes de que yo me deshiciera de ti. No te arriesgarás a que me quede contigo porque estás segura de que te abandonaré”. Estaba en lo cierto. Tan pronto como mi amor más profundo estaba involucrado, lo que surgía era mi terror de ser abandonada. Una Madre Muerte inconsciente e internalizada estaba dirigiendo el show, así que no confiaba en mi amor por los demás o el amor de los demás hacia mí. Estaba separada del amor de una manera en la que estaba saboteando mi vida.

Daniela: Le he escuchado decir que la Madre Muerte mata la imaginación y destruye la metáfora mediante la concretización de lo que necesita ser explorado simbólicamente. ¿Puede ampliar sobre esta dinámica?

Marion: La Madre Muerte de hecho mata la imaginación mediante la concretización de metáforas y el resultado puede ser trágico. Las metáforas activan un amplia gama de diferentes circuitos cerebrales, así cuando somos separados del pensamiento metafórico, comprometemos el proceso de integración psicológica. Cuando concretamos algo que necesita ser comprendido metafóricamente, lo sellamos en un mundo muerto y aislado. Adicionalmente, si no podemos relacionarnos con metáforas, se nos niega el acceso al mundo arquetipal, con lo cual entra en nuestras vidas por rutas torcidas y tóxicas.

Por ejemplo, el crecimiento psicológico es natural, sucederá ya sea creativamente o destructivamente. Si nuestra Madre Muerte interior estrangula este proceso, entonces la necesidad de crecer puede ser concretada. Eso podría tomar la forma de subir de peso, más trágicamente, puede suceder a través del desarrollo de cáncer. En otras palabras, el imperativo de crecer encontrará una manera de hacerse manifiesto, y si no permitimos que suceda en su dominio auténtico, busca expresión en el mundo concreto, con consecuencias potencialmente trágicas.

La confusión entre lo literal y lo metafórico es sintomático de adicción y los resultados son invariablemente catastróficos.

Confundimos nuestra necesidad de espíritu con alcohol. Buscando vivir el arquetipo de la unión, quedamos enganchados en sexualidad compulsiva y sin sentido. Nuestro deseo insatisfecho de nutrición se concreta en un deseo insaciable de chocolate y comida. Las metáforas concretas destruyen nuestras vidas. Cuando recurrimos a lo concreto, nos envenena.

Más generalmente, los adictos saben que algo tiene que morir, ellos saben que necesitan rendirse a algo mayor que sus egos y sus miedos, pero debido a que no son capaces de renunciar a los mecanismos de defensa que desarrollaron para sobrevivir, buscan alternativas aparentemente fáciles. Un atracón es motivado tanto por un deseo de sentirse todo poderoso y por un deseo de rendirse a algo mayor que uno mismo. Es un intento de ir más allá del ego y conectar con lo numinoso de una forma que instigará un nuevo comienzo. Una nueva conquista sexual traerá un comienzo fresco. Terminamos la botella de vino con el fin de olvidar, y así hacer borrón y cuenta nueva. Comemos todo el chocolate y entonces vomitamos, para purgarnos nosotros mismos, y así empezar de nuevo. Pero cuando sucumbimos a un atracón adictivo, estamos atrapados en un círculo vicioso. No hay cambio y no hay aprendizaje. No conectamos con la energía arquetipal anhelada. No descubrimos nuestro ser enterrado. En cambio, estamos atrapados en una repetición sin sentido. Esta confusión entre la muerte metafórica y literal es aún más profunda en el adicto. Los adictos que han concretado el edicto psicológico, “muerte a lo viejo, vida a lo nuevo”, estarán albergando una creencia inconsciente de que son ellos quienes necesitan morir, en vez de su comportamiento. En el nivel más profundo, cada adicto cae en las garras insidiosas de la Madre Muerte. Las adicciones son en última instancia síntomas de un deseo de muerte inconsciente y concreto.

Daniela: ¿Qué rol juega el miedo en la concretización de la metáfora?

Marion: Todo lo que tememos tendemos a concretarlo, solamente para encontrar que lo que ha sido escrito en piedra continúa oprimiéndonos. Mi padre era un ministro y me atraía mucho el mundo del espíritu, sin embargo mi madre estaba aterrorizada por ese aspecto de lo que yo era. Ella era responsable por la parte práctica de nuestra vida familiar y temía por mi lucidez, y por mi habilidad para enfrentar el mundo cotidiano. En muchas formas ella tenía razón – tienes que tener tus pies sobre la tierra para enfrentar el mundo cotidiano. Sin embargo, frente a su miedo yo tenía que reprimir la parte espiritual de mi ser. Eventualmente, encuentra su camino a la superficie a través de la puerta trasera de la anorexia. Matarse de hambre es una forma segura de entrar en el espíritu: entre más delgado eres, más liviano eres, y entre más liviano eres, más feliz eres. Morirse de hambre puede elevarte más en el espíritu que el alcohol, cada anoréxico con quien he trabajado ha albergado un anhelo de elevarse en el espíritu. Pero debido a que el anhelo espiritual ha sido concretado, el anoréxico está en el camino a la muerte.

Daniela: Aunque un lado de la anorexia es un deseo concretado por el espíritu, ¿diría usted que el polo opuesto de la anorexia puede también simbolizar la experiencia de haber soportado un hambre emocional profunda durante la niñez?

Marion: Eso es justo. Las adicciones tienen muchas capas; están repletas con opuestos. Son una manifestación del deseo de vivir que no hemos podido vivir de ninguna otra forma; al mismo tiempo pueden ofrecernos una imagen de lo que hemos sufrido. Aún en otro nivel ellos representan una marcha lenta pero implacable, hacia la muerte prematura. 

Daniela: Ha dicho que la insaciabilidad es otra de las características de la Madre Muerte. ¿Podría hablar sobre esto?

Marion: Una capa de la insaciabilidad deriva del hecho de que al ir detrás de metas concretas nunca podemos estar satisfechos. El chocolate no provee la nutrición que buscamos, pero equivocadamente creemos que si solo podemos obtener un poco más de esto, entonces tal vez estaremos saciados finalmente. La elevación en el espíritu provista por el alcohol se estrella con el infierno cuando despertamos para encontrarnos acostados en nuestro propio vómito, pero tal vez si tomamos otro trago podemos volver a elevarnos. Como Emily Dickinson dice en su manera característicamente concisa y conmovedora, 

Para llenar un hueco
inserta en él la cosa misma que lo causó.
Pon otra: se verá más vacío.
No se puede cegar un abismo
con aire.

Otra capa de insaciabilidad viene al frente dentro del contexto de nuestras relaciones humanas. Cuando la Madre Muerte ha sido interiorizada, nuestra falta de fe en la vida constela un impulso compulsivo de agarrar lo que pensamos que necesitamos. La chispa auténtica de un niño puede ser petrificada en sumisión por encuentros repetidos con la Madre Muerte, pero finalmente no hay tal cosa como el triunfo por la fuerza, incluso si esa fuerza está disfrazada elegantemente. La dominación es dominación y el cuerpo-psique que ha sido tiranizado ha aprendido bien sus lecciones. En su desolación, compensa al volverse posesivo, aferrándose a objetos o personas, invistiéndolos con poderes mágicos. Dependiendo de estos talismanes por un sentido de vitalidad, el cuerpo se vuelve feroz en sus demandas de poseerlos y controlarlos. En su estado frágil y herido no podemos permitir a los demás ser quienes son. Necesitamos manipularlos. Lo que las personas llaman amor a menudo es una búsqueda inconsciente de poder. Cuántos niños han escuchado a sus padres decir, “Sólo quiero lo mejor para ti”, cuando lo que quieren decir en realidad los padres es, “¡Estoy tan asustado e inseguro para permitirte vivir tu vida!” ¿Cuán a menudo somos amables con alguien – enterrando nuestra ira y desilusión y profesando nuestro amor por ellos – cuando estamos en realidad tratando de manipularlos para que permanezcan cerca porque tememos el abandono y la soledad? Paradójicamente, un deseo abrumador de complacer nos convierte en un principio de poder andante, al complacer a otros somos más capaces de manipularlos, aunque inconscientemente. 

Si no somos queridos, sentimos que debemos forzar nuestra entrada. Las personas sin nada a qué aferrarse, se agarran muy fuerte, sofocando a quienes cruzan su camino con una necesidad compulsiva e insaciable. Las personas que tienen algo a qué aferrarse pueden relajarse.

Daniela: En mi experiencia, el arquetipo de la Madre Muerte está entrelazado con el de la víctima. Cuando tenemos a la Madre Muerta en nuestra psique nuestra tendencia es vernos a nosotros mismos como víctimas, de este modo exacerbamos el ciclo de desesperanza y desesperación. 

Marion: ¡Sin duda! El sufrimiento real arde limpio; el sufrimiento neurótico crea más y más hollín. Cuando estamos atrapados por la Madre Muerte, estamos aprisionados por el sufrimiento neurótico que crea nada más que hollín. Estamos atrapados en un círculo vicioso que es increíblemente difícil de romper; la Madre Muerte constela la víctima que entonces atrae al asesino en nosotros mismos.

Una forma en que se manifiesta es a través de la creencia de que estamos siendo castigados cuando la enfermedad o la depresión perturba nuestras acogedoras y agradables vidas. La idea de castigo deriva de la Madre Muerte y está enraizada en la perspectiva sin vida de la víctima. Si estamos tratando de trabajar genuinamente con nuestras heridas, entonces luce bastante diferente. En la primera parte de mi vida adulta fui una profesora de Inglés. Enseñé durante veinticinco años y amé a mis estudiantes y mi vida; pero durante ese tiempo gradualmente desarrollé edema. Sentí que estaba siendo castigada por algún crimen desconocido. Me había matado de hambre en un intento de permanecer delgada en vano. A mis ojos, mi cuerpo se había vuelto hinchado y feo. Sin embargo, era responsable por lo que estaba sucediendo porque estaba haciendo las elecciones equivocadas. Sin que lo supiera, era alérgica a una miríada de comidas, pero estaba muy desconectada de mi cuerpo para saber lo que necesitaba. Para encontrar mi camino tenía que dejar ir mi visión de mi misma como una víctima y descubrir qué estaba mal con mis elecciones. Tenía que crecer.

Pero después que hice eso, mi condición se deterioró lentamente hasta el punto en el que dormía dos o tres días a la semana. Fue solamente cuando estaba completamente desesperada que estuve preparada para arriesgarme a cambiar. Mis sueños habían sugerido que encontraría las respuestas a mi edema a través de un entrenamiento que haría en Zúrich en camino a convertirme en analista junguiana y estaba en tal agonía que dejé mi trabajo de profesora que amaba y me despedí de mi esposo – sin saber si nuestro matrimonio sobreviviría – y partí a Zúrich. Fue un punto de inflexión. En Zúrich finalmente comencé a conectar con mi cuerpo y a escucharlo. Fue un paso crucial en mi viaje hacia vivir mi propia vida, y paradójicamente, no hubiera tomado ese paso sin el edema. Tomar la decisión equivocada finalmente abrió la puerta a la vida.

Requiere valentía y perseverancia llegar a este lugar. Tenemos que estar dispuestos a enfrentar la oscuridad que está en nosotros. Como von Franz escribió:

Cada cosa oscura en la que uno cae puede ser llamada una iniciación. El primer paso es generalmente caer en el lugar oscuro y suele aparecer de manera dudosa o negativa – caer en algo o ser poseído por algo. Los chamanes dicen que ser un hombre medicina comienza al caer en el poder de los demonios; el que sale del lugar oscuro se convierte en el hombre medicina y el que permanece es la persona enferma. Usted puede tomar cada enfermedad psicológica como iniciación. Incluso las peores cosas en las que cae son un esfuerzo de iniciación, pues usted está en algo que le pertenece, y ahora debe salir de ello. " Lo femenino en los Cuentos de Hadas", Spring 1972, p. 64

Mientras estamos ciegos a nuestro tirano interior, culpamos a un tirano exterior cuando caemos en la oscuridad. El foco de nuestra culpa puede ser una persona, un sistema político, un sistema social o puede ser nuestro propio cuerpo. Pero en el momento en que recurrimos a culpar, la iniciación falla y permanecemos enterrados en la oscuridad. Nos hundimos aún más profundamente en las garras de la Madre Muerte.

Daniela: Si permanecemos enterrados en la oscuridad, pensando en nosotros mismos como víctimas, entonces desarrollamos una propensión a ver a la Madre Muerte cuando ella no está allí. En ocasiones alguien dirá algo con una energía limpia y amorosa, pero debido a nuestras propias heridas, vergüenza e identidad de víctima, percibimos el comentario como viniendo de la Madre Muerte.

Marion: Ese punto es importante. Como dices, hay tiempos en los que una persona está dirigiendo energía amorosa hacia nosotros, pero debido a lo que hemos internalizado, equivocadamente sentimos la acción como la de la Madre Muerte. Eso puede suceder en una miríada de formas. Podemos malinterpretar el comentario o las acciones de alguien, nuestro condicionamiento significa que escuchamos lo que no está allí. O podemos tener un profesor que nos ha abierto a nuestro ser profundo y que nos ha ayudado a encontrar vida, pero que por cualquier razón ya no puede estar allí para nosotros. Entonces podemos experimentar ese retiro de energía vital como la Madre Muerte, cuando no es nada de eso. De cualquier manera, si queremos crecer, tenemos que permanecer despiertos para diferenciar lo que está sucediendo realmente y apropiar lo que es nuestro.

Daniela: De forma similar, una vez nos hacemos adultos, el grado al cual somos petrificados por el ataque de la Madre Muerte depende tanto de nuestras propias heridas y vulnerabilidad como de la energía que es dirigida hacia nosotros. A veces, alguien nos ataca con una de las flechas de la Madre Muerte, pero debido a que la flecha no da en el blanco de nuestro punto más herido e infundido de vergüenza, tiene poco efecto y podemos protegernos de manera saludable y limpia. Otras veces la flecha de la Madre Muerte se bloqueará en nuestras propias heridas particulares y colapsaremos. Así, cuando somos golpeados por la Madre Muerte, si podemos evitar la culpa y mirar hacia adentro nuestra propia respuesta, tenemos una oportunidad para aprender sobre nuestras heridas y sistemas de defensa, y eso entonces nos da la oportunidad de tomar mayor responsabilidad por nuestras vidas y crecer.

Marion: Eso es verdad. La experiencia de la Madre Muerte será diferente para cada persona, y somos más susceptibles donde nuestro trauma nos ha dejado heridos y vulnerables. Como dices, si cuando somos golpeados por la Madre Muerte, podemos mirar hacia adentro en lugar de quedar atrapados en el ciclo sin salida de la culpa, entonces ganamos la oportunidad de recuperar un poco más de nuestras vidas.

Daniela: En el mito de Medusa, se le advierte a Perseo – cuya tarea es matar a Medusa – de no mirarla a los ojos; en cambio, él guía su espada mirando su reflejo en su escudo. De igual forma, ha dicho que no podemos mirar a la Madre Muerte a los ojos. ¿Por qué?

Marion: ¡Es muy peligroso! Si miramos a la Madre Muerte a los ojos, podemos ser superados por nuestro trauma. Podríamos ser convertidos en piedra. Podemos terminar con cáncer. Así que trabajamos con ella en reflejo. Escribimos un diario. Trabajamos con los sueños. Hacemos trabajo corporal. Miramos lo que está sucediendo en nuestras vidas. Usamos un escudo reflejante porque de lo contrario corremos un grave riesgo. Como escribió Emily Dickinson:

Di toda la verdad pero dila sesgada — El éxito descansa en el rodeo
Demasiado brillante para nuestro débil deleite
La extraordinaria sorpresa de la verdad
Como un relámpago ha de explicarse a los niños
Con amabilidad para que se apacigüen
La verdad debe deslumbrar gradualmente
O todos quedarán ciegos —

Enfrentar la Madre Muerte directamente lleva a la ceguera o peor.

Daniela: En el viaje de sanación, a medida que trabajamos nuestro camino hacia el corazón de nuestras heridas, eventualmente llegamos a lo que es más oscuro en nosotros. A menos que enfrentemos esa oscuridad última, es imposible tomar responsabilidad por nosotros mismos. ¿Seguramente llega un tiempo en el que necesitamos encontrar a la Madre Muerte directamente, si vamos a reclamar nuestras vidas?

Marion: En última instancia, es posible que tengamos que enfrentar a la Madre Muerte de frente, pero NO antes de que estemos listos. No tengo consciencia de qué estaba enfrentando hasta mi segundo encuentro con el cáncer. En todos mis años de análisis, nunca vinculé mi enfermedad con el hecho de que profundo en mis células albergaba conocimiento de que cuando era niña, era una niña no deseada, y que en consecuencia una parte de mí quería morir. Lo supe, pero no podía abrirme a ello en un nivel lo suficientemente profundo para hacer una diferencia. 

En cambio, di vueltas en espiral alrededor de esa realidad, cada vez viendo su reflejo desde un ángulo diferente.

Cuando fui diagnosticada con cáncer por segunda vez estaba lista para enfrentarlo de frente, pero para entonces había desarrollado una inmensa compasión por mi misma y por mi madre y mi padre. Mi madre ciertamente hizo lo mejor que pudo por mí, pero en lo más profundo de su corazón, ella era una sufragista y al casarse con un ministro de la iglesia, perdió su libertad. Ella no pudo amar su propia feminidad porque las consecuencias de ser una mujer significaban que ella había sido incapaz de tener su propia vida y así ella luchaba para amar una hija. Así que tuve varios encuentros reflejados, dando vueltas en espiral y acercándome gradualmente, hasta que finalmente estuve lista para enfrentarlo. Me tomó años y si hubiera tratado de acelerarlo, me habría matado.

Daniela: ¡Pero en última instancia tenemos que confrontar a la Madre Muerte si vamos a afirmar nuestra vida! 

Marion: Algún día tal vez, pero no es un viaje para ser emprendido livianamente. Necesitamos estar listos y necesitamos guías. Mis guías fueron Jung, mis sueños, las imágenes que llegaban a través del trabajo corporal y la poesía – especialmente los poemas de Emily Dickinson. Las imágenes de Dickinson me permitieron comprender lo que estaba sucediendo y al leer sus poemas de forma cronológica, vi que era su compasión por su madre y su hermana lo que la guió a lo largo de su vida. Comencé a ver la lucha de mi madre. Comencé a sentirme inmensamente agradecida con ella por hacer lo mejor por mí. También vi cómo mi padre había hecho su máximo. Me di cuenta que la hija que era también había hecho lo mejor que podía.

Daniela: ¿Qué es lo que convierte a una persona en un conducto para la Madre Muerte?

Marion: La Madre Muerte nace del desespero. Es incubada por la esperanza aplastada de una vida no vivida. La Madre Muerte es el lado sombrío de la decepción. Cuando miras a los ojos de la Madre Muerte ves que están vidriosos de desesperanza. Ves una mirada en blanco; no hay nadie en casa. Ves un cuerpo-psique inconsciente, congelado y profundamente herido, desprovisto de un sentimiento auténtico. Ves a alguien con una necesidad desesperada de estar en control. Ves a alguien que está dirigido por la fuerza de voluntad. Una persona que represente el arquetipo de la Madre Muerte habrá tenido que separarse de muchas cosas que eran vibrantes, creativas y únicas en sí misma. De hecho, los adultos que cargan la manifestación más feroz de la Madre Muerte pueden haber sido los hijos más creativos. Trágicamente, sus intensas imaginaciones colisionaron con el mundo rígido y racional de sus padres y profesores, quienes les demandaron “ser buenos”, donde “ser bueno” significaba “Trágate tu ira, iniciativa y creatividad y refléjame en lugar de exponer todo lo que he tenido que empujar en la sombra…”

Una forma alternativa de representar a la Madre Muerte es para los padres exigir que sus hijos vivan todo lo que ellos no pudieron vivir. En este caso, el mensaje inconsciente transmitido por el padre es, “No tengo vida, pero tu vivirás lo que trabajé tan duro para alcanzar. ¡Vivirás la vida por la que yo morí!” Cuando esos hijos tratan de expresar su propia verdad, se encuentran a sí mismos mirando a los ojos de Medusa, mientras escuchan los gritos insaciables de “¡Más, más, más!” “¿Más de qué?” preguntan los hijos. “La vida que nunca tuve”, llega la respuesta. Cuando un padre espera que un niño viva su vida no vivida, el niño real es borrado y pasa a la clandestinidad.

A menudo el desarrollo de la Madre Muerte es cristalizado cuando vislumbramos la destrucción que hemos causado pero incapaces de enfrentar nuestros actos. En Así Habló Zaratrusta, Nietzche describe el “Pálido Criminal” como el que no puede enfrentar lo que ha hecho, 

Una imagen puso pálido a ese pálido hombre. Cuando realizó su acción, él estaba a la altura de ella; pero no soportó la imagen de su acción, una vez cometida ésta.

De manera similar, Macbeth, mientras contempla el asesinato de Duncan, dice:

¡Si el asesinato zanjara todas las consecuencias 

… pero por supuesto que las consecuencias no pueden ser pisoteadas y habiendo asesinado a Duncan, Macbeth lamenta, 

Tengo miedo de pensar en lo que he hecho; no vuelvas a mirar, no me atrevo

Muchos padres no pueden mirar lo que están haciendo a sus hijos. Muchos saben que están fallando en ser “lo suficientemente buenos” padres, pero debido a que sus propias heridas evitan que cambien, ellos no pueden soportar pensar en ello. Habiendo desterrado sus fallas al sótano del inconsciente, continúan representando la energía de la Madre Muerte, entregándole así cada vez más poder. Eventualmente, pueden pasar el punto de no retorno. Macbeth habla por ellos cuando dice,

Estoy ensangrentado… Caminando en ella, no debería vadear más, regresar fue tan tedioso como ir. 

Daniela: Curiosamente, hay una referencia explícita a Medusa en Macbeth. Al descubrir el cuerpo de Duncan, Macduff llora:

Acércate a la cámara y destruye tu vista Con una nueva Gorgona 

Y el Duncan asesinado se transformó de hecho en la Medusa en la psique de Macbeth y Lady Macbeth, lo que llevó a la masacre a sangre fría de muchos de sus súbditos y, en última instancia, llevó a los Macbeth a su propia muerte.

Marion: ¿No es eso silenciar? ¡Los arquetipos en Shakespeare son tan exactos! La lección de esto es que cuando hemos estado en contacto con la Madre Muerte debemos preguntar dónde está esa energía en nosotros mismos – tenemos que traer nuestro deseo subterráneo de muerte a la consciencia y también tenemos que buscar momentos en los que estamos “atacando” a otros con la energía de la Madre Muerte. ¡Si no apropiamos a la Madre Muerte la vamos a vivir!

Daniela: Una forma de resumir puede ser decir que cuando somos heridos durante la niñez, nos hacemos vulnerables a la Madre Muerte, después de lo cual somos gobernados por la vergüenza y su miedo concurrente a la exposición. Tememos ser expuestos como inadecuados por quienes somos. Tememos ser expuestos como inadecuados por lo que hemos hecho. Tememos ser expuestos como inadecuados por lo que no hemos hecho. Tememos que nuestras supuestas inadecuaciones, si son expuestas, nos llevarán a nuestro abandono y aniquilación. Una vez que estemos instalados en este mundo tóxico y lleno de vergüenza, representamos la Madre Muerte que hemos interiorizado. Desarrollamos un anhelo de morir encarnado, aunque inconsciente y al mismo tiempo, atacamos o abandonamos a cualquiera que pueda exponer lo que hemos mantenido enterrado con esfuerzo. También tratamos de compensar nuestro terror de abandono a través de un impulso inconsciente e insaciable de poder.

Marion: ¡Exactamente! El miedo es la clave. Si hemos enfrentado a la Madre Muerte mientras crecimos y si hemos incorporado el terror resultante, desarrollamos un miedo inconsciente y profundo a la vida misma. Encontramos imposible rendirnos a nuestras vidas, creyendo que las consecuencias serán fatales. Comprendemos la receptividad como capitulación; todo lo que podemos imaginar es caer en picado a través de una oscuridad caótica en un abismo que no tiene fondo. Hacemos todo lo que está en nuestro poder para evitar ese resultado imaginado. Incluso cuando la puerta de la jaula está abierta, luchamos para encontrar el coraje para salir a través de ella.

Daniela: Usted contrasta la energía de la Madre Muerte, que mata la vida, con la energía de la “Muerte al Servicio de la Vida”. ¿Puede elaborar sobre la diferencia?

Marion: La energía de la Muerte al Servicio de la Vida es absolutamente diferente a la de la Madre Muerte. La energía de la Muerte al Servicio de la Vida está representada dentro de la tradición Hindú como Kali, la diosa que usa un collar de calaveras que pueden instantáneamente transformarse en flores y entonces volver a calaveras de nuevo. Usualmente es representada con cuatro manos; una de sus manos derechas dice “No temas” y las otras te ofrecen un tazón de arroz. Sin embargo, en sus manos izquierdas sostiene una espada y en la otra una cabeza humana. Kali trae amor, éxtasis y vida, pero también trae oscuridad, terror y muerte. Ella es el ciclo natural de vida y muerte. En la tradición Europea esta energía es mejor representada por la Baba Yaga de los cuentos de hadas Rusos. La cabaña de Baba Yaga se encuentra en lo profundo del bosque, y su puerta siempre está abierta a la parte más oscura de ese bosque. Su choza gira sobre patas de pollo, mareando nuestra percepción normal. En muchas historias la cerca que rodea su choza está hecha de huesos humanos, e intercaladas a lo largo de la cerca hay doce estacas. Hay cabezas humanas en once de ellas, dejando una vacía para la próxima víctima. Tradicionalmente, Baba Yaga hace las preguntas "difíciles". Ella se come a las personas inocentes que piensan que la vida debería traerles solamente felicidad. Engulle a los no iniciados, para quienes el sufrimiento es inaceptable. Devora a aquellos que ven la vida en términos de categorías duales como blanco o negro, bueno o malo, vida o muerte.

Daniela: Si queremos un término genérico para la energía arquetípica personificada por Kali o Baba Yaga, ¿podríamos llamarla “Madre Apocalíptica”? La palabra “apocalipsis” deriva de la palabra Griega que significa “revelar”, o más específicamente, “descubrir lo que ha sido previamente oculto”. También comprendemos que apocalipsis significa la llegada de un día del juicio, después del cual lo viejo será destruido y un nuevo orden prevalecerá. Me parece que esto es lo que un encuentro con la Baba Yaga, o Kali, implica; una revelación de lo que ha sido oculto, muerte de lo obsoleto y nacimiento de lo nuevo.

Marion: ¡Si! Has acuñado una frase que captura esa energía arquetípica.

Daniela: ¿Cómo diferenciamos entre la Madre Muerte y la Madre Apocalíptica?

Marion: La Madre Muerte impide que llegue una nueva vida. Ella convierte la vida en piedra. Ella nos envuelve en el manto de la falta de vitalidad. La que has llamado “Madre Apocalíptica” destroza esa piedra. Todo cambio, todo crecimiento, presupone la muerte de lo viejo. La muerte inducida por la Madre Apocalíptica es atroz, pero instiga el cambio. La Madre Apocalíptica precipita la muerte de valores que están enraizados en el miedo y el poder. Ella crea espacio para la vida que aún tenemos que vivir. Ella trae lo que la Madre Muerte se esfuerza por evitar.

La diferencia entre la Madre Muerte y la Madre Apocalíptica es mejor representada por el contraste entre asesinato y sacrificio. Las dos energías de muerte, pero los motivos detrás de ellas bastante diferentes. El asesinato, cometido por la Madre Muerte, deriva de la necesidad de poder, control, seguridad y dominación del ego. Es impulsado por una necesidad de impedirnos vivir nuestra realidad por miedo a que nos encuentren insuficientes y nos aniquilen. El sacrificio está enraizado en la rendición del ego a la guía del Si mismo con el fin de transformar patrones de energía destructivos, aunque tal vez cómodos, en flujo creativo de vida. El sacrificio demanda el Si que afirma la vida, que requiere ser pronunciado con todo nuestro coraje y fe y amor.

Una vida que es verdaderamente vivida está constantemente quemando los velos de la ilusión, revelando gradualmente la esencia de quién somos. La Madre Apocalíptica nos quema en sus llamas más calientes para purificarnos de todo lo que no es auténtico. Su energía es impersonal. Ella no se preocupa por cuán doloroso o aterrador es ese proceso. Su único propósito es servir a la vida.

Cómo respondemos a la Madre Apocalíptica determina si la experimentamos como una amiga o enemiga. Temprano en nuestro viaje, cuando el estrangulamiento de la Madre Muerte es particularmente feroz y cuando la consciencia teme abrirse a la alteridad del inconsciente, nos experimentamos como víctimas del apocalipsis, con el tiempo, a medida que traemos a la Madre Muerte a la conciencia y comenzamos a experimentar la vida más allá de sus garras, podemos llegar gradualmente a vernos a nosotros mismos como socios en el proceso apocalíptico.

Daniela: Una vez tuve un sueño que habló esto:

He dado a luz un niño radiante, pero estaba desconcertada y sorprendida, porque no sabía que estaba embarazada. Entonces me di cuenta de que mi hijo había nacido nueve meses después de que el jardinero me violara.

Cuando tuve este sueño, estaba luchando con mi viaje interior. Era el momento para mí de sacrificar las formas viejas y tóxicas de ser que ya no necesitaba, sin embargo, estaba luchando contra el cambio con todas mis fuerzas. Al final, mi terapeuta tuvo que darme una patada feroz y dolorosa antes de que dejara mis viejas costumbres y permitiera que entrara una nueva vida. En este sueño mi terapeuta estaba simbolizado por un jardinero – alguien que siembra nuevas semillas y entonces las protege y las nutre mientras crecen. Ser violada por el jardinero en el sueño reflejó el hecho de que mi terapeuta tenía que ser el conducto de la energía apocalíptica, y también mostró que no me iba a abrir a esa energía a menos que me obligaran a hacerlo. A veces, si se quiere disipar la energía de la Madre Muerte, la Madre Apocalíptica tiene que desafiarla de manera inequívoca. 

Marion: Estoy totalmente de acuerdo. Cambio significa cambio. Se necesita una honestidad absoluta, por dolorosa que sea, en este viaje hacia el Sí mismo; el inconsciente no tolerará nada menos. Uno debe estar dispuesto a enfrentar muchas verdades crueles: aquellas que mantenemos ocultas de la luz del día, y aquellas que mantenemos ocultas de nosotros mismos. No solamente tenemos que morir a una falsa imagen de nosotros mismos, sino que tenemos que cambiar nuestra vida exterior en conformidad. Podemos tener todas las revelaciones, pero si no las encarnamos, son en vano. Puede que tengamos que morir a nuestro trabajo, a relaciones particulares, a nuestra fe. La muerte es agonizante y solitaria. Si no podemos ir allí de buena gana, entonces a veces necesitamos ser pateados y ser pateados por alguien que tiene como corazón nuestros mejores intereses es mucho mejor que ser pateado por una enfermedad o pérdida.

Daniela: ¿Qué tenemos que hacer cuando encontramos a la Madre Apocalíptica?

Marion: La clave es permanecer despiertos, escuchar lo que llega a la consciencia y abrirnos a ello. Si ha de haber curación y crecimiento, no puede haber encubrimiento en esta reunión. Si crecemos o nos marchitamos en este encuentro depende de si nos aferramos al punto de vista rígido de nuestro ego, o si elegimos confiar en el Si mismo y saltar a lo desconocido. El cambio y la sanación dependen de escuchar con el oído interior. Tenemos que detener el parloteo incesante y escuchar realmente. El miedo nos mantiene parloteando: miedo que brota del pasado y miedo a las repercusiones futuras. Este es el lugar donde la verdad puede hacernos libres si podemos escucharla y si entonces tenemos el coraje de hacer algo al respecto. Si, al encontrarnos con la Madre Apocalíptica, podemos permanecer despiertos y enfrentar nuestra verdad a pesar de nuestro dolor y terror, recuperamos un poco más de nuestra vida auténtica. Si no nos mantenemos despiertos y la encerramos en las mazmorras de nuestro inconsciente, volveremos a hundirnos en las garras de la Madre Muerte, con lo cual comeremos, beberemos, fumaremos o nos conduciremos a la muerte.

Tarde o temprano, todos encontramos a la Madre Apocalíptica. La encontramos cada día en las partes de nosotros que necesitan morir con el fin de que entre nueva vida. La encontramos en nuestro trabajo que se desmorona, en nuestros matrimonios que se desintegran, en nuestros proyectos fallidos, nuestro ser amado perdido y nuestra juventud que se desvanece. Ya sea que la enfrentemos en esas reuniones, o la empujemos de regreso a la oscuridad de nuestro inconsciente, es nuestra elección. ¿Respondemos como niños asustados y corremos de vuelta a la Madre Muerte con la esperanza de recuperar el control y la seguridad ilusoria de una vida estática pero muerta? ¿O encontramos el coraje para preguntar, “¿Qué está sucediendo aquí? ¿Cuál es mi realidad? ¿Cuál es mi responsabilidad?” y así abrir la puerta a convertirnos en el adulto único, creativo y vibrante que estamos destinados a ser? Eventualmente, podemos ser forzados a responder la pregunta última de la Madre Apocalíptica: “¿Quiero vivir?” Si la respuesta es “Si”, entonces no importa lo que me hicieron los demás. Si las respuesta es “Si”, tenemos que estar preparados para tomar acción.

Daniela: Parece que cuando la Madre Apocalíptica está preguntando, “¿Quiere vivir o quiere morir?” estamos simultáneamente encontrando a la Madre Muerte de frente. En el nivel más profundo la línea entre la Madre Muerte y la Madre Apocalíptica se vuelve imperceptiblemente delgada; la Madre Muerte nos fuerza a responder la mayor pregunta planteada por la Madre Apocalíptica. Finalmente, ya sea que encontremos la Madre Muerte o la Madre Apocalíptica no tiene importancia. En cambio lo que realmente importa es si permanecemos conscientes durante ese encuentro. Más crucial aún es si, durante ese encuentro, decimos “Si” o “No” a la vida. 

Marion: ¡Totalmente! Yo experimenté eso durante mi segundo encuentro con el cáncer. Inicialmente, estaba atrapada en la desesperación de la Madre Muerte. Vi al cáncer como una sentencia de muerte. Me envolví a mí misma en un edredón psicológico y me hundí en ese pronóstico. Entonces algo dio la vuelta. Encontré a la Madre Muerte de frente, lo que significó vincular mis heridas de la infancia con mi deseo inconsciente de morir. Con esa comprensión desperté.

Daniela: Así, finalmente, el cáncer no era ni la Madre Muerte, ni la Madre Apocalíptica – en cambio, el cáncer era solo cáncer y era la energía que estaba constelada en usted la que oscilaba entre la muerte y el apocalipsis.

Marion: ¡Si! Es la actitud con la que respondemos a lo que encontremos lo que hace la crucial diferencia. Mi primera reacción, como siempre fue, “Esto no se puede soportar. Esto es tan terrible que seguramente moriré". Estaba aterrorizada. Pero al mismo tiempo había una chispa en mi centro que declaró, “No renunciaré. ¡No lo haré!” Cuando esa chispa finalmente se prendió en una llama, me abrí a lo que estaba más profundo en mi inconsciente. Comprendí el origen de mi deseo inconsciente de muerte y pude comenzar a trabajar para combatirlo. Comencé a creer que iba a vivir a pesar de lo que los doctores me estaban diciendo. Eso fue justo antes de Navidad y fui bendecida con un precioso regalo de mi inconsciente – un sueño realmente numinoso: Yo era un pastor en la ladera que dominaba el establo en el que nació Cristo y vi volar una hueste celestial hacia mí. Un ángel sexi, rubio, grande y maravilloso me tomó en sus brazos y declaró, "No temas, porque te traigo buenas nuevas de gran gozo". Ese encuentro fue lo suficientemente poderoso para destrozar mi terror. Al despertar, supe que finalmente tenía que confiar en mi propio camino. Supe que tenía que renunciar a los remanentes de mi deseo de controlar mi vida. Supe que tenía que dejar ir los últimos vestigios de mi perfeccionismo.

Daniela: Entonces, cuando tenemos la fuerza y la compasión para mirar a la Madre Muerte a los ojos, ¿se transforma en Madre Apocalíptica?

Marion: A pesar de años de trabajo analítico, aún estaba viviendo mi vida como si fuera un dédalo. Un dédalo es un rompecabezas a ser resuelto. Tiene callejones sin salida. Puedes perderte en un dédalo. Puedes encontrarte con un minotauro y morir. Antes del cáncer, la parte herida de mí estaba siempre buscando trampas, callejones sin salida y minotauros. Siguiendo ese sueño, a pesar de estar en medio de un diagnóstico de cáncer, mi vida se abrió como un laberinto. Un laberinto luce superficialmente como un dédalo pero es diferente. No hay callejones sin salida, no hay trampas. Solamente hay un camino, y te lleva por una ruta enrevesada al centro. En el cáncer, en lo más profundo y oscuro de los dominios de la Madre Muerte, estaba el último regalo de confianza y alegría. Finalmente pude rendirme a la vida, porque por fin sabía que había un centro y que si continuaba escuchando, abriéndome y caminando hacia delante, mi camino me llevaría a ese centro. La vida tiene una cualidad diferente después de eso – ya no hay más miedo. Cayó como trapo sucio. Entonces, para volver a tu pregunta, cuando finalmente estuve lista para enfrentar a la Madre Muerte de frente, esa energía se transformó en la Madre Apocalíptica. En el corazón de la muerte encontré el don de la vida.


Reconocimientos

Un “gracias” profundo y tierno a Marion Woodman por su generosidad de tiempo, espíritu y sabiduría y por compartir tanto conmigo. Soy más rica por haber tenido esta oportunidad de trabajar con ella. También estoy muy agradecida con Ross Woodman por todo lo que ha contribuido a esta entrevista – su aporte fue precioso e hizo una diferencia real. Mientras preparaba esta entrevista las conversaciones con Sarida Brown, Barbara Chapman, Judith Harris, Maya Reinau y Tina Stromsted fueron invaluables. Un agradecimiento de corazón a todas ellas. Bruce Lloyd me acompañó en el viaje interior que viajé mientras trabajaba en esta entrevista. Estoy profundamente agradecida por su apoyo. -Daniela Sieff, May 2009


Aprenda más sobre Daniela Sieff y su trabajo sobre la Madre Muerte y también en trauma emocional y su sanación en: https://danielasieff.com/

Fuente: https://danielasieff.com/wp-content/uploads/2021/08/Sieff-2009-Confronting-Death-Mother-an-interivew-with-Marion-Woodman.pdf



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