De la Soledad traumática a la Unidad Universal - Bethany Webster

Crudo, Abierto y Real: De la Soledad traumática a la Unidad Universal - Bethany Webster
Como humanos, tenemos dos necesidades primarias; la necesidad de apego y la necesidad de autenticidad, de acuerdo con el médico y autor Gabor Maté. En familias disfuncionales, un niño típicamente suprimirá sus necesidades de autenticidad para preservar el apego con el cuidador primario, típicamente la madre.
La necesidad humana primaria es el apego. Si no se aborda, nuestras heridas de apego persistirán en nuestras vidas adultas y pueden ser la causa de que inconscientemente acomodemos nuestras vidas en torno a no activar la memoria emocional de soledad traumática. Esto es los que nos mantiene bloqueados en relaciones, trabajos o situaciones de las que necesitamos alejarnos.
La necesidad de reprimir la autenticidad para preservar el apego crea un modelo mental “esto/o” que puede permanecer con nosotros y ser proyectado en otras partes de nuestras vidas. La sanación viene de reparar este quiebre de tal forma que tanto las necesidades de autenticidad como las necesidades de apego puedan ser satisfechas de manera abundante dentro de uno mismo, y subsecuentemente en nuestras relaciones. Esto es precisamente el trabajo que hago al ayudar a las personas a sanar la Herida de la Madre, transformar “esto/o” en “los dos/y” que da a luz una nueva manera de Ser.
Esta reunión en el ser nos abre a la posibilidad de percibir incluso un “y” mayor; el lazo mayor de amor y pertenencia que permea toda la vida.
Necesidades de autenticidad: La experiencia de que nuestros seres reales sean vistos, aceptados y validados, incluyendo nuestros… 
- defectos y limitaciones
- fallas y errores
- grandeza y originalidad
- singularidades e idiosincrasias
- dones y talentos
- grandeza y originalidad
Necesidades de apego: Las necesidades de amor, seguridad y pertenencia incluyendo…
- ser visto y tratado con gentileza
- ser sostenido emocionalmente
- sentir que pertenece a una diada y grupos mayores
- contacto físico y afecto
- ser apoyado y comprendido
- sentirse seguro emocionalmente
No tenemos muchos modelos para cómo luce perseverar en este viaje de sanación y muchos se detienen prematuramente. Una pieza crucial es la disposición de estar presente con nuestro propio dolor. Como humanos es natural querer evitar el dolor, pero usualmente es la evitación del dolor lo que es más doloroso que el dolor en sí mismo. Es por esto que el apoyo es tan esencial. 
La herida comienza en relación y la mayor sanación ocurre en relación también.
Sin la resistencia que acompaña la narrativa mental, el dolor emocional puede ser profundamente limpiador, aclarador y liberador.
Cuando el dolor de esa soledad original de la infancia es contactado y sentido, surge una sensación poderosa de tierra. Cuando podemos permanecer conscientes y no dar la espalda a nuestro propio dolor emocional, estamos parándonos en el terreno firme del ser. Hay un inmenso alivio en darse cuenta de que está sintiendo el dolor profundo de la herida central y que ¡está vivo!. El dolor emocional que pensó podía destruirlo solamente le a dado a luz en el darse cuenta de su vastedad, en el ver que es mayor que cualquier emoción dolorosa.
¿Recuerda su niño interior? ¿El que conversaba con abejas, flores y mariposas? al enfrentar el dolor en su interior, recupera al pequeño niño esperando por usted en su interior. Su presencia en el dolor abre una puerta, donde su inocencia, vitalidad, juego, creatividad, risa y sabiduría puede fluir en su vida nuevamente.
En ese momento de permanecer consciente frente a su propio dolor, es posible entrever un ser mayor, el ser que es parte de todas las cosas. Y sentir el diálogo mental de su compasión que siempre le ha amado en cada rincón de su vida. Puede ver que nada ha estado nunca separado de su amor.
La herida de apego (o Herida de la Madre) puede ser un portal para realizar un vínculo de “apego” más profundo e indestructible que interconecta toda la vida. 
Al estar dispuesto a permanecer consciente en el dolor de ello, un velo es levantado.
Cada pizca del dolor emocional que valientemente se enfrenta, da vida a una expresión más robusta de su ser, de Lo Real.
Con el tiempo, nos damos cuenta que la seguridad máxima no surge de lo que la mente nos cuente, sino de vivir desde un dentro de presencia real, abierto y crudo en nuestro interior; ese “terreno” central que es revelado en el centro de nuestro propio dolor. Con el tiempo, tal vez una vida, nos aceptamos cada vez más que la seguridad no viene de la lucha o la actividad mental sino de un no-saber crudo y abierto que puede solamente guiarnos momento a momento. De esta forma, nos parecemos cada vez más a los niños, con la rendición de un niño pero con la profundidad y sabiduría que es forjado por la integridad radical que viene de enfrentar nuestro propio dolor.
Esta integridad radical es la base desde donde construimos nuestras vidas de autenticidad y servicio al todo.
Es una paradoja que al entrar en nuestra más profunda soledad, la soledad traumática de la infancia, tenemos la oportunidad de ver que nunca hemos sido separados de lo Divino. Todo el mundo entonces se convierte en nuestra base segura para exploración. Esta seguridad es tan vasta, este abrazo es eterno. Se da cuenta que es libre.
La vida se vuelve una serie de infinitas mudanzas hacia Lo Real.
Metabolizar su propio dolor le da la capacidad para encuerpar un nivel más potente de verdad. A medida que encuerpa esto, está sirviendo a quienes le rodean de una manera profunda. Su autenticidad profunda, su originalidad, su excentricidad, es la expresión más potente y estimulante de lo Divino. Irónicamente, las mismas cosas que tenemos que reprimir como niños se convierten en los mismos vehículos a través de los cuales lo Divino busca expresarse a través nuestro.
La verdad es que nuestra propia presencia es una con la presencia de lo Divino.
No tiene que hacer o ser nada en particular para que esto sea cierto. Ya somos y siempre hemos sido aceptados y amados cuidadosamente por lo divino. Esto se hace evidente en nuestra experiencia directa con el tiempo. Al comienzo es en destellos, pero esos destellos comienzan a expandirse hasta que se vuelven nuestro modo primario de ser. 
Sentirse seguro en su propia originalidad y adueñarse de su soberanía.
Las emociones dolorosas de la Herida de la Madre sirven para ayudarle a mudar las capas de adaptaciones disfuncionales de su niñez y alcanzar el centro de fuego vivo en su interior… y para caminar en el mundo cada vez más como la luz que libera.
De esta forma, la Herida de la Madre es una maestra. Cuando la sanamos, se transforma de una fuente de dolor a una fuente de sabiduría. Enfrentar el dolor no nos aniquila como el ego afirmaría, sino que nos hace nacer en una nueva relación con la vida, desde la separación hacia la unidad. Esa presencia en nuestro interior, el “Amado Interior” nos invita momento a momento hacia una comunión más profunda con él, a quitarnos nuestras máscaras, nuestra falsedad, nuestra confianza en la mente, nuestras defensas y vivir la vida desde una intimidad sin defensas.
Cuando un nuevo nivel de dolor se presenta a sí mismo para ser procesado, podemos verlo cada vez más como el “Amado Interior” haciéndonos señas para fundirnos con él en el fuego de la verdad, para mudar aún otra capa en unidad con el todo, para realizar el vasto abrazo donde nada en absoluto queda afuera.
En un nivel más profundo, la Herida de la Madre es una herida con la vida en sí misma. Y a medida que la sanamos en un nivel personal, entramos en algo universal. Cuando nos desintoxicamos de mensajes culturales y familiares, un espacio es creado en nuestro interior para irradiar energías poderosas que benefician toda la vida.
¿Cómo vivimos esto todos los días?
La verdad es destruyendo al ego. Esto se opone a todo que nuestra cultura nos ha enseñado. De hecho, nuestra cultura está diseñada para distraernos de la misma investigación que es necesaria para darse cuenta de esto en nuestra experiencia directa. Requiere coraje e integridad radical realmente VIVIR esto. Pero no hay nada más nutricio o estimulante.
Desde lo Real, nuestro lugar más poderoso es el poco glamuroso de enfrentar nuestras emociones en cada momento.
- Enfrentar nuestro dolor, tomar el tiempo para procesarlo investigarlo y ganar revelaciones
- Ver nuestras defensas adaptativas y escoger permanecer abiertos
- Abrazar nuestros lugares de vergüenza y activamente practicar auto-amor
- En términos de productividad, actuar solamente cuando estamos inspirados, de otra forma descansar
- Escudriñar nuestros momentos de falsedad y escoger ser reales
- Trabajar cada momento para no huir a conceptos de “final, hecho, destino”
Confianza en lo Real
-  Entusiasmo de estar vivo y en el misterio de la vida
- Emociones rebosantes de amor y compasión por si mismo y otros
- Estar cada vez más cómodo con no-saber y encontrar su hogar en cada momento
- Ocurrencias mágicas y sincronicidades
- Un nivel asombroso de claridad y viveza
- Un sentido profundo de maravilla y asombro
- Surgimiento periódico de “residuos traumáticos” que vienen para ser sentidos y disueltos en presencia
Cuando la seguridad interior está firmemente establecida, en el ser y en el Ser, es cuando un muro cae entre lo interior y lo exterior. (Solo note una sincronicidad, estoy escribiendo esto en Berlín, una ciudad en la cual un muro ha que separaba la ciudad en dos partes ha caído).
La Herida de la Madre es un punto potente de acceso para descubrir una verdad más profunda de quiénes somos. Y nuestra disposición para estar presente con el dolor de la Herida de la Madre es nuestro mayor aliado en el viaje de sanación. El dolor puede ser un portal al gozo de la auto-realización.



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