Inanna

El título de Inanna es el de Diosa del cielo y la tierra. Es una diosa cuya mitología es de carácter lunar, con un lado oscuro y otro luminoso. Está tocada con cuernos y muestra un bastón de serpientes. De acuerdo con su historia, su hijo- amante es muerto y resucitado, descendiendo anualmente al inframundo y volviendo a la vida. En el poema de su descenso, Inanna como luna es el principio vital que busca su propio sacrificio y renace de su propia oscuridad.

Laura Juarros Marín
Psicóloga - Terapeuta
Telefonos: 941234893.647059777 laurajuarros@yahoo.es

La importancia arquetípica de Innana estriba en su carácter más individualizado y en que es la primera diosa que conocemos que sufre como si fuera humana. Por tanto, puede expresar el drama de nuestro destino humano. Como mujeres podemos encontrar una imagen poderosa y valiente que es capaz de enfrentarse con lo más doloroso y profundo de sí misma, y salir transformada.
Según su historia, Inanna desciende al oscuro reino de su hermana Ereskhigal, despojándose una a una de sus galas diosas en cada una de las siete puertas del inframundo. Este desprendimiento significa el abandono del mundo material para llegar vacía al fondo del inconsciente. Cuando ha cruzado la última puerta se encuentra con su hermana Ereskhigal, quien fija en ella el “ojo de la muerte”, colgándola desnuda durante tres días de un gancho como si se tratase de un despojo.
Ninshubur, la fiel sirvienta de Innana, había sido advertida por la diosa de que pidiera ayuda en caso de que ella no regresara; entonces, apela al dios Enlil, luego a Nanna, pero no consigue nada de estos dioses del cielo y parientes. Finalmente Enki, dios del agua, responde enviando a dos criaturas mitad macho y mitad hembra. Estos seres suplican a Ereskhigal que devuelva a Inanna. Aquí nos encontramos con dos versiones:
En la primera, Ereskhigal está dando a luz y perdona a Inanna, que es devuelta a la vida y asciende como la luna tras sus tres días de muerte para ocupar de nuevo su sitio como reina del cielo.
En la otra, los dos seres lloran con Ereskhigal la muerte de su esposo, que había muerto. Ella, agradecida, devuelve la vida a Inanna. Pero para cerrar el ciclo tiene que elegir un sustituto que sea sacrificado en su lugar y escoge al esposo de Innana, Dumuzi. Inanna sufre por la separación de su amante y se lamenta por él, pero el sacrificio es inevitable para cerrar el ciclo; después Dumuzzi es resucitado como la vegetación. Inanna se convierte así en la reina del cielo, la tierra y el inframundo.
Es una historia que nos habla de regeneración tras la muerte. Inanna necesita hacer este viaje para completarse en el encuentro con sus propias profundidades, así como la luz debe emerger de las tinieblas para reaparecer en el siguiente ciclo. Las dos hermanas representan un todo: la Gran madre. Inanna es la luz y Ereskhigal la oscuridad. Inanna es despojada de sus siete prendas, como las siete etapas de la luna menguante.
Cuando Inanna está en el inframundo la vida se detiene en el exterior.
Un descenso puede producirse por una enfermedad grave, tras la muerte de un ser querido o cualquier otro suceso traumático. En nuestra cultura es difícil que descendamos voluntariamente como Innana. Pero pese a presentar mayor o menor resistencia, seguimos enfrentándonos a procesos inevitables en algún momento de la vida, esos que nos dejan “desnudas” frente a fuerzas más poderosas que nuestro ego. Estas crisis profundas nos obligan a enfrentarnos a zonas excluidas de la conciencia no sólo personal sino también colectiva, negadas y temidas, como la diosa Ereskhigal, que el abandono y el desconocimiento las hace más destructivas.
La mujer que vuelve del descenso no puede seguir siendo complaciente y mira con los ojos de la verdad, más allá de cualquier apariencia y convención, y no se engaña más a sí misma. Tiene una clara conciencia de lo que tiene que morir, aunque sea lo que más ama. Ha integrado en su naturaleza a su hermana oscura. Este mito hace del descenso un viaje sagrado, un aspecto inevitable de la condición humana. Es un proceso de iniciación, y puede ir acompañado de un aislamiento voluntario, generalmente muy mal comprendido por el entorno, ya que nuestra cultura sobrevalora la extroversión y esta iniciación exige el abandono de la seguridad de los valores colectivos que nos han sostenido hasta ese momento. El acercamiento sin juicios a lo que es nuestro dolor, la rabia, la frustración y la envidia..., con amor y empatía, nos ayuda a sanar la escisión y transformarnos.

Commentaires

Articles les plus consultés