Aceptar nuestra vulnerabilidad para abrazar nuestra totalidad

(Aunque el texto este escrito en femenino, es aplicable también a hombres. La vulnerabilidad no distingue género.)

Las máscaras (de la personalidad) que usamos en el día a día son necesarias para movernos en esta realidad de dualidad. Solo se convierten en un problema cuando nos identificamos con alguna de ellas (o varias) en nuestro intento de definirnos constantemente (intento en el que perdemos una tremenda energía creativa).
Una de las máscaras que más daño nos hace es la máscara de la mujer fuerte, la mujer poderosa, guerrera infatigable. Dentro de cada mujer hay una gran guerrera, fuerte y poderosa, todas podemos ser la gran sacerdotisa, sí, pero muchas de nosotras hemos aprendido a apoyarnos en ella como forma de sobrevivir a nuestras heridas. A veces nos llegamos a identificar tanto con la mujer fuerte que nos olvidamos de la mujer frágil y de que en nuestra vulnerabilidad habita una gran fuerza desconocida que nos llevará más allá de todo lo que conocemos y podamos imaginar.
Cuando esta no es aceptada, la vida nos coloca implacablemente en una situación de vulnerabilidad, con efectos más o menos visibles en el mundo exterior. Entonces se convierte en nuestra mejor maestra, porque nos lleva a los límites de todo lo que conocemos de nosotras mismas.
Así que resulta tremendamente Sanador aceptar nuestra fragilidad, aprender a amar y honrar nuestro yo herido, vulnerable, aprender a amar aquellos lugares donde sentimos que hemos fracasado. Porque es así como empezamos a sentirnos completas, porque de nuestra fragilidad y de nuestro dolor brotan las flores más hermosas, y porque no es lo mismo tener la voluntad de entregarse a la vida y a un poder superior, que entregarse por completo a la experiencia real y devastadora del dolor, la enfermedad, o el fracaso existencial o espiritual. En esos momentos es cuando nuestra entrega puede ser completamente auténtica. Es cuando abrazamos la totalidad de la vida, cuando se produce la entrega real y profunda, que nos lleva a soltar la necesidad de saber, fruto de un profunda humildad que se llena de asombro ante la vida.

Con amor,

Noraya

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