Cómo des-cubrir su piedra preciosa - Patricia May

¿Han observado un árbol cargado de frutos, desplegando sus ramas y el producto de su creatividad en total entrega, sin pretensiones, simplemente expresando su ser? Un nogal al dar sus nueces no pretende lucirlas, ni piensa quién las tomará o si servirán para algo, solo las dona a la vida, ya sea que estas caigan al suelo o sean comidas por un animal hambriento o disfrutadas por un ser humano. El árbol se da por el simple impulso interior de expresar su tesoro, aquel que lleva grabado en su semilla, donde se guarda la pauta básica que el universo le entrega a su esencia. El nogal desenvuelve su ser sin hacerse rollos con intenciones o dudas acerca del resultado de su acción o hacia quién va dirigida o qué uso harán los demás de ella. Responde a su íntima necesidad de expresar y crear. La vida como un todo sincronizado se encargará de que esa acción de dar frutos se integre al bien del sistema total.
Es indudable que los seres humanos somos más complejos. Sin embargo, y justamente por eso, las metáforas de la naturaleza nos sirven. Nos recuerdan nuestra íntima esencia, nos alivian esa necesidad profunda de retornar a las cosas fundamentales. Nos indican quiénes somos detrás de todas las construcciones fundadas en el ego y las complicaciones y vericuetos de la mente racional, que nos lleva a vivir en un constante cálculo de conveniencias y resultados, y nos impide expresar al centro de nuestro ser, de nuestra alma. La idea es aprender a moverse en la vida guiados por la necesidad interior de expresión y, desde ese núcleo, adaptar inteligentemente las conductas, y no al revés, como en forma corriente lo hacemos. Lo habitual es que nos movamos esperando tal o cual resultado, tal o cual provecho, sin preguntarnos o contactarnos siquiera con lo que en lo profundo queremos hacer o manifestar.
Este tema tiene que ver con cuáles son las fuerzas movilizadoras de nuestra vida. ¿Las que me dijeron que eran buenas? ¿El modelo de éxito y felicidad que me da el sistema? ¿Satisfacer las expectativas de los otros? ¿Conseguir ser apreciado y amado? ¿Destacar? O al revés: ¿tratar de esconderme para que no me vean? ¿Moverme o no moverme por mis miedos o inercias?
¿Estudio una carrera movilizado por el provecho económico que supuestamente me va a dar? ¿Soy amigo de ciertas personas porque me conviene? ¿Sigo con mi pareja por miedo a vivir solo? Lo más probable es que la acción motivada por intereses o inseguridades solo consiga hacernos evadir o tapar nuestra naturaleza, y, por eso mismo, no nos hará sentir plenos ni coherentes.
Este tipo de preguntas nos conducen a hacer cambios concretos importantes en la vida. También está la posibilidad de que sigamos haciendo lo mismo el mismo trabajo, la misma rutina, pero conectados con fuerzas motivacionales que sintamos más nuestras, inspiradas por una expresión más íntima y personal, dándonos el espacio para disfrutar y aportar a través de nuestras acciones. El proceso hacia la expresión de la propia integridad tiene que ver con ir concientizando, elaborando y liberándose de las inseguridades, miedos, expectativas y toda aquella gruesa capa que nos desconecta de la voz y el impulso básico del alma. La tradición me-soamericana dice que todo niño nace con una piedra preciosa en el centro de su corazón. Es tarea de cada uno descubrirla y hacerla brillar en la vida. Démosnos a la tarea.

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