Focusing

Allá por los años '60, Gendlin, entonces alumno de Carl Rogers, gran pionero de la psicología humanística, estaba realizando una investigación acerca del hecho de que algunas personas se veían muy beneficiadas por la terapia y otras no. Lo que encontró fue sorprendente. El éxito de la terapia tenía muy poco que ver con lo que hacían los terapeutas, cuánto podían exteriorizar los pacientes, lo bien o mal que estaban antes de comenzar la terapia, o si estaban motivados o no al comenzarla. Lo que más importaba era un cierto proceso que los pacientes exitosos parecían llevar a cabo natural y espontáneamente, cosa que no hacían los pacientes que fracasaban.
En algún momento, durante las dos primeras sesiones, los pacientes exitosos interrumpían lo que estaban diciendo, disminuían la velocidad de sus palabras, dejaban de mirar al terapeuta o miraban para abajo (o hasta a veces cerraban los ojos) y buscaban alguna respuesta interior que se encontraba justo en el borde de su conciencia. Cuando la respuesta llegaba, había una sensación de que ésta se ajustaba a la situación, con una resonancia que el paciente sentía internamente. En consecuencia había una liberación de la tensión, una respiración mas tranquila y, hasta a veces, alegría. La suma de varios momentos como estos durante muchas sesiones parecían resultar en una cura interior.
Uno de los aspectos más fascinantes de este proceso introspectivo de “buscar a tientas” era que los pacientes exitosos no lo aprendían de su terapeuta. Por el contrario, éste simplemente aparecía, como si la habilidad de saber escucharse eficazmente para sanarse estuviera impresa dentro y sólo necesitara del ambiente adecuado para emerger. Gendlin llamó a este proceso “Focusing”. Creyó, además, que se podría enseñar a la gente fuera de una terapia, como una técnica terapéutica de auto-ayuda.
Gendlin también se preguntó qué era lo que los pacientes exitosos buscaban y encontraban. No era simplemente un pensamiento interno – algo que venía de la “mente”- porque los que “focalizaban” parecían estar experienciando sensaciones en su cuerpo y además, porque mucha gente analítica que parecía entenderse a sí misma y que miraban su comportamiento no lograban ninguna mejoría. Tampoco era la experiencia de sentimientos y emociones en el sentido en que siempre pensamos en ellos, como por ejemplo “estoy furiosa con mi mamá” o “le tengo miedo a mi jefe”. Había claramente un gran número de personas que podían expresar muchas emociones fuertes durante la terapia, pero que no mejoraban.
Gendlin llamó a eso que experienciaban la “sensación sentida”, porque parecía sentirse en el cuerpo, y era también una sensación, más difusa y organísmica que las emociones comunes. Estas sensaciones sentidas podían llevar a comprensiones cognoscitivas profundas y sorprendentes - sólo si la persona les prestaba atención, escuchando de una manera paciente, sin juzgar. También había una cualidad especial de leve “distancia” de la sensación sentida - tú no te convertías en sensación sentida sino que sólo le prestabas atención. Si estuvieras totalmente inmerso en una emoción - si estuvieras totalmente triste o enojado - no podrías encontrar la sensación sentida. Como lo dice Gendlin, “Si quieres saber qué aroma tiene la sopa, no metas la cabeza dentro de ella”.
Ann Weiser Cornell, una alumna de Gendlin comenzó a darse cuenta, luego de 20 años de enseñar y practicar Focusing, que el núcleo del proceso de curación era esa cualidad especial de leve distancia y esa forma especial de relacionarse con la sensación sentida. Su trabajo, llamado “La Relación Interior” en Focusing, para distinguirlo del método de trabajo de Gendlin, está orientado a establecer una relación de escucha empática y aceptación entre el yo central y los sentimientos, experiencias y estados de conciencia que tenemos, que sentimos incompletos y nos lastiman. Entonces, en lugar de decir, “me siento triste”, la persona que focaliza es guiada a experienciar ese estado, a lo largo de los 20 a 60 minutos de la sesión, como “parte de mí está triste”, o “hay tristeza aquí dentro”. Después se guía al que focaliza para que se tome su tiempo para “acompañar” ese sentimiento triste y escucharlo como se puede escuchar a un amigo triste, sin hacer nada, ni tratar de alegrarlo, ni discutir con él, sino simplemente siendo su compañero compasivo. (Eventualmente, los que recién comienzan a focalizar tienen que aprender a mantener esta actitud esencial, ya sea focalizando solos, o con un amigo que también sepa Focusing). Una vez que, en este caso la tristeza, es alejada y “des-identificada” del yo íntegro, y es tratada como una parte separada aunque relacionada y asociada dentro del todo, el yo central puede convertirse muy fácilmente en un oyente cuidadoso y compasivo. Si esto pareciera no suceder, entonces se entiende que lo que ha pasado es que hay otra parte que está diciendo, “¡No! No quiero ser compasivo con esa tristeza.” Entonces la solución es que el yo central dirija su atención a esta parte que condena la tristeza, y le ofrezca su escucha.
Una vez que el focalizador que recién empieza comprende esto, siempre es posible llegar a un lugar de aceptación compasiva (que es diferente del acuerdo o el asentimiento) con su propia experiencia, sin importar lo difícil, doloroso o “inaceptable” que parezca ser. Se podría argumentar que los que focalizan están simplemente aprendiendo una actitud o “postura” particular con la que observan sus emociones. Yo diría, basándome en mi experiencia personal acerca de este estado de conciencia y con la experiencia de otros que focalizan, que esta “postura” es un aspecto intrínseco fundamental - posiblemente el aspecto más intrínseco y fundamental - de este estado de conciencia. El yo central siempre es capaz de ser comprensivo y compasivo. Esa es su propia naturaleza. Es un axioma en Focusing que nada en nuestro interior se sana o cambia cuando lo cuestionamos, lo castigamos, lo sermoneamos, le ponemos metas o cualquier otra cosa – típicamente lo que hacemos con cualquier pensamiento, sentimiento o comportamiento “inaceptable”. El único proceso que tiene posibilidad de sanarlos o cambiarlos, es dejarlos ser en nuestro interior, y que el yo central les brinde aceptación, escucha y empatía. Además, este proceso ha sido utilizado no solamente para sanar y escuchar sentimientos “aceptables” como la tristeza o la culpa, sino también para las adicciones, las compulsiones sexuales, la ira devastadora - las partes internas que la gente tiene, que hacen que sientan que no pueden confiar en su ser interior, que les hace creer que hay partes dentro suyo que son perversas, inclinadas al mal, “naturalmente” crueles y egoístas, despiadadas, poco confiables. Al ser traídas hacia la luz de la compasión, a la familia del Ser, estas partes se revelan no como diablos o monstruos, sino como protectores y guardianes de la integridad y existencia del Ser. Un poco por esta razón, Cornell a veces describe su trabajo como “La Aceptación Radical de Todo”.

Publicado por Clr. Beatriz Elena Giarrizzo
Muro de Focusing Integral

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