Descubre tu lado oscuro - María José Alvarez

Juzgamos sin conocer, nos enervamos ante situaciones insignificantes, condenamos... Lo que no queremos reconocer de nosotros mismos lo encerramos y sólo lo vemos en los demás. Hablamos de la sombra: descubrirla y aceptarla nos libera y nos convierte en héroes de nuestra propia existencia.

Muchas veces sucede que le cogemos manía a alguien que nos acaban de presentar o que nos pone nerviosos una situación concreta e insignificante. También ocurre que, de manera inconsciente, repetimos esos rasgos y actitudes que más nos molestan de nuestros padres. Detrás de todas esas actitudes aparentemente incomprensibles, está lo que la escuela de C. G. Jung llama "la sombra".
Todo lo que no conseguimos ver o entender de nosotros mismos - instintos, emociones, sentimientos, patrones de existencia y de conducta, actitudes, pensamientos que residen en nuestra psique pero que no son aceptados por nuestro "Yo" consciente - constituyen lo que en psicología se considera como "sombra". Esto engloba todo lo que no es social o culturalmente correcto, lo que ha supuesto una causa de rechazo por nuestros padres, educadores o nuestros iguales, lo castigado por las religiones o los dogmas que viven en nuestro inconsciente y sólo se manifiestan cuando lo vemos reflejado en el exterior. Lo que no estamos dispuestos a aceptar de nosotros, lo proyectamos y hallamos en las personas y situaciones que nos rodean, que actúan de espejo.
Por tanto, nuestra personalidad es dual. Por un lado está el "Yo", que es nuestra parte consciente. Desde ella creamos eso que los griegos llamaron "persona": la máscara con la que nos damos a conocer al mundo y que en realidad es una imagen idealizada de lo que nosotros mismos juzgamos como aceptable o correcto. Por debajo de esta tarjeta de presentación, estaría todo lo que hemos ido reprimiendo de nuestro ser con el tiempo, ya sea de forma consciente o inconsciente, y que hemos terminado olvidando.
El poeta y escritor norteamericano Robert Bly afirma que la primera infancia (hasta los tres años) es el momento de nuestra vida en el que somos realmente auténticos: estamos en estado puro, aún no hemos experimentado la necesidad de esconder instintos, sentimientos, actitudes o emociones. Sin embargo, este estado de pureza dura muy poco. A medida que crecemos, empezamos a asimilar ya, de manera inconsciente, qué aspectos se consideran correctos y cuáles no. Y en nuestra necesidad de ser aceptados y a mados, tejemos un saco invisible dentro de nosotros al que van a parar todas aquellas facetas de nuestra personalidad que desagradan a nuestros padres, educadores, compañeros... En definitiva, a nuestro entorno.

Las dos caras de la persona

La psicoterapeuta Joaquina Fernández, creadora y codirectora del Master de Comunicación Integral de la Universidad Alcalá, en Madrid, estima que "hay niños que esconden su delicadeza, creyendo que los familiares y los amigos les valorarán más si se muestran bruscos y fuertes. Esto también les sucede a los jóvenes en las pandillas, cuando necesitan ser reconocidos por el líder o liderar ellos mismos grupos con actitudes muy marcadas, que ellos aceptan, aunque se opongan a sus deseos o a la educación que han recibido."
Los contenidos de este saco están en función de los valores sociológicos de cada cultura y cada tiempo, puesto que el proceso de civilización consiste en desechar aquello que pone en peligro el buen funcionamiento de sus ideales.
Desechar al saco invisible todo lo que nos molesta, nos avergüenza o nos atormenta de nosotros mismos o de la sociedad no significa eliminarlo. Por el contrario, el saco adquiere vida propia convirtiéndose en un personaje oculto que nos asusta, porque aparece en el momento menos esperado y nos lleva a decir cosas inapropiadas o a tener enfrentamientos con personas en las que reconocemos eso que tanto detestamos porque ignoramos que reside en nostoros. Todo lo que reprimimos sale distorsionado. Así, por ejemplo, detrás de un hombre o mujer narcisista, arrogante y déspota, puede esconcerse una criatura insegura de sí misma y acomplejada. Esto se ve reflejado especialmente en el tema de la homosexualidad: las personas que la condenan dogmática y contundentemente es problable que escondan un impulso homosexual que no se han atrevido a reconocer.
De la misma manera, en la sociedad, los valores rechazados como la sexualidad, la agresividad o la envidia reaparecen en forma de fantasmagóricas guerras, terrorismo, violencia callejera, pornografía o televisión basura. La doctora en psicología y experta en Jung, María Pilar Quiroga, explica "cuanta más luz piensa que tiene un individuo o una sociedad más proyecta su sombra." Y pone como ejemplo lo que en nuestro país sucede con la política de izquierdas y con la de derechas: "La posición frente al otro grupo está cargada de negatividad. De esta forma, la emoción frente a lo políticamente "opuesto" demuestra, muchas veces, una actitut que ennegrece al otro y con la cual es muy dificil dialogar. Me refiero a esas proyecciones no racionales por las cuales se llega a discutir con una extraña furia e incluso llevarnos a perder amigos o familiares y que, en definitiva, te alejan del otro y demonizan a las personas contrarias", comenta.

Luz en la oscuridad

Varios expertos coinciden en que no todo lo que se reprime es negativo. Los psicólogos junguianos Francisco Grande y Robert Johnson aluden al enamoramiento (no al amor) y la idealización como otra manera de proyectar lo que cada uno tenemos reprimido. "Así, una mujer que se realiza a través de la carrera profesional de su marido, está proyectando en él su parte masculina (la acción y la lógica) que en ella vive en la sombra - comenta Francisco Grande - y un hombre que anhela una gran familia de la que se responsabiliza su esposa, mientras él permanece ausente como marido y padre proyecta sobre ella su parte femenina maternal que a él probablemente la sociedad le haya castrado". Cuando una persona idealiza a otra está proyectando lo más sublime de sí mismo en ese ser, olvidando que es imperfecto. En el proceso del enamoramiento los defectos de cada miembro de la pareja se olvidan, para después reaparecer como demonios que decepcionan y que pueden llevar hasta destruir la relación. La única solución es el amor consciente: ver al otro como un ser completo y saber que todo eso que nos duele y nos decepciona del otro, se produce porque ya estaba en nosotros antes.

Mundo dual

De la misma manera que no apreciaríamos el día si no existiera la noche, hemos de comprender que tanto el universo en el que vivimos como el ser humano son duales. Todo acto de luz viene acompañado siempre de otro de sombra. En nuestra vida cotidiana, cuando brillamos (por que tenemos un período de éxitos profesionales o personales) nuestro inconsciente necesita liberarse a través de la sombra y lo hace de formas distintas: a través de desajustes alimenticios o cuando vemos programas basura y películas violentas o discutimos. ¿Acaso una época especialmente brillante no acaba siempre estropeándose con algún detalle perturbador? Puede ocurrir que hayamos comido sano toda la semana o que los asuntos en el trabajo hayan sido inmejorables o que una tarde de deporte nos haya dejado profundamente relajados. Y, de pronto, todo parece estropearse por un alimento grasiento, la envidia o rivalidad de un compañero de trabajo, una disputa con su pareja que nos saca del estado de paz de golpe y porrazo. Respecto a esto, la especialista Joaquina Fernández afirma que "en realidad el hombre encuentra su sombra todos los días, porque el día y la noche de nuestras vidas forman las 24 horas de nuestra personalidad".
Profesionales y especialistas coinciden en hablar de la necesidad de iluminar la sombra. El primer paso es reconocerla, admitir que además de lo que queremos ser, somos también lo que nos avergüenza, lo que ocultamos. Benigno Morilla, psicoterapeuta y escritor, apela a la comprensión "porque comprender significa integrar", y asegura que lo más importante para lograr esto es la honestidad, la sinceridad y las ganas de hacerlo. "La mayor parte de la gente desprecia la entrada profunda en su psique por el miedo a encontrarse con algo terrible, cuenta. María Pilar Quiroca nombra a Jung cuando dice "no basta con ser conscientes de nuestra sombra; hemos de responsabilizarnos de ella de tal forma que evitemos proyectarla". Sin embargo, iluminar la sombra no es un proceso puntual, sino todo lo contrario: se trata de una aventura eterna y vitalicia.

Recuperar la sombra

Pocas personas recuperan su sombra viendo en ellos una forma de crecimiento personal. La mayoría entran en contacto con ese mundo interior porque sufren crisis personales reiterativas: separaciones, insetabilidad laboral, enfrentamientos continuos del mismo tipo, depresiones o hasta enfermedades.
Las formas de entrar en contacto con la sombra son múltiples. Se puede realizar a través de una terapia psicológica convencional o gracias a la libre asociación simbólica incluso llegando al inconsciente a través de los sueños y otros mecanismos. Francisco Grande aporta un ejemplo. Recuerda el caso de una paciente, la cual tenía una vida aparentemente plena y equilibrada, pero emocionalmente se encontraba insatisfecha. Soñaba continuamente con toda suerte de animales torturados y asesinados. "Lo que le decían esos sueños era que con su vida perfecta estaba sacrificando su espíritu salvaje y su fuerza interior", explica el especialista. Tras la terapia dejó su vida armoniosa e infeliz, estudió veterinaria y hoy trabaja con perros.
Y es que detrás de todo lo que nos hace daño, nos avergüenza o nos repulsa, suele haber una potencialidad positiva que, cuando conseguimos rescatarla, nos beneficia intensamente. Los expertos en el tema coinciden en afirmar que es la oscuridad la que nos ayuda a crecer, equilibrándonos y poniéndonos en el lugar en que tenemos que estar. A este respecto, Joaquina Fernández nos recuerda que "la sombra recoge la luz del hombre. Sería el "Yo" dormido, inutilizado, que dentro de su caparazón esconde nuestras grandes cualidades: aquellas verdades que nos permitirán llegar a ser todo lo que necesitamos ser."
Un acto simbólico
Una de las formas más prácticas y sanas para responsabilizarnos de la sombra y equilibrarla es a través de un acto simbólico. Nuestro inconsciente no distingue entre la realidad y la metáfora, por tanto para que pueda descargar la sombra de una manera no dañina, el mejor modo es a través de lo que Benigno Morilla, psicoterapeuta y escritor, llama la escenificación de la sombra. La vía puede ser escribiendo, dibujando o representando eso que tanto nos asusta para de esta manera integrarlo y aceptarlo. Sin embargo no siempre sabemos qué nos asusta. Para ello, Jung recomendaba la imaginación activa: quedarse a solas, dejar la mente en blanco y escuchar o visualizar las imágenes que vengan a ella, escribiéndolas o dibujándolas después.
Las Vías de Iluminación
Todas las piscoterapias iluminan la sombra de una u otra manera ya sea a través de constelaciones familiaras, de la EMRD o el psicodrama, cada una de ellas aporta al invididuo el conocimiento necesario para un buen desarrollo. Sus principales claves son las siguientes:

  1. Constelaciones Familiares: Inspiradas en las teorías del psiquiatra Bert Hellinger, la familia aparece como un sistema que une a sus miembros a través de unas pautas; los que no se adaptan a éstas son excluirdos. La psicóloga Brigitte Champettier afirma que "nuestra parte admitida es la fidelidad que tenemos a aquellos misembros aceptados por el sistema familiar. La parte sombra, por el contrario, es fidelidad a los que el sistema ha dado la espalda". La terapia consiste en escenificar el árbol genealógico.
  2. EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing): A través de la estimulación visual, auditiva o táctil, se induce a un estado de relajación que facilita la conexión de ambos hemisferios cerebrales, accediendo a las emociones reprimidas (hemisferio derecho), procesados por el paciente desde su parte racional (hemisferio izquierdo). Victoria Cadarso, directora del Instituto de Enseñanzas y Terapias Integrales, explica que la efectividad del método reside en que "el propio paciente es quien consigue solucionar sus conflictos no resueltos".
  3. Psicodrama: Según explica el médico y psicodramista Pablo Población, a través de distintas herramientas, como una representación grupal o la invención de un cuento, el sujeto toma contacto con actitudes aprendidas en la infancia y que condicionan su vida presente, desestructurando la máscara creada.




Fuente: Psychologies

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