Quinta tarea: El servicio a lo irracional

En esta parte del cuento Vasalisa le ha pedido fuego a Baba Yagá y la Yagá accede a dárselo... pero sólo en el caso de que, a cambio, ella se preste a hacerle algunas tareas domésticas. Las tareas psíquicas de esta fase de aprendizaje son las siguientes: Quedarse con la bruja, aclimatarse a los grandes poderes salvajes de la psique femenina. Comprender su poder (el propio poder) y el de las purificaciones interiores; limpiar, clasificar, dar de comer, construir energías e ideas (lavar la ropa de la Baba Yagá, guisar para ella, limpiarle la casa y clasificar los elementos).
No hace mucho tiempo, las mujeres mantenían una estrecha relación con los ritmos de la vida y de la muerte. Aspiraban el intenso olor a hierro de la sangre fresca del parto. Y lavaban también los cuerpos medio fríos de los muertos. La psique de las mujeres modernas, sobre todo de las que pertenecen a las culturas industriales y tecnológicas, se ven privadas a menudo de estas benditas y fundamentales experiencias de transmisión directa. Pero hay un medio para que la novata participe plenamente de los delicados aspectos de los ciclos de la vida y la muerte.
Baba Yagá, la Madre Salvaje, es la maestra a la que podemos recurrir en estas cuestiones. Ella enseña cómo ordenar la casa del alma. Infunde en el ego un orden alternativo, en el que la magia puede ocurrir, la alegría es posible, el apetito permanece intacto y las tareas se llevan a cabo con placer. Baba Yagá es el modelo de la fidelidad al Yo. Enseña la muerte y la renovación.
En el cuento, le enseña a Vasalisa a cuidar de la casa psíquica de lo femenino salvaje. La colada de Baba Yagá es un símbolo extraordinario. En los países arcaicos, todavía en la actualidad, para lavar la ropa hay que bajar al río y allí se hacen las abluciones rituales que la gente lleva haciendo desde tiempos inmemoriales para renovar la ropa. Es un símbolo espléndido de la purificación de toda la orientación de la psique.
En la mitología, el lienzo tejido es obra de las madres de la Vida/ Muerte/Vida. Por ejemplo, en el Viejo Continente tenemos a las Tres Parcas: Cloto, Láquesis y Átropo. En el Nuevo Continente tenemos a la Na’ashjé’ii Asdzáá, la Mujer Araña que regaló el don del tejido a los diné (los navajos). Estas madres de la Vida/Muerte/Vida enseñan a las mujeres la sensibilidad necesaria para identificar lo que tiene que morir y lo que tiene que vivir, lo que se tiene que cardar y lo que se tiene que tejer. En el cuento, Baba Yagá encarga a Vasalisa hacer la colada para que este tejido, estos dibujos que conoce la diosa de la Vida/Muerte/Vida, salgan al exterior y afloren a la conciencia; para transmitirlos, lavarlos, renovarlos.
Lavar algo es un ritual de purificación eterno. Significa no sólo purificar sino también —como el bautismo, del latín baptisma, ablución, inmersión— empapar, impregnar de numen espiritual y misterio. En el cuento, la colada es la primera tarea. Significa tensar de nuevo lo que se había aflojado con el uso. Las prendas de vestir son como nosotras, se siguen llevando hasta que, como nuestras ideas y nuestros valores, se aflojan con el tiempo. La renovación, la vivificación, tiene lugar en el agua, en el redescubrimiento de lo que realmente consideramos verdadero, de lo que realmente consideramos sagrado.
En el simbolismo arquetípico, las prendas de vestir representan la persona, lo primero de nosotros que ven los demás. La persona es una especie de camuflaje que sólo permite a los demás ver de nosotros lo que nosotros queremos que vean y nada más. Pero la persona tiene también otro significado más antiguo, el que se encuentra presente en todos los ritos mesoamericanos y que tan bien conocen las cantadoras, cuentistas y curanderas. La persona no es una simple máscara detrás de la que uno se oculta sino una presencia que eclipsa la personalidad exterior— En este sentido, la persona o máscara es un signo de categoría, virtud, carácter y autoridad. Es el significador exterior, la exhibición externa de dominio.
Me encanta esta tarea de iniciación que exige a la mujer purificar las personas, las prendas de la autoridad de la gran Yagá del bosque, Lavando la ropa de la Yagá, la mujer verá cómo se cosen las costuras de la persona y qué patrones siguen los vestidos. Y no tardará en tener algunas de estas personas en su armario entre otras que ha confeccionado a lo largo de toda su vida.
Se comprende fácilmente que los signos de poder y autoridad de la Yagá — sus prendas de vestir— estén hechas tal como es ella desde un punto de vista psicológico: fuerte y resistente. Lavar su ropa es una metáfora a través de la cual aprendemos a presenciar, examinar y asumir esta combinación de cualidades. Aprendemos a clasificar, remendar y renovar la psique instintiva por medio de una purificatio, un lavado o purificación de las fibras del ser. 
La siguiente tarea de Vasalisa es barrer la cabaña y el patio. En los cuentos de hadas de la Europa oriental, las escobas suelen estar hechas con ramas de árboles y arbustos y, a veces, de raíces de plantas fibrosas. La misión de Vasalisa es pasar este objeto hecho con materia vegetal por los sucios de la casa y el patio con el fin de eliminar los desechos. La mujer sabia mantiene ordenado su am- biente psíquico, Y lo hace conservando la cabeza clara, conservando un espacio libre para su trabajo Y esforzándose por llevar a feliz término sus ideas y proyectos.
A muchas mujeres dicha tarea les exige que cada día dejen libre un espacio para la meditación, un espacio para vivir que sea indiscutiblemente suyo y con papel, plumas, pinturas, herramientas, conversaciones, tiempo y libertades destinadas exclusivamente a este fin muchas de ellas adquieren ese tiempo y ese lugar especiales para el trabajo a través del Psicoanálisis la contemplación, la medi- tación, la aceptación de la soledad y otras experiencias de descenso y transformación. Cada mujer tiene sus preferencias, su manera de hacer.
Si la tarea se puede llevar a cabo en la cabaña de Baba Yagá, tanto mejor. Pero incluso el hecho de llevarla a cabo en las inmediaciones de la cabaña es mejor que lejos de ella. En cualquier caso, hay que ordenar la vida salvaje con regularidad. No es bueno acudir a ella un día o unos cuantos días al año.
Pero, puesto que lo que barre Vasalisa es la cabaña de Baba Yagá y puesto que se trata del patio de Baba Yagá, estamos hablando también de mantener claras y ordenadas las ideas insólitas. Entre estas ideas se incluyen las que son poco habituales, las místicas, espirituales y extrañas.
Barrer la casa significa no sólo valorar la vida no superficial sino también preocuparse por su limpieza. A veces las mujeres se hacen un lío con el trabajo espiritual y descuidan su arquitectura hasta el punto de que la maleza la invade. Poco a poco las estructuras de la psique se van llenando de malas hierbas hasta convertirse prácticamente en una ruina arqueológica oculta en el inconciente de la psique. Un cíclico y decisivo barrido impedirá que eso ocurra. Cuando las mujeres limpian el espacio, la naturaleza salvaje se desarrolla mejor.
Cuando queremos guisar para Baba Yagá, nos preguntamos literalmente, ¿cómo se da de comer a la Baba Yagá de la psique, qué se le da de comer a una diosa tan salvaje? En primer lugar, si alguien quiere guisar para la Yagá, tiene que encender el fuego; una mujer tiene que estar dispuesta a arder al rojo vivo, a arder con pasión, a arder con palabras, con ideas, con deseo de cualquier cosa que ella aprecie sinceramente. Esta pasión es la que, de hecho, permite guisar y lo que se guisa son las sólidas ideas originales de una mujer. Si alguien quiere guisar para la Yagá tiene que procurar que debajo de la propia vida creativa haya un buen fuego.
A casi todas nosotras nos irían mejor las cosas si nos acostumbráramos a vigilar el fuego que arde debajo de nuestro trabajo, si vigiláramos con más detenimiento el proceso de cocción destinado a alimentar el Yo salvaje. Demasiado a menudo nos apartamos de la olla, de la cocina. Nos olvidamos de vigilar, de añadir combustible y de remover. Pensamos erróneamente que el fuego y la cocción son como una de esas resistentes plantas de interior que pueden pasarse ocho meses sin agua antes de perecer. Pero no es así. El fuego necesita, exige vigilancia, pues la llama se apaga fácilmente. Hay que dar de comer a la Yagá. El hecho de que pase hambre se paga muy caro.
Por consiguiente, la elaboración de nuevos platos completamente originales, de nuevos rumbos, de compromisos con el propio arte y el propio trabajo es la que constantemente alimenta el alma salvaje. Estas mismas cosas alimentan a la Vieja Madre Salvaje y le dan sustento en nuestra psique.
Sin el fuego, nuestras grandes ideas, nuestros pensamientos originales y nuestros anhelos y aspiraciones no se podrán guisar y todo el mundo quedará insatisfecho. Por otra parte, cualquier cosa que hagamos complacerá a la Madre Salvaje y nos alimentará a todas, siempre y cuando tenga fuego.
En el desarrollo de las mujeres todas estas acciones "domésticas", el guisar, el lavar, el barrer, cuantifican algo que rebasa los límites de lo ordinario. Todas estas metáforas ofrecen maneras de pensar, medir, alimentar, fortalecer, limpiar y ordenar la vida espiritual.
Vasalisa es iniciada en todas estas cosas y su intuición la ayuda a realizar las tareas. La naturaleza instintiva tiene la habilidad de medir las cosas a primera vista, pesar en un instante, limpiar los desperdicios que rodean una idea, identificar la esencia de las cosas, infundirle vitalidad, guisar las ideas crudas y preparar comida para la psique. Vasalisa, por medio de la muñeca de la intuición, aprende a clasificar, comprender, organizar y mantener limpia y en orden la casa psíquica.
Aprende, además, que la Madre Salvaje necesita mucho alimento para poder cumplir su función. A Baba Yagá no se la puede poner a régimen con una hoja de lechuga y una taza de café cargado. Si la mujer quiere estar cerca de ella, tiene que comprender que a la Madre Salvaje le apetecen ciertas cosas. Para poder mantener una relación con lo antiguo femenino hay que guisar mucho.
Por medio de todas estas tareas Baba Yagá enseña y Vasalisa aprende a no retroceder ante lo grande y poderoso, lo cíclico, lo imprevisto, lo inesperado, la, vasta e inmensa escala del tamaño de la naturaleza, lo raro, lo extraño y lo insólito.
Los ciclos femeninos según las tareas de Vasalisa son los siguientes: Purificar los propios pensamientos y renovar regularmente los propios valores. Eliminar las trivialidades que ocupan la psique, barrer el propio yo, limpiar con regularidad los propios pensamientos y estados emocionales. Encender un fuego duradero debajo de la vida creativa y guisar sistemáticamente ideas significa sobre todo guisar con originalidad mucha vida sin precedentes para poder alimentar la relación entre la mujer y su naturaleza salvaje.
Vasalisa, gracias al tiempo pasado al lado de la Yagá, asumirá finalmente una parte de los modos y el estilo de la Yagá. Y nosotras también. Nuestra misión, a nuestra limitada manera humana, será ajustarnos a ella. Y eso es lo que aprendemos a hacer, aunque nos sintamos al mismo tiempo intimidadas, pues en la tierra de Baba Yagá hay cosas que vuelan por el aire de noche y que se despiertan de nuevo al rayar el alba, todas ellas llamadas y evocadas por la naturaleza instintiva salvaje. Están los huesos de los muertos que nos siguen hablando, están los vientos, los destinos y los soles, la luna y el cielo, y todo eso vive en el interior de su gran baúl. Pero ella mantiene el orden. El día sigue a la noche y una estación sigue a otra. Baba Yagá no actúa al azar. Es Rima y Razón.
En el cuento, la Yagá descubre que Vasalisa ha terminado todas las tareas que se le han encomendado y se alegra, aunque también se decepciona un poco por el hecho de no poder regañar a la chica. Por consiguiente, para asegurarse de que Vasalisa no dé nada por descontado, Baba Yagá le dice: "Que hayas llevado a cabo el trabajo que te encomendé no significa que lo puedas volver a hacer. O sea que aquí tienes otro día de tarea. A ver cómo te las arreglas, querida, de lo contrario ... "
Una vez más, gracias a la ayuda de la guía intuitiva, Vasalisa termina el trabajo y la Yagá le da a regañadientes y refunfuñando su aprobación, el tipo de aprobación que suelen dar las viejas que han vivido mucho tiempo y han visto muchas cosas que preferirían no haber visto, aunque se enorgullezcan en cierto modo de haberlo hecho.

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