La Sanación: Trae la suavidad, trae el fuego - Jeff Foster

Veo a las personas a mi alrededor y puedo ver su inherente belleza, su tremendo potencial, lo que son capaces de hacer en este mundo. Veo también sus bloqueos, aquello que los está frenando a causa del miedo, vergüenza o enojo sin procesar.
Me doy cuenta de la aflicción sepultada en lo profundo dentro de sí mismos. Siento su rabia inconsciente, esa rabia que no pueden contactar o admitir.
Veo la versión ‘sana’ o ‘despierta’ de la gente. Veo quienes podrían ser, si superaran sus traumas y programaciones atemorizantes y pudieran avanzar plenamente en sus vidas y tomar su poder.
Esto es una bendición y una maldición para mí…
Por un lado, quiero honrar el lugar donde están, honrar los pasos que han dado,
Quiero felicitarlos por lo que ya han sanado,
Bendecirlos, aceptarlos, validarlos, hacerles saber que se encuentran en el lugar exacto en que deben estar hoy.
Y por otro lado, siento entusiasmo y esperanza también por sus perspectivas de sanación.
Veo su verdadero poder, la manera en que podrían brillar si rompieran sus condicionamientos y pudieran abrirse, si sus traumas más profundos pudieran ser bañados con amor, si le permitieran a sus verdaderos seres brillar de forma plena en este mundo, si dejaran de esconderse y le ofrecieran al mundo sus dones creativos.
Hablo como aquel que solía esconderse en su habitación lleno de miedo hacia el mundo, aterrorizado por “lo que la gente pensara de mí”. El mismísimo pensamiento de decir mi verdad, compartir mi arte y mostrarme al mundo, me hacía temblar y vomitar por el miedo. Mis traumas sin sanar me estaban drenando mi vitalidad y me estaban dejando totalmente exhausto.
Sé que sanar es posible.
Existen dos riesgos en esto:
Uno: termino honrando tanto “el lugar donde ellos se encuentran” que no cambian, ya que se sienten cómodos e incluso complacientes siendo de “la manera en que son” y esto no permite que ocurra ningún cambio. Incluso después de años siguen actuando bajo los mismos patrones.
Dos: los empujo de tal manera, alentándolos a dar pasos que aún no están preparados para dar, o que no son capaces de darlos desde el lugar en que se encuentran. Les disparo dentro sí mismos un profundo malestar, vergüenza e incluso rabia, y sus defensas se intensifican de tal modo que se cierran. Se sienten no respetados, no vistos, e incluso criticados.

Existe un dulce lugar en el medio, y es el lugar donde ocurre la magia en la terapia; este trabajo de sanación constituye una danza constante y un acto delicado de equilibrio.
Somos llamados a caminar junto a nuestros consultantes acompañándolos en sus puntos de mayor desafío, aquellos lugares en carne viva y de dolor donde la verdadera transformación puede ocurrir.
Somos llamados para mantener la visión de lo que ellos podrían ser mañana, y al mismo tiempo honrar el lugar donde hoy se encuentran. Somos llamados para honrar los pasos que han dado, pero aún así empujarlos suave y amorosamente hacia los siguientes pasos, los pasos que dan miedo, ¡los pasos que realmente no quieren dar!
El libro que quieren escribir, el curso que quieren enseñar, el arte que quieren hacer, el camino que quieren tomar, las palabras que anhelan decir…
Aceptar, y alentar al otro. Presencia…y un tierno empujón hacia el lugar doloroso, avergonzante, atemorizante...un amable golpecito en la oscuridad y lo desconocido.
Algunas veces empujo demasiado sí.
En mi entusiasmo por la transformación, voy demasiado rápido, y tengo que reconocer mi propia frustración.
Sí, puede ser frustrante, ver el potencial de alguien, y verlo huir de éste. Este es mi desafío: unirme a alguien en el lugar donde está, sin empujar demasiado ni sin querer, avergonzarlo por no estar “más adelante en el camino”; amarlos como son, con amabilidad y gran suavidad, comprensión y compasión.
Algunas veces no presiono lo suficiente, y tengo que reconocer mi propio miedo y mi duda, mi propia preocupación por “empujar demasiado”, y hacerlos sentir incómodos, y hasta retraumatizarlos. Este es también un gran desafío: ser capaz de empujar a alguien lo suficiente como para incomodarlo, y no frenarse por el llamado de la falsa noción de “amabilidad” o “compasión”. ¡El amor puede ser salvaje y apasionado también!
Provocativo, incluso enojarse.
Algunas veces las personas quieren un empujón.
Otras veces solo quieren un oído amigable.
Algunas veces quieren un empujón, pero no lo saben realmente. Los sentimientos han sido sepultados en lo profundo de su inconsciente y están huyendo de lo que realmente anhelan.
He leído tantos mensajes de amigos y consultantes en los que decían: “Jeff, me empujaste tanto en aquel momento, y te odié. Me dolió terriblemente escucharte decir aquello sobre mí. Disparaste profundos sentimientos de vergüenza y enojo en mí. Pero me doy cuenta ahora de que fuiste el único que se preocupó lo suficiente como para empujar, sentir pasión, decir la verdad sobre mí, que nadie más había dicho…”
En mi momento, yo también he dicho las mismas palabras.
No hay respuestas FÁCILES en este mundo de la sanación. Debemos ser humildes e inclinarnos a los misterios de la alquimia. Lo más importante es que permanezcamos presentes, curiosos, y seamos honestos con nosotros mismos, y con el otro.
Darnos cuenta donde empujamos demasiado, y donde a veces, no estamos empujando lo suficiente.
Sentir cuando nos encontramos en el dulce y sanador lugar del medio.
En su afán por la verdad, el amor presiona y empuja, empuja y presiona, como las olas del océano…

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