Jung y la alquimia, o la psicología profunda - Brigitte Boudon

Brigitte Boudon, profesora de filosofía, fundadora de Jueves Filosoficos en Marsella, autor de las obras: Les voies de l'immortalité dans la Grèce antique, Symbolique de la Provence, Symbolisme de l’arbre, Symbolisme de la croix.

El encuentro de Jung con la alquimia data de 1928 (hace 53 años) cuando el sinólogo Richard Wilhelm (que ya ha estudiado y traducido el I Ching) le dirige un texto "el Misterio de la Flor de Oro" y le pide escribir un comentario psicológico, lo que Jung hará. El Comentario sobre el Misterio de la Flor de Oro hoy traducido y publicado. Se trata de un tratado de alquimia taoísta que describe las cuatro etapas de una "revolución de la luz" con el fin de la eclosión de una semilla inmortal, un nuevo nacimiento del ser.
Jun encuentra en este texto el eco de sus propias búsquedas de ese entonces: los mandalas que el dibuja y aquellos de sus pacientes que le parecen la respuesta exacta de la alquimia espiritual de la obra china. Este encuentro puede ser interpretado como un ejemplo remarcable de las "sincronicidades" a las que Jung luego dedicará un ensayo. Marca en todo caso el final de su dificil periodo iniciado en 1913 - finaliza el Libro Rojo en 1930 en medio de una frase - y abre la vía a las investigaciones sistemáticas sobre la alquimia que nunca cesará, hasta su muerte.
El no dejará demostrar el paralelo sorprendente existente entre las imágenes de los viejos tratados alquímicos y las producciones oníricas resultados de sueños y dibujos de sus pacientes o de sí mismo.
"Así encontré al final el terreno que había sido la base de mis propias experiencias, durnte los años 1913 a 1917; pues el proces por el cual jo había pasado correspondía al proceso de metamorfosis alquímica." Mi vida, página 244
Si hay concordancia entre las imágenes de la alquimia y las del inconsciente del hombre moderno, esto demuestra la existencia de los arquetipos y del inconsciente colectivo. En su libro Psicología y alquimia, el escribe:
"El secreto de esta filosofía alquímica es la metamorfosis de la personalidad, gracias a la mezcla y a la síntesis de estos nobles factores y de sus componentes brutos, la alianza de funciones diferenciadas y de aquellas que no lo son, en resumen, las bodas, dentro del ser, de su consciente y de su inconsciente."
¿Qué pasa con la alquimia en el momento en el que Jung estudia esta disciplina y se da cuenta del paralelo con la psicología de las profundidades? E menudo está cargado de sarcasmos o, en el mejor de los casos de una indulgente conmiseración por los espíritus positivos que ven en ella un estado pre-científico del pensamiento. No se recupera mucho de la ejecución que hizo el cientificismo del siglo XIX. Bachelard fue uno de los primeros en volver a darle un lugar de elección en sus estudios sobre lo imaginario, pero continúa su camino subterráneo, gracias a algunos como el misterioso Fulcanelli, y luego Eugene Canseliet.
Como expresión de la tradición hermética, la alquimia nunca ha dejado de existir. Bajo su doble forma, espiritual y operativa, la alquimia es la expresión de una tradición que remonta a Hermes Trimegistro, y que a través de Babilonia, el Egipto y el mundo árabe, se ha expandido en Occidente, constituyendo una de las vías del esoterismo. En Oriente, uno encuentra también esta tradición en China, notablemente en el taoismo.
Cada adepto se propone regenerar la materia acelerando la evolución de los metales y purificándolos hasta la obtención de la Piedra Filosofal -o elíxir de la juventud-; esta transmutación pone en juego los 4 elementos, 3 principios (Azufre, Mercurio, Sal) y la energía cósmica completa. El alquimista busca finalizar el trabajo de la Naturaleza, respetando y admirando el trabajo del Creador.
¿Qué aporta la psicología de las profundidades?
La psicología se ha construido sobre un quiebre, una brecha, fuente de neurosis para muchos individuos desarraigados y desorientados; el mundo se ha vaciado de la presencia viva del simbolismo y el hombre ha olvidado "el tiempo donde la consciencia no pensaba más sino que percibía (...) el pensamiento se sentía como una aparición y por decirlo así visto y escuchado. Era entonces natural que en ese tiempo el simbolismo alquímico hablara a los hombres de manera directa, no intelectualizada. La psicología actual del inconsciente no podía nacer sino de esta ruptura de la unión mística del hombre y la naturaleza."
"Desde que las estrellas han caído del cielo y que nuestros símbolos más sublimes han palidecido, una vida secreta reina en el inconsciente. Es por esto que tenemos en nuestros días una psicología, y es por esto que hablamos del inconsciente. Todo esto sería totalmente inútil en una época y en una forma de civilización que tiene símbolos."
Además, la alquimia permite comprender el vínculo existente entre la Gnosis cristiana, la Cábala judía y la psique actual. Reconstruye la continuidad del filon esotérico, entre pasado y presente, como también entre Oriente y Occidente.

El proceso de individuación y las etapas de la obra alquímica

Así, el hombre experimenta un sentimiento de incompletud, de nostalgia de un origen, de una Totalidad hacia la cual tiende con todo su ser y a través de múltiples transformaciones, a lo largo de su existencia. El yo, que permite una toma de consciencia de su realidad física separándose de su lugar de origen (inconsciente), debe progresivamente abrirse para integrar, en etapas sucesivas, los contenidos del inconsciente ampliando el asiento de la consciencia.
Este proceso es llamado por Jung individuación ( de in-divis, aquel que no está dividido, aquel que está en proceso de re-convergencia de opuestos separados ). En este periplo, el viajero debe primero encontrar su sombra y aprender a vivir con este aspecto de si mismo que con frecuencia es aterrador: no hay totalidad sin reconocimiento de opuestos. Encuentra o cualquier otro nombre o forma elegida para designar el arquetipo de la totalidad, el Si Mismo.
Encuentra también los arquetipos del inconsciente colectivo y enfrenta el riesgo de sucumbir a su extraña fascinación. Si no es aterrorizado, ni fascinado, termina por encontrar "el tesoro dificil a alcanzar", el cuerpo de diamante, la Flor de Oro, el lapislázuli
El Si mismo es el Centro / Totalidad / Finalidad de la vida psíquica, el ser verdadero.
En esta dialéctica del Yo y del inconsciente, la reconciliación de los contrarios es el principio que va a gobernar cada una de las etapas del proceso.
Las cuatro etapas del proceso de individuación están marcadas por el encuentro del Yo con cuatro grandes arquetipos:
LA SOMBRA
EL ARQUETIPO SEXUAL (Anima - Animus)
EL ARQUETIPO LUZ
EL SI MISMO
Del mismo modo, las fases clásicas del trabajo alquímico son cuatro. Ellas tienen una relación con el ciclo arquetipal "muerte y resurección" encarnado por el ciclo de las estaciones.
En el plano alquímico, se distinguen por el color que toma la materia en las diferentes fases operativas: calcinación (negro), lixiviación (blanco), sublimación (amarillo), para obtener la incandescencia (rojo).
La tradición alquímica se apoya sobre una concepción tripartita del hombre: Espíritu-Alma-Cuerpo o respectivamente Azufre - Mercuro - Sal.
Para quien comienza el proceso alquímico, todo es aún en potencialidad y mezclado en lo que los Alquimistas llaman la Materia Prima, imagen simbólica del inconsciente.
En este estado, el Yo es más una máscara (persona) que una identidad profunda, pues se ha forjado en función de criterios familiares y sociales (apellido, nombre, profesión, etc...) que le son transmitidos desde el exterior y que el no ha relacionado con su identidad profunda. Es en este estado que somos más "mortales" y corruptibles porque nos identificamos a una máscara efímera y perecedera e ignoramos prácticamente todo de nuestras potencialidades.
La obra alquímica tendrá por objetivo diferenciar poco a poco esos constituyentes purificándolos y recombinándolos innumerables veces, según la expresión célebre "resolver y coagular".
Se desarrolla en un crisol hermético llamado athanor. Es, en el plano psicológico, el símbolo de nuestra interioridad en el sendo del cual se va a operar el proceso de individuación.

Las cuatro fases del trabajo alquímico

1. Nigredo - el Trabajo del Negro

Para comenzar el proceso, hace falta ser capaz de decirse: "Yo no soy quien yo creía ser hasta ahora: no soy ni mis proyectos, ni la imagen que los otros y yo mismo tengo de mi, soy un desconocido y me busco." La primera fase del trabajo consiste entonces a tomar consciencia de su propia confusión interior confrontando el Yo a aquello que ha rechazado en el inconsciente personal: su sombra.
La sombra reside dentro del inconsciente personal. Es como proyectada por la persona que nos permite "brillar" en sociedad. Contiene los deseos - pulsiones que no han podido adaptarse al mundo. Esta contraparte del yo consciente tiene una tendencia natural a proyectarse sobre los otros. El Yo no soporta en general esta imagen que los otros nos reenvían de nosotros mismos. Rechaza ver que esta sombra es su alter-ego, un poco como Mr. Hyde es el alter-ego del doctor Jekyll...
Confrontarse a su sombra engendra primero una fase de confusión, de disolusión, de "putrefacción psíquica", cuyo color simbólico es el Negro. Es sinónimo de crisis cuyo significado primero es "cambio".

2. Albedo - El Trabajo del Blanco

El encuentro asumido con la sombra debe conducirnos a asimilarla, sin juzgarla, entonces a integrar lo que parece como negativo en si mismo pero que lo es en realidad hasta que tome su lugar y sentido en nuestro campo de consciencia.
Integrar la sombra requiere una gran fuerza moral y el abandono de sus prejuicios.
La primera fase es entonces indisociable de la segunda, en la que le color blanco es complementario, para lograr el primer fin del trabajo alquímico, la Pequeña Obra, simbolizada por un metal menos corruptible: la plata.
Es la fase en la cual uno hace un trabajo de diferenciación y de purificación: Nos lavamos.
Cela correspond à la formation du caractère qui a pour but de canaliser les pulsions instinctives et de sortir des opinions toutes faites.
Esto corresponde a la formación del carácter que tiene como fin canalizar las pulsiones instintivas y salir de las opiniones hechas.
Al final de esta etapa, el individuo ha cambiado mucho: no juzga más a los demás, se vuelve más comprensivo, más fraternal. Se profundiza si era superficial y se vuelve más imparcial si era parcial. Su Yo se ha desplazado hacia una posición donde el bien y el mal son relativizados, y donde el defecto grave del otro es vivido como un defecto personal. Claramente la persona sobrepasa el dogmatismo moral o anti-moral, lo que le hace menos corruptible.
Jung señala que el blanco puede tambien ser interpretado como la síntesis de todos los colores, símbolos de todas las potencialidades que el individuo va a poder comenzar a desarrollar.
El alma comienza a desempeñar su rol  de conducir el cuerpo. Nuevas prioridades emergen. El sentido de la existencia ya no está condicionado por las exigencias de la sociedad del parecer y el alma comienza a gravitar al rededor de un nuevo centro que permanece aún en este estado exterior a la persona: el Si Mismo o Espíritu se expresa a través de arquetipos que son aún proyectados sobre personas físicas que sirven de referencia.

3. Citrino - El trabajo del Amarillo

Para tomar consciencia de estos arquetipos que están aún dentro del inconsciente colectivo, es necesario seguir el trabajo alquímico y pasar a la tercera fase, el trabajo del Amarillo.
En el proceso de individuación descrito por Jung, los mensajeros del Si Mismo son siempre presentados por la polaridad complementaria a la persona. Estos mensajeros ejercen una fascinación de la cual es necesario ser consciente para elevar progresivamente el amor, que es el motor fundamental de la búsqueda, del plan biológico al plan espiritual.
En el inconsciente del hombre y de la mujer reside una imagen colectiva de la polaridad opuesta: el Anima para el hombre y el Animus para la mujer. Estas dos figuras designan lo que hace falta al yo para vivirse como parte consciente de una totalidad incluyente que es el Si Mismo.
Es después de haber asimilado la sombra que las imágenes del Anima / Animus adquieren su más grande intensidad. El yo, evitando la gran pérdida de energía ligada a la represión de las pulsiones negativas o inhabituales de la sombra, adquiere más fuerza y puede entonces confrontarse al colectivo.
Jung también ha observado una evolución de imágenes-simbolos que figuran estos dos arquetipos, según cuatro grados por los cuales el sexo pierde su poder de fascinación en provecho de aspiraciones artísticas, intelectuales o espirituales. Es la misma energía que se transforma.
Así, la figura femenina del Anima puede ser:

  • La mujer primitiva: la imagen fuertemente sexualizada, representa relaciones puramente instintivas y biológicas.
  • La mujer romántica: el erotismo se extiende a toda la imaginación femenina, la imagen está cargada estéticamente, caricias y contemplación son preferidos sobre abrazos orgásmicos.
  • La mujer venerada: la sexualidad es exluída, el erotismo es sublimado hasta la devoción.
  • Sapiencia, la sabiduría del eterno femenino (Diosa de la Sabiduría, Atena)

(En la Edad Media, la Dama que el caballero se comprometía a servir y por quien realizaba actos heroicos era naturalmente una personificación del Anima.)

Del mismo modo, la figura masculina del Animus puede ser:

  • El hombre salvaje: La imagen fuertemente sexualizada, personificación del poder físico.
  • El hombre romántico, el aventurero: la sexualidad disminuye y deja lugar a la admiración frente a la sensibilidad o la proeza.
  • El que tiene la palabra: la luz esclarecedora de la existencia, el profesor, el líder político o religioso.
  • Logos, el saber masculino: el Animus está simbolizado por el sentido último de la existencia y del cosmos, por una superación de sus propios límites, los grandes filósofos o los gurus que enseñan los senderos secretos.

(El Animus, bajo su forma más evolucionada, da a la mujer una firmeza espiritual, un sostén interior invisible, que compensa su debilidad aparente. Ella se relaciona con la evolución espiritual de su época y la hace más receptiva que el hombre a las ideas creadoras.)

4. Rubedo - El trabajo del rojo

Cuando el Yo es confrontado al arquetipo sexual, surge entonces otro arquetipo, ni masculino, ni femenino. Es el arquetipo "luz". Ha estado poco explicito por Jung quien hace referencia a él en el proceso de individuación.
Es el arquetipo de lo sobrenatural, del más allá. Sus símbolos son la luminosidad y la fuerza. Revela fuerzas o poderes que tienen una procedencia diferente de mundos espacio-temporales imaginables. Es el temblor y la fascinación propia a la irrupción de lo Sagrado.
Las imágenes aportan señales del inconmensurable (águilas gigantes, cetáceos, volcanes, soles radiantes, apocalipsis): toda imagen sugiere una omnipotencia y una omnipresencia.
En este estado, el individuo debe afrontar el poder en sí. La primera tentación es que el yo caiga en la trampa de identificarse a ese poder trascendente.
Hay entonces una alternativa: el repliegue o el enfrentamiento.

El repliegue

El sujeto, frente a los presagios amenazantes de estos símbolos, abandona el proceso de individuación y libera individualidad de la psique colectiva por un restablecimiento de la persona, "aferrándose" al mundo exterior. Una necesidad externa va a remplazar la necesidad interna.

El enfrentamiento

Si la persona cede a la tentación de identificarse con el arquetipo "luz", se sentirá poseedora del poder. El hombre interpreta entonces al profeta, al fundador de secta y la mujer se vuelve una madre todo poderosa e indispensable que contiene y organiza todo. Más grave, la persona puede también caer en la psicosis tomándose por Dios o su profeta.
Jung ha dado a estos estados el nombre de "inflación psíquica", pues ellos indican una extensión de la personalidad más allá de los límites individuales. Esta situación psíquica patológica dendro de la cual se encuentra el ego identificado y poseído por el arquetipo "luz" es llamado por Jung personalidad - mana, mana siendo un poder mágico transferible.
Unica solución: hacer acto de humildad, tener un trabajo útil que lo arraigará a la tierra (humildad proviene del latin humus=tierra). Si esta humildad es adquirida, y si estos arquetipos son integrados como simples instancias al servicio de la psique, un misterioso arquetipo latente se activa: el Si Mismo.
Es el fin del proceso de individuación y de la Gran Obra Alquímica.
Una vez la personalidad - mana se disuelve, es el arquetipo del hombre cósmico que re-ordena los componentes de la psique armoniosamente, como lo hace un cristal inmerso en una solución. De ahí el símbolo del mandala como imagen fundamental del Si Mismo. Jun le llama también al Si Mismo "Dios en nosotros".
Es una manera totalmente nueva y diferente de encontrar nuestro porpio ser:
El yo individualizado se siente además como el objeto de un sujeto desconocido y superordenado, como el lenguaje respecto a la inteligencia o como la relación entre el sol y la tierra.
Se vuelve tan radiante e incorruptible como el oro.
El hombre individualizado no se emociona frente a los eventos. No es afectaso sino en los planos inferiores de su ser y puede permanecer impasible frente a los incidentes muy agradables o desagradables.
Es a veces empujado hacia las tareas más dificiles, puede realizarlas pues las fuerzas que surgen del Si Mismo le permiten nadar contra la corriente de los valores colectivos.
Su posición en el cosmos ha cambiado radicalmente, su nuevo centro de gravedad el hecho de vivir en fraternidad misteriosa con los animales, los dioses, los cristales, los astros, sin admiración, ni reprobación, ni orgullo.

Conclusión

Comme on a pu le voir, ce processus s’apparente à un véritable voyage initiatique et, de ce point de vue, entre en totale convergence avec les étapes décrites dans diverses traditions spirituelles d’Orient et d’Occident. La démarche philosophique conduit aussi à cette métamorphose de l’âme, par la voie de l’Eros, « la nostalgie des Origines », esta unidad para recrear cada vez en lo más profundo de cada uno de nosotros.
Como hemos podido ver, este proceso parece un verdadero viaje iniciático, y desde este punto de vista, entra en total convergencia con las etapas descritas en diversas tradiciones espirituales de Oriente y de Occidente. El enfoque filosófico conduce también a esta metamorfosis del alma, por la vía del Eros, "la nostalgia de los Orígenes", de esta unidad
El Si mismo es lo que podemos llamar el arquetipo del hombre universal que trasciende todas las culturas y todas las épocas y que debemos buscar en nosotros mismos para responder a los desafíos que enfrenta hoy la humanidad

Fuente: http://www.sagesse-marseille.com/lhomme-sage/psychologie/jung-et-lalchimie.html

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