Cómo te cuida tu rabia premenstrual

A la Señora Premen

es a la que se le ocurren las cosas geniales. Piensa fuera de la norma. De hecho la norma le molesta profundamente. Hace mucho tiempo, yo odiaba mi fase premenstrual. Era incómoda y terriblemente inadecuada. ‘No era yo’. Más tarde comprendí que era más yo que nunca sólo que a este mundo raro, mi premen le ‘perjudicaba’. Ni dócil, ni simpática, ni solícita. La Señora Premen buscaba siempre la manera de encontrar lo mejor para mí, aunque fuera arañando la cara del vecino. Era la única de mis 4 mujeres que sabía que tenía límites (¡oh, sí! somos seres finitos, ¡quién lo iba a decir!) y si no los respetaba (la verdad es que tampoco los conocía) se revolvía del dolor.

El dolor enseña.

El dolor es cochinamente animal. Profundamente humano. Tiene utilidad. Aunque en nuestra cultura trate de evitarse a un precio muy elevado.
Si pones tu mano en el fuego, te quemas. Te quemas y duele. Como te duele, quitas la mano. Ahora bien, si estás sedada, no notas el dolor. Como no lo notas, dejas tu mano en el fuego. El fuego, lo sientas o no, quema. Si no apartas tu mano, te la calcina. Bye, bye mano!
La Señora Premen avisa: ‘te estás quemando la mano’. Utiliza distintos tipos de aviso: rabia, angustia, tristeza, irascibilidad, migrañas, ardores… Si te paras y escuchas, comienzas a entender su idioma y a identificar qué es aquello que te está quemando. A veces es un tema de trabajo, otras veces es una relación, muchas es el traje de mujer…

El estrés influye directamente en nuestro sistema endocrino.

Estar en la fase premenstrual vestidas de mujer (las mujeres no se quejan ni rabian, siempre dicen que sí y son dulces, en su pecho guardan el amor de la Tierra, blablabla) genera altos niveles de adrenalina y cortisol. Esto provoca tremendos desequilibrios en nuestro balance hormonal. En la fase premenstrual en lugar de mantenerse la progesterona alta y nivelada, cayendo los estrógenos; nos encontramos con una progesterona baja y unos altos niveles de estradiol. Esta fórmula nos desquicia. En lugar de estar en una situación de mayor calma y placidez (así funciona la progesterona), nos encontramos con tensión física, mental y emocional (y tremendas contracciones uterinas en el primer día de regla, por culpa culpita del elevado número de prostaglandinas, desatadas por los altos niveles de estrógenos).

Hacer caso a la Señora Premen, es el comienzo del fin.

Del fin de los dolores angustiosos, sí. Ella nos obliga a cambiar el ritmo y a mandar a paseo aquello que nos está intoxicando (literal). Ocurre que su forma no es la de hadita lozana del Norte. Ella es fea, de risa estridente y verde limón. Y ninguna queremos ser así… ¿no? O quizás sí, o quizás la manera de empezar a ser más auténticas empiece por que nos guste ser menos simpáticas y menos suaves y más directas y más tajantes ante quien no entiende los cambios, ante quien nos pide que ‘respiremos hondo, contemos hasta 10 y entonces, hablemos razonablemente’.

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