VERGÜENZA






“Lo que empieza en cólera acaba en vergüenza”, Benjamin Franklin.
La vergüenza forma parte de la galaxia de las emociones sociales, junto a culpa y a orgullo. Y alrededor de la emoción vergüenza, orbitan emociones que guardan una conexión por afinidad a ésta: recato, pudor, rubor, ridículo, sonrojo, bochorno, timidez y vergüenza ajena. Todas estas emociones son un tanto difíciles de definir, pero puede intuirse que existe un conjunto de emociones que se desarrollan por presión social y por ello, las denominamos sociales.
Dentro del mapa del Universo de Emociones, las emociones sociales también pueden considerarse como cometas o materia intergaláctica que navega y se expande a través de las otras galaxias. Esto es debido a que muchas de las emociones que componen las emociones sociales pertenecen por derecho propio a otras galaxias. Un ejemplo de ello es la vergüenza, que se sitúa en una posición muy cercana al miedo porque, en el fondo, se trata de un tipo de ansiedad social. Por este motivo las emociones sociales ocupan un lugar central en el Universo de Emociones.
Precisamente, la vergüenza es la emoción social por excelencia. Es una emoción que se aprende; no se nace con ella. De hecho, es la emoción que aparece más tarde en el desarrollo evolutivo de los niños.
La vergüenza es una reacción negativa que se dirige a sí mismo. En inglés se distinguen dos tipos de vergüenza: la que sentimos cuando hemos hecho algo moralmente mal (shame) y la que sentimos cuando hemos hecho el ridículo (embarrasement). También existe un tercer tipo de vergüenza y proviene de la literatura española del s. XVIII: es la “vergüenza ajena”, aquella que sentimos cuando es otra persona la que hace algo impropio de la ocasión. Estos son ejemplos de cómo una emoción, como la vergüenza, puede tener diferentes matices dependiendo de la sociedad y la cultura de las personas que la experimentan.

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