Respirar

Si quieres vivir una vida espiritual, respira lenta y profundamente.
Lleva el aire a lo profundo de tu abdomen y suéltalo completamente. Cuanto más aire lleves a tu cuerpo, más ligero te sentirás y más fácil te será cumplir tus responsabilidades. Quien respira profundo no se siente atemorizado ni abrumado por lo que la vida le presenta, porque dispone de energía para afrontar todas las circunstancias.
Solo quien respira superficial e irregularmente se siente sin energía y se deja intimidar por los retos de la vida.
A menos que respires profundo y en calma, no podrás estar en tu corazón. Si no sabes de qué estoy hablando, empieza a respirar hacia el abdomen, contando hasta cinco en la inspiración y volviendo a contar hasta cinco en la espiración. Respira así durante cinco minutos, extendiendo progresivamente la cuenta hasta siete, ocho o nueve. No fuerces. Sólo expándete gradualmente, en la medida que lo permitan tus pulmones.
Ahora estás en tu corazón.
Date cuenta de que estás relajado y, sin embargo, muy alerta. Tu conciencia se extiende a todas las células de tu cuerpo. Te sientes contento de estar donde estás. En este momento habitas plenamente tu cuerpo. Sientes energía y calidez. Te sientes seguro. Tus pensamientos se han ralentizado. Ya no te enfocas en los “debería” y en los “qué pasaría si” de tu vida. La tensión y la ansiedad están ausentes. El pasado y el futuro están recesivos en tu conciencia. Tu pensamiento es digno y está centrado. Puedes observar tus pensamientos porque hay menos y están más distanciados. Ahora lleva tu conciencia hacia tu corazón mientras continúas respirando delicada y profundamente hacia tu abdomen.
¿Puedes sentir la presencia de la comprensión y de la compasión en tu centro corazón?
¿Puedes ver que te aceptas delicadamente a ti mismo y que aceptas a los demás?
¿Puedes sentir el amor que habita en tu corazón y se extiende libremente a otros?
Ahora estás en tu corazón.
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Tomado Del libro El Silencio del Corazón

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