Conocer las cosas intelectualmente vs. Conocerlas Emocionalmente

Conocer nuestras propias mentes es dificil en el mejor de los casos. Es extraordinariamente duro obtener comprensiones incluso básicas en nuestro caracter y nuestras motivaciones - de una clase que esperamos pueda liberarnos de algunas de nuestras neurosis y compulsiones que echan a perder gran parte de nuestras vidas. Es entonces especialmente humillante y en momentos realmente desalentador darse cuenta de que disipar la ignorancia de nuestras psiques con conocimiento no va a ser suficiente por sí mismo. O más bien, nos damos cuenta que habrá que hacer una distinción adicional y aún más ardua para observar entre conocer algo sobre nosotros mismos intelectualmente y conocer sobre ello emocionalmente.
Podríamos, por ejemplo, llegar a un entendimiento intelectual de que somos tímidos frente a figuras de autoridad porque nuestro padre era una figura remota y distane que no nos dio algo del apoyo y del amor que necesitábamos para tolerarnos a nosotros mismos. Ensamblar esta comprensión en nuestros caracteres podría ser el trabajo de muchos años y, habiéndolo alcanzado, podríamos razonablemente esperar que neustros problemas con la timidez y la autoridad entonces se reducirían.
Pero los nudos de la mente tristemente no son simples de deshacer. Una comprensión intelectual del pasado, aunque no equivocada, no será efectiva por si misma en el sentido de ser capaz de liberarnos de la verdadera intensidad de nuestros síntomas neuróticos. Por esto, tenemos que abrirnos camino hacia una apreciación más cercana, detallada y visceral de dónde venimos y qué hemos sufrido. Necesitamos esforzarnos por lo que podemos llamar una comprensión emocional del pasado - opuesto al abreviado, intelectual de arriba a abajo.
Tendremos que reexperimentar en un nivel novelístico de detalle todo un conjunto de escenas de nuestra vida temprana en la que nuestros problemas frente a los padres y la autoridad se formaron. Necesitaremos permitir que nuestra imaginación se remonte a ciertos momentos que han sido tan insoportables para mantenerlos vivos en una forma tridimensional en nuestras memorias activas (el gusto de la mente, a menos que se motive activamente, para reducir gran parte de lo que hemos atravesado a titulares en lugar de la historia completa, un documento que está archivado en locaciones remotas de nuestra librería interna). Necesitamos no solamente saber que tuvimos una relación dificil con nuestro padre, necesitamos revivir el dolor como si nos hubiera pasado hoy. Necesitamos volver a su estudio de libros alineados cuando no tendríamos más de seis; necesitamos recordar la luz que entraba desde el jardín, los pantalones de pana que llevábamos puestos, el sonido de la voz de nuestro padre como si alcanzara su tono más alto de ansiedad, la rebia en la que entró porque no cumplimos sus expectativas, las lágrimas que rodaron en nuestras mejillas, los gritos que nos siguieron mientras corríamos hacia el coredor, la sensación de que queríamos morir y que todo lo bueno había sido destruido. Necesitamos la novela, no el ensayo.
La psicoterapia ha reconocido esta distinción durante mucho tiempo. Sabe que pensar es inmensamente importante - pero por sí solo, en el proceso terapéutico mismo, no es la clave para solucionar nuestros problemas psicológicos. Insiste en la diferencia crucial entre reconocer ampliamente que eramos tímidos cuando niños y re-experimentarlo, en su intensidad total, sómo es sentirse intimidado, ignorado y en constante peligro de ser rechazado o burlado, la diferencia entre saber, de una forma abstracta, que nuestra madre no estaba muy centrada en nosotros cuando éramos pequeños y reconectar con los sentimientos desolados que teníamos cuando tratábamos de compartir ciertas necesidades con ella.
La terapia se construye sobre la idea de un volver a vivir los sentimientos. Es solamente cuando estamos propiamente en contacto con los sentimienos que podemos corregirlos con la ayuda de nuestras facultades más maduras - y entonces abordar los problemas reales de nuestras vidas adultas.
Extrañamente (y curiosamente) esto significa que las personas intelectuales pueden tener un tiempo particularmente complicado en terapia. Ellos se interesan en las ideas. Pero no fácilmente recrean y exhiben los dolores y las angustias de su ser anterior y menos sofisticado, aunque en realidad son estas partes de quienes somos que necesitan ser encontradas, escuchadas y - tal vez por primera vez- reconfortadas y consoladas.
Necesitamos, para mejorar, volver en el tiempo, tal vez cada semana durante algunos años, y profundamente revivir cómo fue para nosotros a los cinco años, a los nueve años y los quince años - y permitirnos sollozar y estar aterrorizados y furiosos conforme a la realidad de la situación. Y esto sobre la base de esta clase de conocimiento emocional duramente ganado, no es más conocimiento intelectual indulgente, que podremos un día, con un viento favorable, descubrir la medida del alivo para algunos de los problemas internos.

LIBRO DE LA VIDA
CAPITULO 3. AUTO-CONOCIMIENTO: CONOCERSE A SI MISMO

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