Fracasar Exitosamente - Virginia Gawel

La Vida necesita, también, que fracases. Sí, es cierto, todo a tu alrededor te pide que, en cambio, seas exitoso: los anuncios de la tevé, los afiches de la calle, y quizás las voces que registraste en tu cerebro a lo largo de toda tu historia. Y no está mal, tal vez, que esas voces te pidan el éxito. El problema es que te exijan solamente el éxito! Porque eso es irreal: la Vida no funciona así, de ninguna manera...
“Fracasar”, etimológicamente, significa “hacerse pedazos” (como “fraccionar”). Y cada vez que uno, como Osiris, recoge luego sus pedazos, tiene la oportunidad de elegir con cuál de ellos quedarse. De descartar lo que no nos sirva para ser quienes necesitamos ser. El fracaso nos muestra lo accesorio, lo inútil, lo mal aprendido, lo que tergiversa nuestra real identidad. Así tenemos la posibilidad de volvernos más enteros, más íntegros. Con ello, más modestos, más compasivos, más aceptantes de quienes somos y de nuestros límites verdaderos.
La palabra “éxito” significa “salida”. Y, sí: es celebrable el éxito que proviene del esfuerzo bien cumplido que deriva en un logro digno. Pero el éxito mayor es salir de nuestros fracasos siendo mejores personas. Mirar de frente y sentirse digno porque se hizo del fracaso una oportunidad de acrecentar la fortaleza, la capacidad de comprensión de cómo funciona la realidad, la empatía con los que eventualmente puedan menos.
“Arrogancia”, en cambio, etimológicamente viene de “arrogarse más de lo que se es”, adjudicarse un mérito mayor que el que se tiene: ¡cosas del Ego! El fracaso, elaborado con modestia, puede convertirse en un saludable antídoto para toda arrogancia, y conducirnos a la honra de sí: sentirse bien con ser quien se es, pues habremos superado la dificultad, sin quedarnos hundidos en el fango del error.
El genial psiquiatra suizo Carl Jung lo dijo muy límpidamente en un texto autobiográfico escrito en el peculiar estado que le produjera el quebrarse un pie y haber tenido simultáneamente un infarto. Cuenta que, en esa situación, sus experiencias -entre oníricas y visionarias- le proporcionaron una extraordinaria claridad. Nos dice textualmente sobre este punto:
“Hubo además una cosa que resultó de mi enfermedad. Podría formularlo como una afirmación del ser: un sí incondicional a lo que es, sin objeciones personales. Aceptar las condiciones de la existencia, tal como yo la veo: tal como la entiendo. Y aceptar mi propia esencia, tal como soy concretamente. Al principio de la enfermedad tuve la sensación de haber incurrido en un error en mi actitud y por ello ser responsable, en cierta medida, de mis fracasos. Pero cuando se sigue el camino de la individuación, cuando se vive la vida, hay que aceptar también el error; de lo contrario, la vida no sería completa.No existe garantía alguna -en ningún instante- de que no incurramos en el error o en un peligro mortal. Se cree quizás que existe un camino seguro. Pero éste sería el camino de los muertos. Entonces ya no sucedería nada, o en ningún modo lo que debe ser: quien sigue el camino seguro está exactamente muerto. Sólo después de la enfermedad comprendí lo importante que es para el propio destino el decir SÍ. Pues de este modo hay un Yo que luego no desertará cuando suceda algo inconcebible. Un Yo que persiste, que soporta la verdad y que está a la altura del mundo y del destino. De este modo se habrá experimentado en un fracaso también una victoria. Nada es estorbo -ni por fuera ni por dentro-, pues la propia continuidad ha resistido al fluir del tiempo.”

Virginia Gawel

www.centrotranspersonal.com.ar

Publicado por la revista Sophia OnLine en enero de 2011

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