¿Qué significa acompañar con presencia? - Heather Plett

Ocho consejos para acompañar con presencia

Reproducimos aquí un extracto de un artículo escrito por la facilitadora canadiense Heather Plett en el que cuenta lo que aprendió sobre el significado de acompañar con presencia a raíz del apoyo que ella y su familia recibieron de Ann, una enfermera de cuidados paliativos que atendió a su madre durante los últimos días de su vida.

¿Qué significa acompañar con presencia a otra persona?
Significa que estamos dispuestos a caminar junto a otra persona en cualquier camino en el que esté, sin juzgarla, sin hacer que se sienta inadecuada, sin intentar reparar o arreglar su vida, sin intentar tener un impacto en el resultado. Cuando estamos acompañando con presencia, abrimos nuestros corazones, ofrecemos soporte incondicional, y abandonamos nuestros juicios y nuestro deseo de controlar.
(…)
A veces, nos encontramos acompañando con presencia a quien a su vez acompaña con su presencia a otros. (…) Es imposible acompañar sin que alguien nos acompañe. Incluso las líderes más fuertes, enfermeras, entrenadoras, etc., necesitan saber que tienen con quien poder mostrarse vulnerables y débiles, sin temor a ser juzgadas.
Para apoyar realmente a una persona en su propio crecimiento, transformación, duelo, etc., no podemos quitarle su poder (por ejemplo, intentando arreglar sus problemas), avergonzarla (por ejemplo, dándole a entender que debería saber más de lo que sabe), o abrumarla (por ejemplo, dándole más información de la que está preparada para recibir). Tenemos que saber apartarnos para que la otra persona pueda tomar sus propias decisiones, ofrecer amor y apoyo incondicionales, orientarla amablemente cuando sea necesario, y hacer que se sienta segura incluso cuando se equivoca.
Acompañar con presencia no es algo que sólo corresponda a facilitadoras, cuidadoras o coachs. Es algo que todos y todas podemos hacer por los demás: parejas, hij@s, amig@s, vecin@s e incluso personas desconocidas con las que entablamos una conversación en un nuestro desplazamiento en autobús al trabajo.

Estas son las lecciones que he aprendido de Ann y de otras personas que me han acompañado con presencia.

  • Dar permiso para que la otra persona confíe en su propia intuición y sabiduría.
Cuando estuvimos acompañando a mi madre durante sus últimos días, no contábamos con ninguna experiencia previa similar, y aun así, intuitivamente, supimos lo que era necesario. Supimos cómo llevar su cuerpo frágil al baño, supimos cómo sentarnos a su lado y cantarle, y supimos cómo darle amor. Incluso supimos cuando era el momento de inyectarle el medicamento para calmar su dolor. Con mucho cariño, Ann nos transmitió que no teníamos que hacer las cosas siguiendo un protocolo de cuidados sanitarios – simplemente debíamos confiar en nuestra intuición y sabiduría acumulada tras muchos años de amar a nuestra madre.

  • Limitarnos a dar la cantidad de información que sea asumible para quien la recibe.

Ann nos dio unas pocas instrucciones sencillas y algunos folletos, pero no nos abrumó con más información de la que podíamos procesar en ese momento de duelo tan delicado para nosotros. Un exceso de información hubiera hecho que nos sintiésemos incompetentes e inútiles.

  • No quitar el poder.

Cuando quitamos a otra persona el poder de tomar decisiones, permitimos que se sienta inútil e incompetente. Hay momentos en los que debemos tomar las riendas y decidir por los demás (por ejemplo, cuando alguien se enfrenta a algún tipo de adicción e intervenir parece que sea la única forma de salvarle), pero en casi todas las circunstancias, la gente necesita autonomía para hacer sus propias elecciones (incluso nuestros hijos). Ann sabía que necesitábamos sentirnos empoderados para tomar decisiones en nombre de nuestra madre y nos ofreció su apoyo, pero nunca intentó controlarnos o dirigirnos.

  • Mantener nuestro propio ego fuera del tema.

Esto es muy importante. Todos caemos alguna vez en esta trampa – cuando empezamos a creer que el éxito de una persona depende de nuestra intervención, o cuando pensamos que su fracaso refleja nuestra ineptitud, o cuando nos convencemos de que cualquier emoción que la otra persona descargue en nosotros tiene que ver con nosotros. Es una trampa en la que yo misma he caído alguna vez enseñando. Me puede preocupar más mi propio éxito (¿Les gusto a los estudiantes? ¿Sus notas reflejan mi habilidad como profesora?, etc.), que el éxito de mis estudiantes. Pero eso no sirve a nadie – ni siquiera a mí misma. Para apoyar de verdad su crecimiento, debo mantener mi ego fuera de la ecuación y crear un espacio, acompañar de modo que ellos puedan crecer y aprender.

  • Transmitir a la otra persona la tranquilidad de que puede equivocarse.

Cuando la otra persona está aprendiendo, o pasando por un duelo o transición, es muy probable que cometa errores por el camino. Cuando nosotros, que estamos acompañamos con presencia, evitamos juzgar a la otra persona o humillarla, le ofrecemos la oportunidad de que busque en su interior y encuentre el coraje para arriesgarse y la resiliencia para continuar incluso si se equivoca. Cuando transmitimos que los errores son simplemente una parte del viaje y no el fin del mundo, la otra persona dedicará más tiempo a aprender de ellos que a culparse por ellos.

  • Orientar y ayudar desde la humildad y consideración.

Una persona sabia que acompaña con presencia sabe cuándo evitar dar consejos (por ejemplo, cuando pueden hacer que la persona se sienta tonta e inadecuada) y cuándo ofrecerlos amablemente (por ejemplo, cuando la persona lo pide, o cuando está tan perdida que no sabe muy bien qué pedir). Aunque Ann no nos quitó poder ni autonomía, sí se ofreció para venir a ayudarnos a bañar a nuestra madre y hacer algunas de las tareas más difíciles de los cuidados. Esto nos alivió mucho, porque no teníamos experiencia y no queríamos que nuestra madre se sintiera incómoda (por ejemplo, teniendo que mostrarse desnuda ante sus hijos). Se trata de una danza delicada que todos tenemos que hacer cuando estamos acompañando con presencia. Reconocer las áreas en las que la otra persona se siente más vulnerable e incapaz y ofrecer la ayuda adecuada sin incomodar implica práctica y humildad.

  • Crear un espacio para acoger emociones complejas, miedo, trauma, etc.

Cuando una persona se siente acompañada con una presencia más profunda de la que está acostumbrada, se abre en ella una confianza que facilita que afloren algunas emociones complejas que normalmente permanecen escondidas. Quien tenga experiencia en acompañar con presencia, sabe que esto puede suceder y estará preparado para acoger estas emociones amablemente y sin juzgarlas. En “The Circle Way”, hablamos de ser un contenedor. El círculo se convierte en un espacio en el que la persona se siente con la confianza suficiente para derrumbarse sin temor a romperse para siempre ni a que nadie la avergüence. Siempre hay alguien para ofrecerle fuerza y coraje. No es una tarea fácil, y es algo que sigo aprendiendo cada vez que facilito conversaciones complicadas. No podemos hacerlo si nos sentimos hipersensibles, si no hemos hecho el arduo trabajo previo de mirar dentro de nuestras propias sombras, o si no confiamos en la gente a quien estamos acompañando con nuestra presencia, para la que estamos sosteniendo un espacio. En el caso de Ann, ella nos acogió con consideración, compasión y confianza. Si en su modo de acompañarnos no nos hubiese demostrado que era capaz de manejar situaciones difíciles, o si nos hubiese transmitido que le asustaba la muerte, no habríamos podido confiar en ella como lo hicimos.

  • Dejar que la otra persona tome decisiones distintas a las que tú tomarías y que tenga experiencias diferentes de las que tú tendrías.

Acompañar con presencia tiene que ver con respetar las diferencias de cada persona y reconocer que esas diferencias pueden llevar a tomar decisiones que nosotras no tomaríamos. Algunas veces, por ejemplo, se toman decisiones basadas en normas culturales que no podemos entender desde nuestra propia experiencia. Cuando acompañamos con presencia, dejamos de controlar y honramos nuestras diferencias. Un ejemplo de esto fue cuando Ann nos apoyó al tomar la decisión sobre qué hacer con el cuerpo de nuestra madre cuando su espíritu ya no lo habitara. Si hubiésemos necesitado hacer algún ritual antes de que se la llevasen, éramos libres de hacerlo en la intimidad de nuestro hogar.

Acompañar con presencia no es algo que podamos aprender de un día para otro, o que pueda ser explicado con una lista de consejos como los que acabo de dar. Es algo complejo que evoluciona a medida que lo practicamos, y es algo único para cada persona y situación.

Autora: Heather Plett
Traducción adaptada de Carlota Franco
Artículo original: “What it means to “hold space” for people, plus eight tips on how to do it well”

Tomado de: http://mujerciclica.com/2017/04/04/que-significa-acompanar-con-presencia-y-ocho-consejos-para-hacerlo-bien/?mc_cid=fd42553ea7&mc_eid=5763b21b57

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