El camino de individuación - Ascención


"El principio de individuación, concepto acuñado por C. G Jung en 1938, es el proceso para llegar a ser uno mismo, con las singularidades y peculiaridades propias. Partiendo de una determinada estructura de personalidad, riquezas y carencias de la infancia, conflictos y experiencias procedentes de la familia de origen, así como de ciertos mecanismos de defensa, contradicciones internas y pautas condicionadas de relación con los otros, llegar a ser la expresión mas completa de uno mismo y el propio destino.
El proceso de individuación conduce progresivamente del ego al Sí mismo, de la inconsciencia a la conciencia, de lo personal a lo transpersonal mediante una actitud activa y un esfuerzo consciente. Es un impulso hacia la luz, una senda de autorrealización o transformación espiritual. Ser psicólogo era para Jung ser médico de almas, y la terapia es la cura de almas. Ésta es en última instancia una aproximación a la transformación espiritual: favorecer el impulso hacia la luz, hacia la totalidad o conciencia superior.
El Sí mismo es esa fuerza o impulso hacia la autorrealización que guía nuestra evolución. Una Luz interior que exige expandirse y desarrollarse para llegar a ser individuos únicos, irrepetibles, integrados y completos, que anhela llevarnos a su máxima realización. Jung nos dice: Sé el que eres. En la película El Señor de los anillos el líder medio elfo Elrond exhorta a Aragorn: Sé aquello para lo que has nacido. 
Todos necesitamos saber quiénes somos y para qué estamos aquí. Nos identificamos con nuestra personalidad creyendo que es nuestra auténtica identidad, y esta desconexión de nuestra esencia nos provoca sufrimiento y ansiedad. Existen unas fases de crecimiento comunes a todos en este proceso, dejando caer capa tras capa de estructuras de personalidad hasta llegar a las cualidades y transparencia del Ser.
Ahora bien, al intentar trascender el ego nos encontramos ineludiblemente con nuestra sombra, por lo que son necesarias ciertas condiciones seguras, un trabajo de disolución y a la vez de consolidación, sin precipitaciones ni atajos. Como siempre, se ha de buscar el equilibrio y en este caso se han de equilibrar las experiencias de presencia y trascendencia, de actividad y contemplación, en otras palabras, se trata de estar bien enraizado en la Tierra para poder alcanzar con la cabeza el Cielo. Dedicarse exclusivamente a meditar en lugar de iniciar en muchos casos un necesario proceso terapéutico puede dar lugar a problemas de todo tipo. 
En el sendero de individuación hacia el Sí mismo vamos atravesando diversos pasajes donde nos perdemos: culpa, miedos, victimismo, dependencias, conflictos con el padre y la madre, desencuentros con la pareja, sufrimiento, separaciones, crisis y pérdidas; diferentes aspectos de los que es necesario tomar conciencia para sanar y trascender. De la personalidad a la esencia, del ego al Sí mismo, desde las defensas, corazas, estructuras mentales, condicionamientos y limitaciones de una personalidad -que nos ha sido necesaria para afrontar la realidad y situarnos en el mundo-, a soltar, abandonar y trascender esas capas del ego que nos comprimen y no nos dejan ser los seres auténticos, amorosos y compasivos que en realidad somos.
Nuestro Ser esencial busca encaminar nuestro destino, guía nuestra evolución para que nos expandamos y lleguemos a ser quienes somos, muchas veces a través de circunstancias adversas. En realidad, nos encontramos con determinados acontecimientos vitales, crisis, conflictos y desafíos porque los necesitamos para llegar a ser lo que verdaderamente somos, para alcanzar esas cualidades o aspectos que no se desarrollarían si no los viviésemos, para que nos trasformemos interiormente, evolucionemos y nos dirijamos hacia ese destino.
El proceso de autoconocimiento requiere atreverse a adentrarse en territorios desconocidos en la búsqueda de uno mismo. Una elección consciente de embarcarse en un viaje interior; un viaje para el que hace falta coraje, valentía, determinación, compromiso, paciencia y perseverancia. Un viaje que merece la pena porque ¿qué puede ser mejor que conocerse, aceptarse, respetarse, ser fiel a uno mismo, evolucionar, estar bien conectado con el interior y volverse un ser humano auténtico y genuino? Posiblemente ser todo eso para conectar profundamente con los demás y compartirlo con ellos. 
La trayectoria vital del ser humano consiste en compaginar el trabajo psicológico y el espiritual, construirse primeramente un ego para después llegar a trascenderlo. Aparentemente parecen actividades opuestas, pero en realidad son complementarias. La transformación de la personalidad es llegar a convertirnos en lo que realmente somos, como si de un proceso alquímico de purificación se tratase. Para finalmente encontrar ese lugar de luz y quietud interior a partir del que nuestras relaciones sean cada vez más auténticas y comprometidas, desde la apertura de corazón y la presencia amorosa, libres del pasado y del futuro. Y desde la vulnerabilidad que emerge de la aceptación de la impermanencia de todos los fenómenos y la conciencia de la fugacidad de los todos los instantes.
Texto original © Ascensión Belart.

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