¿Cómo aprendemos a ser resilientes? - Maria Konnikova

"Boris Cyrulnik, creador del concepto de la resiliencia, tan de actualidad últimamente, muestra el poder que tienen algunas personas para recuperarse de graves heridas y traumas emocionales. Aunque somos mamíferos sensibles que sufrimos ante la falta de amor y de respeto, o por los hechos y los reveses terribles de la vida (muertes, pérdidas, desdichas...), también estamos asistidos por la fuerza de la vida y por un amor eterno, presente en cada uno de nosotros, sea cual sea el rumbo y la forma que elijamos para vivir." - Joan Garriga (Del libro "¿Dónde están las monedas?")

La percepción es la clave de la resiliencia: ¿Conceptualiza un evento como traumático, o como una oportunidad para aprender y crecer?

Norman Garmezy, psicólogo de desarrollo y clínico de la Universidad de Minnesota, se reunió con miles de niños en sus cuatro décadas de investigación. Pero un niño en particular quedó apegado a el. Tenía nueve años, con una madre alcohólica y un padre ausente. Cada día, llegaba de la escuela con el mismo sandwich: dos tajadas de pan sin nada en la mitad. En casa, no había más comida disponible, y nadie para prepararla. Aún así, Garmezy recordaría después, el niño quería estar seguro de que "nadie sentiría piedad por el y nadie sabría la ineptitud de su madre." Cada día, sin falta, caminaría con una sonrisa en su cara y un "sandwich de pan" metido en su bolso.
El niño con el sandwich de pan fue parte de un grupo especial de niños. Perteneció a un cohorte de niños - el primero de muchos - a quienes Garmezy seguiría identificando como triunfadores, incluso sobresalientes, a pesar de circunstancias increíblemente difíciles. Estos eran los niños que exhibían un rasgo que Garmezy posteriormente identificaría como "resiliencia" - el es ampliamente acreditado con ser el primero en estudiar el concepto en un escenario experimental. Durante muchos años, Garmezy visitaría escuelas a lo largo del país, enfocándose en aquellos en áreas económicamente deprimidas, y siguiendo un protocolo estandar. Programaría reuniones con el director, junto con el trabajador social de la escuela o la enfermera, y plantearía la misma pregunta: ¿Había algunos niños cuyos antecedentes habían levantado inicialmente banderas rojas - niños que parecían propensos a convertirse en niños problema - que en cambio se habían convertido sorprendentemente en una fuente de orgullo? "Lo que estaba diciendo era, ¿Puede identificar niños estresados que están triunfando aquí en su escuela?" - dijo Garmezy, en una entrevista en 1999. "Habría una larga pausa después de mi investigación antes de que llegara la respuesta. Si hubiera dicho, ¿Tiene niños en esta escuela que parecen estar en problemas?, no habría retraso en la respuesta. Pero ser indagados sobre niños que eran adaptables y buenos ciudadanos en la escuela y teniendo éxito a pesar de que venían de ambientes muy transtornados - esa era una nueva clase de investigación. Esa es la forma en que comenzamos."
La resiliencia presenta un desafío para los psicólogos. Ya sea que le digan que la tiene o no, depende ampliamente no de un test psicológico particular sino de la manera en que su vida se despliega. Si es lo suficientemente afortunado para nunca experimentar ninguna clase de adversidad, no sabremos qué tan resiliente es usted. Es solamente cuando está enfrentado con obstáculos, estrés y otras amenazas ambientales que la resiliencia, o la falta de ella, emerge: ¿Sucumbe o lo supera?
Las amenazas ambientales pueden venir en varias formas. Algunas son el resultado de un estatus socioeconómico bajo y condiciones desafiantes en los hogares. (Estas son las amenazas estudiadas en el trabajo de Garmezy.) Con frecuencia, esas amenazas - padres con problemas psicológicos o de otro tipo, exposición a la violencia o maltrato, ser hijo de un divorcio problemático - son crónicas. Otras amenazas son agudas: experimentar o ser testigo de un encuentro traumático violento, por ejemplo, o estar en un accidente. Lo que importa es la intensidad y la duración del estresor. En el caso de estresores agudos, la intensidad es usualmente alta. El estrés resultante de la adversidad crónica, escribe Garmezy, puede ser más bajo - pero "ejerce un impacto repetido y acumulativo sobre los recursos y la adaptación y persiste por muchos meses y en general, considerablemente más largo."
Anterior al trabajo de Garmezy sobre resiliencia, gran parte de la investigación sobre trauma y eventos de vida negativos tenían un enfoque inverso. En lugar de mirar áreas de fortaleza, miraban áreas de vulnerabilidad, investigando las experiencias que hacían a las personas susceptibles a resultados de vida pobres (o que llevaban a los niños a estar "preocupados" como lo dice Garmezy.
El trabajo de Garmezy abrió la puerta al estudio de factores protectivos: los elementos del pasado de un individuo o la personalidad que podrían posibilitar el éxito a pesar de los desafíos que enfrenta. Garmezy se retiró de la investigación antes de alcanzar conclusiones definitivas - su carrera fue interrumpida por la aparición temprana de Alzheimer— pero sus estudiantes y seguidores fueron capaces de identificar elementos que se dividían en dos grupos: factores psicológicos individuales y factores externos, ambientales, o disposición por un lado y suerte por otro lado.
En 1989 una psicóloga de desarrollo llamada Emmy Werner publicó los resultados de un proyecto logitudinal de 32 años. Ella había seguido a un grupo de 698 niños en Kauai, Hawaii, desde antes de su nacimiento hasta la tercera década de sus vidas. A lo largo del estudio, monitoreó cualquier exposición al estrés: estrés maternal en el útero, pobreza, problemas en la familia, y demás. Dos tercios de los niños venían de orígenes esencialmente estables, exitosos y felices; la otra tercera parte calificaba como "en riesgo". Como Garmezy, ella pronto descubrió que no todos los niños "en riesgo" reaccionaban al estrés en la misma forma. Dos tercios de ellos "desarrollaron problemas serios de aprendizaje y comportamiento a la edad de 10 años, o tuvieron registros de delincuencia, problemas de salud mental, o embarazos adolescentes a la edad de 18 años." Pero la tercera parte restante se desarrolló en "adultos competentes, confiados y amables." Habían logrado éxito académico, doméstico y social - y siempre estaban listos para capitalizar nuevas oportunidades que surgían.

¿Qué era lo que distinguía a los niños resilientes? 

Debido a que los individuos en su muestra habían sido seguidos y evaluados constantemente durante tres décadas, Werner tenía un tesoro de datos a su disposición. Ella encontró que muchos elementos predicen la resiliencia. Algunos elementos tienen que ver con suerte: un niño resiliente puede tener un lazo fuerte con un cuidador de apoyo, padre, profesor o figura parecida a un mentor. Pero otro, conjunto de elementos amplio eran psicológicos y tenían que ver con cómo los niños respondían al ambiente. Desde una edad temprana, los niños resilientes tendían a "conocer el mundo en sus propios términos". Ellos eran autónomos e independientes, buscarían nuevas experiencias y tendrían una "orientación social positiva". Aunque no especialmente talentosos, estos niños usaban cualquier habilidad que tuvieran efectivamente," escribió Werner. Tal vez lo más importante, los niños resilientes tenían lo que los psicólogos llaman "locus interno de control": ellos creían que ellos, y no sus circunstancias, afectaban sus logros. Los niños resilientes se veían a sí mismos como los orquestadores de sus propios destinos. De hecho, en una escala que medía locus de control, ellos marcaron más de dos desviaciones estandar fuera del grupo de estandarización.
Werner también descubrió que la resiliencia podía cambiar con el tiempo. Algunos niños resilientes eran especialmente desafortunados: experimentaban fuertes y múltiples estresores en puntos vulnerables y su resiliencia se evaporaba. La resiliencia, explicó, es como un cálculo constante: ¿Qué lado de la ecuación pesa más, la resiliencia o los estresores? Los estresores pueden volverse tan intensos que la resiliencia se agobia. La mayoría de las personas, en resumen, tienen un punto de quiebre. Por otro lado, algunas personas que no eran resilientes, cuando eran pequeños de alguna manera aprendieron las habilidades de la resiliencia. Ellos eran capaces de superar la adversidad más adelante en la vida y continuaron para florecer tanto como aquellos que habían sido resilientes durante toda su vida. Esto, por supuesto, plantea la cuestión sobre cómo se puede aprender resiliencia.
George Bonanno es psicólogo clínico en la Escuela de profesores de la Universidad de Columbia, el dirige el Laboratorio de Pérdida, Trauma y Emoción y ha estado estudiando la resiliencia durante cerca de 25 años. Garmezy, Werner y otros han mostrado que algunas personas son mucho mejor que otras al enfrentar la adversidad; Bonanno ha estado tratando de descubrir de dónde puede venir esa variación. La teoría de la resiliencia de Bonanno comienza con una observación: todos poseemos el mismo sistema fundamental de respuesta al estrés, que ha evolucionado a lo largo de millones de años y que compartimos con otros animales. La vasta mayoría de personas son buenas usando el sistema para hacer frente al estrés. Cuando se trata de resiliencia, la pregunta es: ¿Por qué algunas personas utilizan el sistema con mucha más frecuencia o eficacia que otras?
Uno de los elementos centrales de la resiliencia, que encontró Bonanno, es la percepción:

¿Conceptualiza un evento como traumático o como una oportunidad para aprender y crecer?

"Los eventos no son traumáticos hasta que los experimentamos como traumáticos," me dijo Bonanno en Diciembre. "Llamar a algo "evento traumático" desmiente ese hecho." El ha acuñado un término distinto: PTE, o evento potencialmente traumático, que el argumenta es más preciso. La teoría es directa. Cada evento atemorizante, sin importar qué tan negativo puede ser deste el banquillo, tiene el potencial de ser traumático o no para la persona que lo experimenta. (Bonanno se enfoca en eventos agudos negativos, donde podemos ser seriamente dañados; otros que estudian resiliencia, incluyendo Garmezy y Werner, miran más ampliamente). Tome algo tan terrible como la muerte sorpresiva de un amigo cercano: puede estar triste, pero si puede encontrar una manera de interpretar ese evento como lleno de significado - tal vez le lleve a mayor consciencia de una cierta enfermedad, o a lazos más cercanos con la comunidad- entonces puede no ser visto como un trauma. (De hecho, Werner encontró que los individuos resilientes eran más propensos a reportar que tenían fuentes de apoyo espiritual y religios que aquellos que no lo eran.) La experiencia no es inherente en el evento, reside en la interpretación psicológica del evento.
Es por esta razón, dice Bonanno, que los eventos "estresantes" o "traumáticos" en sí mismos no tienen mucho poder predictivo cuando se trata de resultados en la vida. "Los datos epidemiológicos  prospectivos muestran que la exposición a eventos traumáticos no predice el funcionamiento posterior". "Es solamente predictivo si hay una respuesta negativa." En otras palabras, atravesar la adversidad, ya sea endémica a su ambiente o un evento negativo agudo, no garantiza que sufrirá en el futuro. Lo que importa es si esa adversidad se vuelve traumatizante.
Las buenas noticias es que la interpretación positiva puede ser enseñada. "Podemos hacernos más o menos vulnerables por cómo pensamos respecto a las cosas," dice Bonanno. En la investigación en Columbia, el neurocientífico Kevin Ochsner ha mostrado que enseñar a las personas a pensar en los estímulos de diferentes maneras - re-enmarcarlos en términos positivos cuando la respuesta inicial es negativa, o en una forma menos emocional cuando la respuesta inicial es emocionalmente "caliente" - cambia cómo ellos experimentan y reaccionan al estímulo. Se puede entrenar a las personas a regular mejor sus emociones, y el entrenamiento parece tener efectos duraderos.
Un trabajo similar ha sido hecho con los estilos explicativos - las técnicas que usamos para explicar eventos. He escrito antes sobre la investigación de Martin Seligman, psicólogo de la Universidad de Pensilvania, quien es pionero del campo de la psicología positiva: Seligman encontró que entrenar a las personas para cambiar sus estilos explicatorios de interno a externo ("Los eventos malos no son mi culpa"), desde lo global a lo específico ("Esta es una cosa puntual más que una indicación significativa de que hay algo mal con mi vida"), y desde lo permanente a lo impermanente ("Puedo cambiar la situación, en lugar de asumir que es fija") les hace más exitosos psicológicamente y menos propensos a la depresión. Lo mismo ocurre con el locus de control: no solamente es un locus más interno ligado a percibir menos estrés y desempeñarse mejor sino que cambiar nuestro locus de lo externo a lo interno lleva a cambios positivos tanto en el bienestar psicológico como en el desempeño de trabajo objetivo.
Desafortunadamente, lo opuesto puede también ser cierto. "Podemos hacernos menos resilientes o menos propensos a ser resilientes", dice Bonanno. “Podemos crear o exagerar estresores muy fácilmente en nuestras mentes. Ese es el peligro de la condición humana." Los seres humanos son capaces de preocuparse y rumiar: podemos tomar algo menor, agrandarlo en nuestras cabezas, recorrerlo una y otra vez, y enloquecernos hasta que sentimos que esa cosa menor es la cosa más grande que haya pasado. En un sentido, es una profecía auto-cumplida. Al enmarcar la adversidad como un desafío, se hace más flexible y capaz de manejarlo, seguir adelante, aprender de ello y crecer. Al centrarse en ello, enmarcarlo como una amenaza, un evento potencialmente traumático se convierte en un problema duradero, y es más probable que se vea afectado negativamente.
En Diciembre el New York Times Magazine publicó un ensayo llamado "El Vacío profundo de la "Resiliencia"", en el que se señala que la palabra es ahora usada en todas partes, con frecuencia en formas que la drenan de significado y que la ligan a conceptos vagos como "carácter". Pero la resiliencia no tiene que ser una concepto vacío o vago. De hecho, las décadas de investigación han revelado mucho sobre cómo trabaja. Esta investigación muestra que la resiliencia es, finalmente, un conjunto de habilidades que puede ser enseñada. En los últimos años, hemos usado el término descuidadamente, pero nuestro uso descuidado no significa que no haya sido definido de manera útil y precisa. Es hora de invertir el tiempo y la energía para entender lo que realmente significa "resiliencia".

Tomado de: http://www.newyorker.com/science/maria-konnikova/the-secret-formula-for-resilience

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