Miedo - Joan Garriga

Las personas que tienen miedo, que están en el pecado del miedo y la retracción que conlleva, y no dan a la vida lo que tienen para darle, en el fondo sufren una falta de amor a la realidad externa. Viven la realidad de la vida como amenazante y peligrosa, les falta amar al mundo tal como es, y a los demás tal como son. De hecho, no es posible tener miedo sin albergar pensamientos críticos o agresivos sobre los demás o sobre el mundo. Cuando tenemos miedo de alguien es que ya hemos dejado de mirarlo bien, y nuestra mala mirada, nuestra atribución de defectos y malas intenciones, como déficit de amor, fabrica al enemigo al que luego tememos. Y si convertimos el mundo exterior en un lugar peligroso, si convertimos a los demás en nuestros enemigos, teñimos la vida con un colorante paranoico y persecutor; a manos del conocido mecanismo psicológico de la proyección, les conferimos a los demás nuestra propia violencia, y entonces no nos arriesgamos a dar lo que tenemos, ni a ser lo que somos, nos enquistamos en el miedo y la autodisolución, en la autodefensa crónica, o nos refugiamos en un torreón de invisibilidad o de puros pensamientos sin acción, en lugar de desarrollar la valentía. Falta amar al mundo tal como es, y a los demás tal como son. Se necesita desarrollar la perspectiva de que el mundo es un lugar bueno y acogedor, y no amenazante y cruel. Ambas miradas pueden ser igualmente ciertas e igualmente erróneas, según los elementos de la realidad en la que pongamos la atención. Sin embargo, logran un salto existencial de mayor envergadura aquellos que extienden el amor incluso hacia el lado oscuro de la realidad y de sí mismos.
Joan Garriga
Del libro "La llave de la buena vida"

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