Antídoto para la ansiedad, cohibición y el Síndrome del Impostor - Amy Cuddy

"Incluso antes de asomarnos en el umbral de una oportunidad, estamos llenos de pavor y ansiedad, tomando problemas de un futuro que aún no ha llegado."
“Sabemos que vivimos en contradicción,” escribió Albert Camus en su meditación magnífica sobre fuerza de caracter“pero también sabemos que debemos rechazar esta contradicción y hacer lo necesario para reducirla.” Una de las contradicciones más generalizada y continua que separan el espíritu humano es nuestro anhelo de grandeza, que coexiste con nuestra propensión crónica a la duda de sí mismo.
Cómo reducir esa contradicción permanente es lo que la psicóloga social, investigadora y profesora de Harvard Business School explora en Presence: Bringing Your Boldest Self to Your Biggest Challenges (public library) — un antídoto potente para uno de los males más comunes pero secretos y estigmatizantes en la vida moderna: el síndrome del impostor.
En el centro de la investigación de Cuddy está la idea de que lo opuesto a la impotencia, ese combustible del síndrome del impostor, no está el poder sino lo que ella denomina presencia - la habilidad de habitar y confiar la integridad de los propios valores, sentimientos y capacidades. Esta capacidad de presencia es el semillero de la confianza, el coraje, y la resiliencia requerida para elevarse incluso en los desafíos más abrumadores de la vida.
Aclaremos una cosa: Aunque el trabajo de Cuddy trata con términos que han sido secuestrados de la Nueva Era y desgastados de sentido por el movimiento de autoayuda, no tiene nada que ver con ellos. En cambio, ella fusiona el rigor de un investigador que se ajusta a una de las universidades más finas del mundo con la intuición empática cruda de su experiencia personal complicada y poco común.
Cuando era estudiante de la universidad, Cuddy tuvo un accidente de carro brutal, en el cual ella sufrió una fractura de cráneo y una lesión axonal difusa o DAI - una lesión cerebral traumática que daña los tejidos neurales del cerebro y el cableado conectivo, disminuyendo significativamente la velocidad a la que viaja la información. A diferencia de lesiones específicas de un área que pueden afectar funciones concretas como lenguaje o habilidad motriz, DAI sacude todo el cerebro y desfigura las formas más elementales en las cuales piensa, siente, se comporta e interactúa, dejándole, como Cuddy lo explica, como una persona diferente. Los doctores la declararon cognitivamente incapaz de finalizar la universidad y su IQ cayó en 30 puntos o dos desviaciones estándar. Le dijeron que, en todas las formas medibles, ella ya no era inteligente. 
A pesar de rondas de terapia cognitiva, terapia del habla, terapia física, terapia ocupacional y asesoría psicológica, Cuddy se deslizó cada vez más lejos de sí misma. Ella reflexiona:
"Nuestra forma de pensar, nuestro intelecto, nuestros afectos, nuestra personalidad - esas no son cosas que esperamos que cambien. Las damos por sentados. Tememos tener un accidente que nos deje paralizados, cambie nuestra habilidad de movernos o nos cause la pérdida de audición o de vista. Pero no pensamos en tener un accidente que nos cause la pérdida de nosotros mismos. 
Durante muchos años después de la lesión en la cabeza, estaba tratando de pasar como mi antiguo yo... aunque no sabía realmente cuál era ese ser anterior. Me sentía como una impostora, una impostora en mi propio cuerpo."
Pero,  impulsada por fuerzas redentoras de tenacidad paralelas y el paso del tiempo, Cuddy fue capaz de recuperar lentamente su habilidad cognitiva, comenzar a estudiar psicología y eventualmente convertirse en una psicóloga social investigando los fenómenos interrelacionados con los que ella colisionó y forcejeó y danzó en su propio viaje - confianza y duda de sí misma, la relación entre identidad e intelecto, el rol central de la presencia en nuestra sensación de poder.
En el 2012, dió una charla TEC que se extendió por todo el mundo como pólvora - un testimonio inesperado sobre qué tan profundamente estas cuestiones afectan a las personas de todos los ámbitos de la vida.
La sorprendente respuesta a su charla - que ha sido vista más de 30 millones de veces y se convirtió en la segunda charla TED más vista de todo el miendo - catalizó la investigación adicional dentro de la maquinaria psicológica de la presencia, una cualidad extrañamente elusiva de una definición pero inconfundible cuando la sentimos y sin lugar a dudas su ausencia acongoja. Ella ilustra esto último con una anécdota histórica instructiva.
"El escritor francés del siglo XVIII, Denis Diderot estaba en una cena, participando en un debate sobre un tema que conocía bien. Pero talvez no era él mismo esa noche - un poco cohibico, distraído, preocupado por lucir tonto. Al ser desafiado en algún momento, Diderot se encontró a sí mismo en una pérdida de palabras, incapaz de improvisar una respuesta inteligente. Pronto, dejó la fiesta. 
Una vez afuera, en su camino por la escalera, Diderot continuó reproduciendo ese momento humillante en su mente, buscando en vano la réplica perfecta. Justo al alcanzar el final de las escaleras, la encontró. Debería regresar, subir las escaleras y volver a la fiesta para pronunciar su respuesta ingeniosa? Por supuesto que no. Era muy tarde. El momento - y con él, la oportunidad - había pasado. El arrepentimiento lo inundó. Si tan solo hubiera tenido la presencia de ánimo para encontrar esas palabras cuando las necesitaba. 
Reflexionando en su experiencia en 1773, Diderot escribió, "Un hombre sensible, como yo, abrumado por el argumento dirigido contra él, se confunde y sólo puede pensar claramente otra vez - cuando alcanza - el final de las escaleras."
Así acuñó la frase l'esprit d'escalier - el espíritu de las escaleras o el ingenio de las escaleras. En Yiddish es trepverter. Los alemanes lo llaman treppenwitz. Ha sido llamado el ingenio del ascensor o afterwit. Pero la idea es la misma - es el comentario incisivo que llega muy tarde. Es la respuesta entorpecida. La réplica huérfana. Y carga con ella la sensación de arrepentimiento, decepción, humillación. Todos queremos otra oportunidad. Pero nunca la tendremos.
[...]
Muchos de nosotros tenemos nuestra versión personal de esta experiencia. Después de una entrevista de trabajo, una audición para un papel, una cita, un lanzamiento de una idea, hablar en una reunión o en clase, discutir con alguien en una cena. 
Pero, ¿cómo llegamos a esto? Probablemente estábamos preocupados por lo que otros pensaran de nosotros, pero creyendo que ya sabíamos lo que pensaban; sintiendo impotencia, y también consintiendo ese sentimiento; aferrándonos al resultado y atribuyendo mucha importancia a ello en lugar de enfocarnos en el proceso. Estas preocupaciones se combinan en un cocktail tóxico de auto-derrota. Es así como llegamos a esto. Incluso antes de asomarnos al umbral de una oportunidad, estamos llenos de pavor y ansiedad, tomando problemas de un futuro que todavía no ha llegado."
Esto, anota Cuddy, invariablemente nos deja con un espíritu hundido, que a su vez evita que nos mostremos para cualquier interacción con nuestro ser total ilimitado. Vale la pena señalar que esas tendencias de auto-derrota atormentan incluso a las personas más exitosas, incluso aquellos que denominamos genios - tome por ejemplo, la espantosa duda de sí mismo y auto-flagelación que permea los diarios de  John Steinbeck’s.
El contrapunto de esta auto-consciencia paralizante, argumenta Cuddy, es la calidad de la presencia - una habilidad para proyectar confianza pausada, pasión y entusiasmo en situaciones de alta presión, que no puede fingirse fácilmente paero que puede ser cultivada deliberadamente. Ella escribe:
"El efecto ideal de la presencia - es que- usted ejecuta con confianza cómoda y sincoronía y termina con una sensación de satisfacción y logro, independientemente del resultado medible."
Para ser claro, el trabajo de Cuddy en la presencia no se trata de hacerlo un orador más confiado o un negociador más persuasivo o un entrevistado más atractivo - aunque su aplicación afecta estos resultados superficiales, se trata de una dimensión mayor y más expansiva de nuestra personalidad, explorando las capas más profundas de lo que experimentamos como nuestra identidad y equipándonos con la habilidad para sintonizar y articular esas dimensiones.
Cómo hacerlo es lo que Cuddy examina en Presence usando los lentes de una psicóloga social para sintetizar e integrar las revelaciones de campos que van desde la economía comportamental hacia la filosofía Oriental y la neurosciencia.
Complementar con Brené Brown sobre cultivar las cualidades que las personas resilientes tienen en común y Parker Palmer sobre cómo dejar de esconder su alma.

Tomado de: https://www.brainpickings.org/2016/01/28/amy-cuddy-presence/
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