Por qué es crucial para una mujer sanar la Herida de la Madre
El
tema central del empoderamiento de la mujer es la herida de la madre
Las
dificultades y desafíos entre madres e hijas son descontrolados y extendidos
pero no se habla abiertamente sobre el tema. El tabú de hablar sobre el dolor
de la herida de la madre es lo que lo mantiene en su lugar, oculto en la
sombra, enconado y fuera de la vista.
Qué
es exactamente la herida de la madre?
La
herida de la madre es el dolor de ser una mujer legado a través de las
generaciones de mujeres en culturas patriarcales. Y esto incluye los mecanismos
disfuncionales que son usados para sobrellevar ese dolor.
La herida de la madre incluye el dolor de:
· Comparación: no sentirse lo suficientemente
buena
· Vergüenza: sensación constante de fondo de
que hay algo mal con usted
· Atenuación: sensación de que debe
permanecer pequeña con el fin de ser amada
·
Sensación
persistente de culpa por querer más de lo que tiene actualmente
La herida de la madre puede manifestarse
como:
· No ser su ser pleno porque no quiere
amenazar a otros
· Tener una alta tolerancia al mal trato de
otros
· Cuidar emocionalmente de otros
· Sentirse competitiva con otras mujeres
· Auto-sabotaje
· Ser demasiado rígida y dominante
·
Condiciones
como desórdenes de alimentación, depresión y adicciones
En
nuestra cultura patriarcal, dominada por los hombres, las mujeres están
condicionadas a pensarse como “menos que” y no merecedoras o valiosas. Esta
sensación de “menos que” ha sido interiorizada y pasada a través de incontables
generaciones de mujeres.
La atmósfera cultural de opresión femenina
pone a las hijas en un “doble vínculo”
Puesto
de forma simple, si una hija interioriza las creencias inconscientes de su
madre (que es una forma sutil de “no soy suficiente”) entonces tiene la
aprobación de su madre, pero en cierta forma se ha traicionado a sí misma y a su
potencial.
Sin
embargo, si ella no interioriza las creencias inconscientes de su madre en sus
propias limitaciones sino que en cambio afirma su propio poder y potencial,
ella es consciente de que su madre puede inconscientemente ver esto como un
rechazo personal.
Para una mujer, puede sentirse peligroso
materializar su pleno potencial porque puede significar arriesgarse al rechazo
por su madre.
La
hija no quiere tomar el riesgo de perder el amor y la aprobación de su madre,
así interiorizar estas creencias inconscientes limitantes es una forma de
lealtad y supervivencia emocional para la hija.
Esto
se debe a que la hija puede inconscientemente sentir que su empoderamiento
pleno puede desencadenar la tristeza o la rabia de su madre por haber tenido
que renunciar a partes de sí misma en su propia vida. La compasión hacia su
madre, un deseo de complacerla y un miedo al conflicto pueden convencerla de
que es más seguro encogerse y permanecer pequeña.
Una
objeción común a enfrentar la herida de la madre es “dejar al pasado estar en
el pasado”. Sin embargo, nunca “escapamos” realmente o enterramos el pasado. El
vive en el presente como los obstáculos y los retos a los que nos enfrentamos
cada día. Si evitamos enfrentar el dolor asociado con una de las relaciones más
primarias y fundamentales en nuestras vidas, estamos perdiendo una oportunidad
crucial para descubrir la verdad de quienes somos y para vivir auténticamente y
alegremente esa verdad.
Estereotipos que perpetúan la herida de la madre:
· “Mira
todo lo que tu madre hizo por ti!” (de otras personas)
· “Mi
madre sacrificó mucho por mí. Sería muy egoísta hacer lo que ella no pudo
hacer. No quiero hacerla sentir mal.”
·
“Le debo lealtad a mi madre sin importar
cómo. Si la molesto, ella pensará que no la valoro.”
La
hija puede experimentar miedo a realizar su potencial porque puede temer dejar
a su madre atrás. Puede temer que su madre se sienta amenazada por sus sueños o
ambiciones. Puede temer sentimientos incómodos de su madre como envidia o
rabia. Todo esto es usualmente muy inconsciente y no reconocido o algo de lo
que no se habla abiertamente.
Todos hemos sentido el dolor que nuestra
madres cargan. Y
todos nosotros sospechamos hasta cierto grado que somos en parte culpables de
su dolor. En ello reside la culpa. Esto tiene sentido cuando consideramos el
limitado desarrollo cognitivo de un niño, que se ve a sí mismo como la causa de
todas las cosas. Si no enfrentamos esta creencia inconsciente como adultos,
podemos aún estar caminando por ahí con ella y limitándonos en gran medida a
nosotros mismos como resultado.
La verdad es que ningún hijo puede salvar a
su madre.
Ningún
sacrificio que una hija haga será nunca suficiente para compensar el alto
precio que su madre pudo haber tenido que pagar o por las pérdidas que ella ha
acumulado a lo largo de los años, simplemente por ser mujer y madre en esta
cultura. Y sin embargo esto es lo que muchas mujeres hacen por sus madres desde
muy temprano en su infancia: inconscientemente toman la decisión de no
abandonar o traicionar a sus madres siendo “demasiado exitosa”, “demasiado
lista” o “demasiado aventurera”. Esta decisión se hace desde el amor, la
lealtad y una verdadera necesidad de aprobación y de apoyo emocional de la
madre.
Muchas de nosotras confundimos ser leales
con nuestras madres con ser leales a sus heridas, y así, somos cómplices de
nuestra propia opresión.
Estas
dinámicas son muy inconscientes y operan en un continuo. Incluso las relaciones
madre-hija de apoyo más saludables pueden tener esta dinámica hasta cierto
grado, en virtud de simplemente ser mujer en esta sociedad. Y para las hijas
que tienen madres con problemas serios (adicciones, enfermedades mentales,
etc.) el impacto puede ser muy dañino e insidioso.
Las madres deben tomar responsabilidad y
llorar sus perdidas.
Ser
una madre en nuestra sociedad es tremendamente difícil. He escuchado a muchas
mujeres decir “nadie te dice lo difícil que es” y “nada te prepara para cuando
llegas a casa con el bebé y te das cuenta lo que se pide de ti”. Nuestra
cultura es muy dura con las madres, ofrece poco apoyo y muchas están criando
hijos solas.
Los mensajes no dichos de nuestra sociedad
a las madres:
· Si la maternidad es difícil, es tu culpa
· Qué vergüenza si no es una súper-humana
· Hay “madres naturales” para quienes la
maternidad es fácil. Si no eres una de ellas, hay algo profundamente mal
contigo.
·
Se
supone que debes ser capaz de manejar todo con facilidad: tener hijos bien
educados, ser sexualmente atractiva, tener una carrera exitosa y un matrimonio
sólido.
Para las
madres que de hecho han sacrificado mucho para tener hijos en nuestra cultura,
puede sentirse realmente como un rechazo cuando su hija sobrepasa o excede los sueños
que pensó posibles para sí misma. Puede haber una sensación de sentir que le
deben, con derecho o necesidad de ser validada por sus hijos, lo cual puede ser
una manipulación muy sutil pero poderosa. Esta dinámica puede causar que la
siguiente generación de hijas se mantengan pequeñas para que sus madres puedan
continuar sintiéndose validadas y afirmadas en su identidad como madres, una
identidad por la que muchas han sacrificado tanto, pero han recibido poco apoyo
y reconocimiento a cambio.
Las
madres pueden proyectar inconscientemente una rabia profunda hacia sus hijas de
maneras sutiles. Sin embargo, la rabia no es realmente hacia sus hijas. La
rabia es hacia la sociedad patriarcal que requiere que las mujeres se
sacrifiquen y se agoten ellas mismas con el fin de ser madres.
Y
para una hija que necesita a su madre, sacrificarse a sí misma en un esfuerzo
para aliviar de alguna forma el dolor de su madre, es con frecuencia una
decisión inconsciente hecha en una edad muy temprana en la vida y no
descubierta como la causa de muchos problemas subyacentes hasta mucho más tarde
cuando ella es una adulta.
La
herida de la madre existe porque no hay un lugar seguro para las madres, para
procesar su rabia por los sacrificios que la sociedad les ha demandado. Y
porque las hijas aún inconscientemente temen el rechazo por escoger no hacer
esos mismos sacrificios como las generaciones anteriores.
En nuestra sociedad, no hay lugar seguro
para que una madre ventile su rabia. Y con frecuencia sale inconscientemente hacia los hijos.
Una hija es un objetivo muy potente para la rabia de la madre porque la hija
aún no ha tenido que renunciar a su personalidad por la maternidad. La hija
joven puede recordarle a la madre su potencial no vivido. Y si la hija se
siente lo suficientemente valiosa para rechazar algunos de los mandatos patriarcales
que la madre ha tenido que tragarse, entonces puede fácilmente desencadenar esa
rabia subterránea para la madre.
Por supuesto, la mayoría de las madres
quieren lo mejor para sus hijas. Sin embargo, si una madre no se ha ocupado de su propio
dolor o asumido los sacrificios que ha tenido que hacer, entonces el apoyo a su
hija puede estar mezclado con vestigios de mensajes que sutilmente inculcan
vergüenza, culpa u obligación. Pueden filtrarse en las situaciones más
benignas, usualmente en alguna forma de crítica o traer la alabanza de vuelta a
la madre. No se trata del contenido de la declaración, sino más bien la energía
con la que se expresa, que puede llevar resentimiento escondido.
La forma para una madre de evitar dirigir
su rabia a su hija y pasarle la herida de la madre, es hacer totalmente el
duelo y luto de sus propias pérdidas. Y asegurarse que ella no depende de su
hija como su fuente central de apoyo emocional.
Las
madres deben llorar lo que han tenido que abandonar, lo que querían pero nunca
tendrán, lo que sus hijos nunca pueden darles y la injusticia de su situación.
Sin embargo, tan injusto como es, no es la responsabilidad de la hija reparar
las pérdidas de la madre o sentirse obligada a sacrificarse a sí misma en la
misma forma. Para las madres, requiere enorme fortaleza e integridad hacer
esto. Y las madres necesitan apoyo en este proceso.
Las
madres liberan a sus hijas cuando conscientemente procesan su propio dolor sin
hacerlo el problema de sus hijas. De esta forma, las madres liberan a sus hijas
para seguir sus sueños sin culpa, vergüenza o sentido de obligación. Cuando las
madres inconscientemente, hacen que sus hijas se sientan responsables de sus
pérdidas y compartan su dolor, se crea un enredo disfuncional, reforzando la
opinión de la hija de no ser merecedora de sus sueños. Y esto apoya la creencia
de la hija respecto a que el dolor de su madre debe ser de alguna forma su
culpa. Esto puede paralizarla en muchos sentidos.
Para las hijas creciendo en una cultura
patriarcal, hay una sensación de tener que elegir entre ser empoderada o ser
amada.
Muchas
hijas eligen ser amadas en lugar de empoderadas porque hay una sensación
ominosa de que estar totalmente realizada y empoderada puede causar una pérdida
grave del amor de las personas importantes en sus vidas, especialmente sus
madres. Así que las mujeres se quedan pequeñas e insatisfechas,
inconscientemente pasando la herida de la madre a la siguiente generación.
Como
mujer, hay una sensación vaga pero poderosa de que su empoderamiento herirá sus
relaciones. Y se les enseña a las mujeres a valorar las relaciones sobre todo
lo demás. Nos aferramos a las migajas de nuestras relaciones, mientras que
nuestras almas pueden estar anhelando profundamente la realización de nuestro
potencial. Pero la verdad es que nuestras relaciones por sí mismas nunca podrán
reemplazar adecuadamente el hambre de vivir nuestras vidas plenamente.
La dinámica de poder en el centro de la
relación madre-hija es un tabú y el tema central de la herida de la madre.
Gran
parte de esto pasa oculto debido a los muchos tabúes y estereotipos acerca de
la maternidad en esta cultura:
· Las madres son siempre nutrientes y
amorosas
· Las madres nunca deben sentir rabia o
resentimiento hacia sus hijas
·
Se
espera que madres e hijas sean las mejores amigas
El estereotipo de “Todas las madres deben
ser amorosas todo el tiempo”
despoja a las mujeres de su humanidad completa. Porque no se les da permiso a
las mujeres de ser seres humanos totales, la sociedad se siente justificada en
no proporcionar total respeto, apoyo y recursos a las madres.
La
verdad es que las madres son seres humanos y todas las madres tienen momentos
no-amorosos. Y es cierto que hay madres que son simplemente no- amorosas la
mayor parte del tiempo, ya sea por adicción, enfermedad mental u otras luchas.
Hasta que estemos dispuestos a enfrentar estas realidades incómodas la herida
de la madre estará en la sombra y continuará siendo pasada a través de las
generaciones.
Todas
tenemos el patriarcado en nosotras en algún grado. Hemos tenido que ingerirlo
para sobrevivir en esta cultura. Cuando estemos listas para confrontarlo
plenamente en nosotras mismas, también lo confrontamos en otros, incluyendo
nuestras madres. Esta puede ser una de las situaciones más desgarradoras que
enfrentemos. Pero a menos que estemos dispuestas a ir allí, para enfrentar la
herida de la madre, estamos pagando un precio muy alto por la ilusión de paz y
empoderamiento.
Cuál es el costo de no sanar la herida de
la madre?
El
costo de no sanar la herida de la madre es vivir su vida con:
· Una sensación vaga, persistente de que “hay
algo mal conmigo”
· Miedo al fracaso o desaprobación para
realizar su potencial
· Límites débiles y un sentido poco claro de
quién es
· Sensación de poca valía o incapacidad de crear
lo que realmente desea
· Sensación de poca seguridad para ocupar
espacio y expresar su verdad
· Organizar su vida en torno a “no hacer
olas”
· Auto-sabotaje cuando se acerca un gran logro
·
Inconscientemente
esperar el permiso o aprobación de la madre antes de reclamar su propia vida
Cuál es la relación entre la herida de la
madre y lo divino femenino?
Hay
mucho por hablar estos días sobre “incorporar lo divino femenino” y ser una
“mujer despierta”. Pero la realidad es que no podemos ser un contenedor fuerte del
poder de lo divino femenino si no hemos aún enfrentado los lugares dentro de
nosotros donde nos hemos sentido desterradas y en exilio de lo femenino.
Seamos realistas: nuestro primer encuentro
con la Diosa fue con nuestras madres. Hasta que tengamos el coraje de romper el tabú y
enfrentar el dolor que hemos experimentado en relación con nuestras madres, el
divino femenino es otra forma de cuento de hadas, una fantasía de rescate por
una madre que no llega. Esto nos mantiene en inmadurez espiritual. Tenemos que
separar la madre humana del arquetipo con el fin de ser portadoras reales de
esta energía. Debemos deconstruir las estructuras defectuosas dentro de
nosotros antes de que podemos realmente construir nuevas estructuras para
sostenerla. Hasta que hagamos esto permaneceremos atrapados en una clase de
limbo donde nuestro empoderamiento es de corta duración y la única explicación
para nuestro dilema que parece tener sentido es culparnos a nosotras mismas.
Si evitamos reconocer el total impacto del
dolor de nuestra madre en nuestra vida, seguimos siendo en alguna medida, niñas.
Llegar
a la plenitud requiere mirar nuestra relación con nuestra madre y tener el
coraje de separar nuestros propias creencias, valores, pensamientos de los de
ella. Esto requiere transitar el duelo de tener que presenciar el dolor que
nuestra madre soportó y procesar nuestro propio dolor legítimo que soportamos
como resultado. Esto es tan desafiante pero es el comienzo de la verdadera
libertad.
Una
vez que sentimos el dolor puede ser transformado y dejará de crear obstáculos
en nuestras vidas.
Qué pasa cuando una mujer sana la herida de
la madre?
Cuando
sanamos la herida de la madre, la dinámica de poder se resuelve porque las
mujeres ya no pedirán a otras permanecer pequeñas para aliviar su propio dolor.
El dolor de vivir en el patriarcado deja de ser tabú. No tenemos que pretender
y ocultarnos detrás de máscaras falsas que esconden nuestro dolor bajo una
fachada de mantener todo junto sin esfuerzo. El dolor puede entonces ser visto
como legítimo, abrazado, procesado e integrado y finalmente transformado en
sabiduría y poder.
Una
vez las mujeres procesan cada vez más el dolor de la herida de la madre,
podemos crear lugares seguros para que las mujeres expresen la verdad de su
dolor y reciban un apoyo tan necesario. Las madres e hijas pueden comunicarse
sin miedo a que la verdad de sus sentimientos rompa su relación. El dolor ya no
necesita ir oculto y en la sombra, donde se manifiesta como manipulación,
competencia y odio a sí mismo. Nuestro dolor puede ser llorado totalmente de
modo que a continuación se puede convertir en amor, un amor que se manifiesta
como feroz apoyo de unos a otros y profunda auto-aceptación, liberándonos para
ser audazmente auténticas, creativas, y realmente plenas.
Cuando
sanamos la herida de la madre, comenzamos a comprender el asombroso impacto que
el bienestar de una madre tiene en la vida de su hijo, especialmente en la
niñez temprana cuando el hijo y la madre siguen siendo una unidad. Nuestras
madres constituyen la base misma de lo que seremos: nuestras creencias
comienzan como sus creencias, nuestros hábitos comienzan como sus hábitos. Algo
de esto es tan inconsciente y fundamental, es apenas perceptible.
La herida de la madre no es en última
instancia sobre su madre. Se trata de abrazarse a sí misma y sus dones sin
vergüenza.
Nos
dirigimos a la herida de la madre porque es una parte crítica de la
auto-realización y decir SI a ser las
mujeres poderosas y potentes que estamos siendo llamadas a ser. Sanar la herida
de la madre es en última instancia sobre reconocer y honrar la base que
nuestras madres dieron por nuestras vidas de manera que podamos entonces
enfocarnos plenamente en crear las vidas únicas que auténticamente deseamos y
sabemos que somos capaces de crear.
Beneficios de sanar la herida con la madre:
· Ser más fluidas y hábiles en el manejo de
sus emociones. Al verlas como fuente de sabiduría e información.
· Tener límites saludables que apoyen la
realización de su ser superior y mejor.
· Desarrollar una “madre interior” sólida que
provee amor incondicional, apoyo y consuelo a sus partes más jóvenes.
· Conocerse como competente. La sensación de
que todo es posible, abierta a milagros y todas las cosas buenas.
· Estar en contacto constante con su bondad
interior y su habilidad para manifestarla en todo lo que hace.
· Compasión profunda por sí misma y otras
personas.
· No tomarse tan seriamente. No necesitar
aprobación externa para sentirse bien. Sin necesidad de probarse a los demás.
· Confiar en que la vida le trae lo que
necesita
· Sentirse segura en su piel y sensación de
libertad para ser uno mismo
·
Mucho
más…
A
medida que nos ocupamos de este proceso de sanación, lentamente removemos la
espesa niebla que nos mantiene atrapadas y podemos ver con más claridad, apreciarnos
y amarnos a nosotras mismas. Ya no llevaremos la carga del dolor de nuestra
madre ni nos mantendremos pequeñas como resultado.
Podemos
emerger con confianza a nuestras propias vidas, con la energía y vitalidad para
crear lo que deseamos sin vergüenza o culpa, sino con pasión, poder, alegría,
confianza y amor.
Para
cada ser humano, la primera herida del corazón estuvo en el lugar de la madre,
lo femenino. Y a través del proceso de sanar esa herida, nuestros corazones pasan
de un estado comprometido con estar a la defensiva y el miedo, a todo un nuevo
nivel de amor y poder, que nos conecta con el divino corazón de la Vida misma. A
partir de entonces estamos unidos con el corazón arquetípico colectivo que vive
en todos los seres, y son portadores y transmisores de la compasión y amor
verdadero que el mundo necesita en este momento. De esta forma, la herida de la
madre es realmente una oportunidad y una iniciación dentro de lo divino
femenino. Es por esta razón que es tan crucial para las mujeres sanar la herida
de la madre: su sanación personal y reconexión con el corazón de la vida, por
medio de lo femenino, afecta a la totalidad y apoya nuestra evolución
colectiva.
Bethany Webster es
escritora, coach transformacional, conferencista internacional y lo que puede
llamarse comadrona del corazón. Su trabajo se centra en ayudar a las mujeres a
sanar la herida de la madre para que puedan reclamar plenamente su brillo,
apropiarse de su poder y vivir como seres auténticos. Visite womboflight.com para explorar más su
trabajo o leer su artículo original aquí.
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