La Casa Abandonada

Compilado por Magaly Villalobos*

Y allá está..., lo que ha pasado es el tiempo... La veo empolvada, llena de telarañas. Los muebles tapados con telas de género, para protegerlos de ese tiempo, lleno de recuerdos, nostalgia, historia... Una sensación de inmovilidad, están y no están... Un lugar abandonado como nuestra casa interior. Ese es el sitio de Hestia, la diosa olvidada, hoy desvalorizada, venerada como el fuego doméstico, diosa del hogar y de la ciudad.
Emerge una figura que se ha mantenido oscura en la mitología y en los estudios arquetipales, con dificultad, la Vesta de los romanos, es a la vez la llama y el hogar. Aparece con el dios Hermes vinculados como protectores conjuntos del mismo, y ambos patronos del ciber espacio. Un centro virtual que está y no está, Hestia y aquel, el externo, el centrífugo, las redes de conexión, Hermes.
Hestia diosa del hogar es una figura de estabilidad primordial, permanencia y prosperidad, se la representa como una mujer austera, sentada y cubierta con una túnica. En la tradición mitológica existen pocas narraciones sobre ella, pero reviste gran importancia simbólica y ritual. Es verdaderamente la más antigua, la más honrada, el centro de la vida de la familia, y por extensión, de la ciudad.
Kerényi, señala: ella obtuvo el puesto central de la casa como su sitio sagrado, la hoguera, el fuego del hogar, que es lo que significa su nombre, Hestia ocupa su lugar en el centro del lugar de encuentro, de residencia y por ende debe ser central en la vida psíquica.
No había estatuas de ella en su templo, sólo estaba el fuego sagrado, su imagen y su lugar son idénticos. Como decidió no casarse, Zeus le otorgó el privilegio de recibir el primer y el último sacrificio en todas las ceremonias, como centro viviente de la familia o la ciudad. Según Nilsson, antes de partir para fundar una colonia, "tomaba fuego del fogón de la ciudad madre para llevarlo al de la tierra extraña y constituir así el centro de la nueva ciudad." En épocas posteriores, se estableció la costumbre de un fogón común como centro ideal de una confederación de estados.
Hestia es la hija primogénita de Cronos y de Rea. Es una Olímpica, sin embargo no goza de culto hasta una época relativamente tardía, ya que su nombre no aparece ni en la Ilí­ada, ni en la Odisea. Su padre la engulle al nacer y es la primera en ser devorada y la última en ver la luz, podrí­amos decir que conforma la memoria colectiva pues en este espacio atemporal y oscuro se hace sabia.
Esta diosa silenciosa, reservada y privada era representada sentada o de pie, en actitud solemne, sosegada, seria, calmada y digna, a veces con un velo que desde la cabeza le caía por la espalda, pero sin atributos distintivos. Su símbolo era el círculo.
Hestia nunca interviene en guerras o disputas. Además como Artemisa y Atenea, ha resistido a todas las invitaciones amorosas de los dioses, titanes y otros. Afrodita es incapaz de subyugar, persuadir, someter o incluso despertarle una dulce añoranza.
Hestia permanece inmóvil en el Olimpo. Así como el hogar doméstico es el centro religioso de la morada, Hestia es el centro religioso de la mansión divina, y cuando Dionisio entra al Olimpo, ella se retira. Son dos esencias contrastantes: ella centra, él desordena. No pueden coexistir al unísono.
Afrodita hizo que Poseidón, la emocionalidad instintiva, y Apolo, la luz, la inteligencia se enamoraran de Hestia, a ninguno de los dos ella respondió. Lo que si logró con su actitud misteriosa fue constelizar una esencia opuesta: Príapo, dios itifálico, es decir, pene erecto que requiere inmediatez y urgencia, nunca pudo satisfacer su lujuria.
Durante años continuó esa pasión. Hestia hizo todo lo posible por conservar su pureza y Príapo, enamorado, uso de todas sus artimañas para saciar su deseo. Y permaneció sediento de amor. Ni la pasión, ni el sufrimiento de Príapo consiguieron perturbar su pensamiento incorruptible.
En latín, la palabra hogar es focus. Hestia se concentra en su experiencia subjetiva interna. Es muy intuitiva, de esta manera puede percibir la esencia de la situación.
Hestia es el interior, cerrado sobre sí, el lugar donde se atesoran las riquezas y donde la realidad del grupo hunde sus raíces. La diosa se abre al exterior a través de su cómplice Hermes, a los extranjeros de paso, a la circulación de las riquezas, al tejido de las alianzas, a esa organización del espacio que, en Grecia, comporta el carácter patrilocal del matrimonio.
Confirió a las criaturas el sentimiento de seguridad y pureza que precisaban para regir sus vidas. Vidas áridas y violentas, hechas de amor y odio, de dolor y alegría, de búsqueda y desencuentros, encontraron allá, junto al fuego del hogar, un lugar donde las relaciones humanas tejen su corona de hondos y suaves afectos.
Nos llama la atención la extraña falta de imágenes, se resiste a que se le personifique como una figura humana.
Bachelard en su obra La poética del espacio, nos trae una imaginería de Hestia a través de la habitación con chimenea. El espacio se hacía eco de la redondez de la tierra, la cual era doméstica, vinculada a las ciudades y a las casas. El espacio era sagrado.
Habitación y hogar nos dan un reflejo de la condición de nuestra alma. Los hogares que creamos y donde habitamos interior y exteriormente, manifiestan un aspecto de nuestra alma. "Los lugares de sueños y fantasías, nuestra habitación, rascacielos, viejas casas embrujadas, sótanos, pasillos y dormitorios, nos dicen mucho acerca de dónde está nuestra alma en el momento" (Barbara Kirksey). Hestia hace posible que el espacio sea una forma de realidad psicológica. Ella pone al alma en un sitio donde pueda habitar.
Bachelard nos dice que la casa es un estado psíquico y siempre revela intimidad.
Como la psicología de Hestia es una revisión del alma en términos de metáforas espaciales, la patologí­a del alma a través del lenguaje de Hestia contiene frases relacionadas con lo espacial. "Fuera de base, descentrado, desubicado, no me encuentro, fuera de sitio, etc."
Bachelard nos relata: "la casa resguarda las ilusiones, la casa protege al soñador, la casa le permite a uno soñar en paz." Si Hestia no construye su casa, no hay ni protección ni paz para el que sueña. Su falta amenaza a la estructura completa de la psique con un gran caos. Ella actúa como mediadora para la integración psicológica, en conjunto con las actividades de Hermes de conector y agitador del alma.
Se presenta también como guardiana e invocadora de los grandes misterios de lo desconocido. La sangre late en sus venas al unísono de las fuerzas naturales. Es la perfecta mediadora para expresar las fuerzas que actúan en el consciente y el inconsciente de la humanidad y de la existencia. El aspecto místico del ser se expresa mediante ritos: rituales de nacimiento, ritos de pasaje, matrimonio y muerte; en el ámbito de las sacerdotisas y la magia.
Los rituales de Hestia están simbolizados por el fuego. Cuando una pareja se casaba, la madre de la novia encendía una antorcha en su propio hogar y la llevaba ante la pareja recién casada para alumbrar su primer hogar. Este acto consagraba la nueva casa. Vinculando el antiguo hogar con el nuevo, simbolizando la continuidad y la relación, la conciencia compartida y la identidad común.
Posteriormente en Roma, Hestia fue venerada como la diosa Vesta. En sus templos, el fuego sagrado era atendido por las vírgenes vestales, a quienes se exigía encarnar la virginidad y el anonimato de la diosa.
Las Vestales no debían poseer defecto físico alguno, tenían que ser de condición libre y bajo ningún concepto podían dejar extinguir el fuego del templo circular, tolos que todavía se conserva en Roma.
Hestia es un arquetipo de conexión con el centro interno. El hogar circular de Hestia con el fuego sagrado en el centro tiene forma de mandala, una imagen utilizada en la meditación, que es símbolo de totalidad y de universalidad.
En relación al simbolismo del mandala, Jung nos dice que es una especie de punto central en el interior de la psique, con el que todo está relacionado, por el que cada cosa se ordena y que es en sí mismo fuente de energía. La energía del punto central se manifiesta en la compulsión y urgencia casi irresistibles de devenir, lo que es lo mismo que cada organismo, cualesquieran que sean las circunstancias, es llevado a asumir la forma característica de su naturaleza. Este centro puede expresarse como self.
Cuando se olvidan y dejan de honrarse los valores "hestianos" se pierde la conexión con el santuario interno, ese ir hacia adentro para encontrar el sentido a las cosas, y de la familia como lugar sagrado y fuente de calidez. 
La casa que Hestia erige o edifica provee las fronteras para nuestra alma, la protege de la invasión del mundo externo y nos protege del caos, de la trivialidad, de diversos acontecimientos y experiencias de desconexión.
El enfocar o ver con claridad, nos conecta con la psique. Una imaginería nos viene del teatro moderno. En el teatro el focus es el punto mejor iluminado del escenario. Aquellos personajes que aparecen en nuestras experiencias psicológicas muy luminosos o con más claridad que otros, son el foco de dicha experiencia psicológica. Hestia está a cargo de la iluminación durante el drama. Ella está tras bastidores y es muy necesaria para esa producción.
El drama de la vida psíquica contiene un punto focal, un punto iluminado donde se pueden ver las figuras y si nos tomamos en serio la antigua creencia de la vigilancia a través de la iluminación, es necesario darle luz y protagonismo a aquellas figuras que aparecen en las escenas de nuestro consciente. Enfocar al personaje, precisarlo, le permite al drama psíquico llevarse a cabo. Al hacer eso, la imagen queda preservada, reverenciada y protegida.
María Fernanda Palacios, en su trabajo titulado "La mujer y la casa", nos dice: "Para que las cosas arraiguen se necesita un centro que haga resistencia y haga fraguar la mezcla en un cuerpo, en un paisaje, en una imagen... El verdadero centro de gravitación de todas nuestras influencias no está en las fronteras exteriores (una geografía, unas instituciones, unos mitos, unas tradiciones) sino en las fronteras interiores, en la dimensión invisible y posible de una morada comprensiva que sirva de punto de refracción al oleaje incesante y al asalto caprichoso de culturas e influencias disímiles. Podemos haber nacido aquí y sin embargo no llevar en la sangre las imágenes que permiten reconocer esta tierra como nuestra...
.... En las imágenes de la mujer y la casa está escrito el calendario donde podemos aprender los ritmos lentos y ensimismados de toda incubación, el misterio de las transformaciones: hervir, hornear, macerar, fermentar, madurar...
Allí está el calendario vital, el reloj interior que puede enseñarnos a lidiar con lo embarazoso, con los combates chiquitos, los que no se libran en campos de batalla, la lucha que no se aprende en los cuarteles. Nosotros, que venimos de tantas guerras gloriosas y grandiosas (desastrosas y grotescas también) perdemos a diario esas batallas menudas: la lucha secreta de todo lo que necesita incubación y paciencia, hamaca y mecedora.
Es en la casa donde aprendemos el secreto de ese impulso ligero y necesario para mecer suavemente una carga pesada y abanicar nuestros calores...

En la mujer, en lo profundo de su cuerpo
se construye la casa,
entre murmullos y silencios.

... dicen unos versos de Eugenio Montejo. Este poema nos da las imágenes para iniciar la construcción.



*Analista Junguiana
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