El animus como mercader del alma - Clarissa Pinkola Estes

Según la clásica definición junguiana, el animus, de género masculino, es la fuerza del alma de las mujeres. Sin embargo, la observación personal ha inducido a muchas psicoanalistas entre las que yo me incluyo a refutar la visión clásica y a afirmar en su lugar que la fuerza revivificadora de las mujeres no es masculina ni ajena a ella sino femenina y familiar.

Pese a ello, creo que el concepto masculino de animus tiene una gran relevancia. Existe una enorme correlación entre las mujeres que no se atreven a crear —que temen manifestar sus ideas ante el mundo o bien lo hacen de una manera irrespetuosa o sin orden ni concierto— y sus sueños, los cuales pueden contener muchas imágenes de hombres heridos o que causan heridas. En cambio, los sueños de las mujeres dotadas de una fuerte capacidad de manifestación exterior suelen girar en torno a una vigorosa figura masculina que aparece repetidamente con distintos disfraces.

El animus se puede considerar más bien una fuerza que ayuda a las mujeres a afirmarse en el mundo exterior. El animus ayuda a la mujer a exponer sus pensamientos y sentimientos interiores específicamente femeninos de una manera concreta —emocional, sexual, económica y creativa y también de otras maneras— en lugar de hacerlo según un esquema calcado de un desarrollo masculino estándar culturalmente impuesto en una cultura determinada.

Las figuras masculinas de los sueños femeninos parecen indicar que el animus no es el alma de las mujeres sino algo "de, desde y para" el alma de las mujeres. En su forma equilibrada y no pervertida es un "hombre puente" esencial. Esta figura posee a menudo unas prodigiosas cualidades que lo inducen a entrar en acción como portador y puente. Es algo así como un mercader del alma. Importa y exporta conocimientos y productos. Elige lo mejor de lo que se le ofrece, concierta el mejor precio, supervisa la honradez de las transacciones, sigue con tesón todo el procedimiento y lo lleva a feliz término.

Otra manera de interpretarlo podría consistir en imaginar que la Mujer Salvaje, el Yo del alma, es la artista y el animus es el brazo de la artista. La Mujer Salvaje es el chofer y el animus es el que empuja el vehículo. Ella escribe la canción y él la orquesta. Ella imagina y él le da consejos. Sin él, la mujer crea la comedia en su imaginación, pero nunca la escribe y la obra jamás se representa. Sin él, aunque el escenario esté lleno a rebosar de actores, el telón jamás se levanta y la marquesina del teatro no se ilumina.

Si tuviéramos que traducir el saludable animus a una metáfora española, diríamos que es el agrimensor que conoce la configuración del terreno y con su compás y su hilo mide la distancia entre dos puntos, define los bordes y establece los límites. Yo lo llamo también el jugador, el que estudia y sabe cómo y dónde colocar la ficha para obtener puntos y ganar. Ésos son algunos de los más importantes aspectos de un animus vigoroso.

Por consiguiente, el animus recorre el camino entre dos territorios y, a veces, tres: el mundo subterráneo, el mundo interior y el mundo exterior. El animus, que conoce muy bien todos los mundos, envuelve y transporta todos los sentimientos y las ideas de una mujer por todos esos trechos y en todas direcciones. Le trae a la mujer ideas de "allí afuera" y traslada las ideas del Yo del alma de la mujer "al mercado" del otro lado del puente para sacarles provecho. Sin el constructor y el conservador de este puente terrestre, la vida interior de la mujer no puede manifestarse con fuerza en el mundo exterior.

No hace falta llamarlo animus, se le puede designar con las palabras o las imágenes que una quiera. Pero no olvidemos que hay actualmente dentro de la cultura femenina un cierto recelo hacia lo masculino, que para algunas mujeres es un temor "a necesitar lo masculino" y para otras una dolorosa recuperación tras haber sido aplastadas en cierto modo por él. Por regla general, el recelo es fruto de unos traumas causados por la familia y la cultura en las épocas en que las mujeres eran tratadas como siervas y no como personas, unos traumas que ahora están a duras penas empezando a sanar. Aún está fresca el la memoria de la Mujer Salvaje la época en que las mujeres de talento eran apartadas a un lado cual si fueran basura, en que una mujer no podía tener ninguna idea a no ser que la inculcara en secreto y la hiciera fructificar en un hombre que posteriormente la presentara al mundo como propia.

Pero yo creo en último extremo que no podemos rechazar ninguna metáfora que nos ayude a ver y a ser. Yo no me fiaría mucho de una paleta en la que faltara el rojo, el azul, el amarillo, el blanco o el negro. Y tú tampoco. El animus es un color primario de la paleta de la psique femenina.

Por consiguiente, en lugar de ser la naturaleza del alma de las mujeres, el animus, o la naturaleza contrasexual femenina, es una profunda inteligencia psíquica con capacidad de actuación. Viaja entre los mundos, entre los distintos nodos de la psique. Esta fuerza tiene la capacidad de sacar al exterior y llevar a la práctica los deseos del ego, de estimular la creatividad femenina de una manera visible y concreta,

El aspecto clave de un desarrollo positivo del animus es la manifestación efectiva de los impulsos, las ideas y los pensamientos interiores cohesivos. Aunque aquí estemos hablando de un desarrollo positivo del animus, hay que hacer también una advertencia: el animus integral se desarrolla con plena conciencia y con un exhaustivo autoexamen. Si no se examinan cuidadosamente los propios motivos y apetitos a cada paso del camino, el resultado será un animus muy poco desarrollado. Y este animus deletéreo puede llevar y llevará insensatamente a la práctica los impulsos no examinados del ego, sacando a la superficie distintas ambiciones absurdas y dando satisfacción a una miríada de apetitos no examinados. Además, el animus es un elemento de la psique femenina que se tiene que ejercitar y al que hay que encomendar tareas regularmente para que tanto él como la mujer puedan actuar de manera integral. Si en la vida psíquica de la mujer se descuida el animus, éste se atrofia exactamente igual que un músculo que ha permanecido demasiado tiempo inactivo.

Aunque algunas mujeres han apuntado la teoría de que la naturaleza guerrera, la naturaleza de amazona y la naturaleza de cazadora de la mujer pueden sustituir este "elemento masculino dentro de lo femenino", existen a mi modo de ver demasiados matices y estratos de naturaleza masculina —como, por ejemplo, un cierto tipo de reglamentación, legislación y limitación intelectual— extremadamente valiosos para las mujeres que viven en el mundo moderno. Estas características masculinas no surgen del temperamento instintivo de la psique femenina de la misma manera o con el mismo tono que las de su naturaleza femenina.

Por consiguiente, viviendo tal como vivimos en un mundo que exige actuar de una forma reflexiva pero también audaz, considero muy útil emplear el concepto de una naturaleza masculina o animus en la mujer. Cuando existe el debido equilibrio, el animus se comporta como un asistente, un ayudante, un amante, un hermano, un padre y un rey. Lo cual no quiere decir que el animus sea el rey de la psique femenina tal como quizá desearía una ofendida visión paternalista. Significa que en la psique femenina hay un aspecto regio, un elemento que, cuando se desarrolla como actitud, actúa y media en amoroso servicio de la naturaleza salvaje. El arquetipo del rey representa la fuerza que tiene que actuar en nombre de la mujer y en su beneficio, gobernando lo que ésta y el alma le encomiendan y administrando las tierras psíquicas que se le confían.

Eso es por tanto lo que tendría que ser el animus, pero en el cuento éste ha buscado otros objetivos a expensas de la naturaleza salvaje y, cuando el río se llena de desperdicios, su caudal empieza a envenenar otros aspectos de la psique creativa y especialmente los niños no nacidos de la mujer.

Mujeres que Corren con los Lobos

Commentaires

Articles les plus consultés