Entendiendo el Patriarcado - Bell Hooks

El patriarcado es la enfermedad más mortal que ataca al cuerpo y espíritu masculino en nuestra nación. Aunque la mayoría de hombres no utilizan la palabra "patriarcado" en sus vidas diarias. La mayor parte de los hombres nunca piensan sobre el patriarcado - lo que significa, cómo es creado y sostenido. Muchos hombres en nuestra nación no serían capaces de escribir la palabra o pronunciarla correctamente. La palabra "patriarcado" no es parte de su pensamiento o discurso diario normal. Los hombres que han escuchado y conocen la palabra usualmente la asocian con liberación femenina, con feminismo, y entonces la descartan como irrelevante para sus propias experiencias. He estado parada en podios hablando sobre el patriarcado por casi más de treinta años. Es una palabra que utilizo a diario, y los hombres que me escuchan usarla a menudo me preguntan qué quiero decir con esto.
Nada descarta la vieja proyección antifeminista de los hombres como todo-poderosos más que su básica ignorancia de una faceta importante del sistema político que moldea y da forma a la identidad masculina y sensación de ser desde su nacimiento hasta su muerte. A menudo uso la frase "patriarcado capitalista imperialista supremacista blanco" para describir los sistemas políticos interconectados que son la base de la política de nuestra nación. De esos sistemas el que todos aprendemos más cuando crecemos es el sistema del patriarcado, incluso si nunca conocemos la palabra, porque los roles de género patriarcales son asignados a nosotros desde niños y nos dan continua guía sobre las formas en las que podemos cumplir mejor estas funciones.
El patriarcado es un sistema político-social que insiste en que los hombres son inherentemente dominantes, superiores en todo y a todos los que se consideran débiles, especialmente las mujeres y con derecho a dominar y gobernar a los débiles para mantener ese sometimiento mediante distintas formas de terrorismo y violencia psicológica. Cuando mi hermano mayor y yo nacimos con un año de diferencia, el patriarcado determinó cómo cada uno de nosotros sería considerado por nuestros padres. Nuestros padres creían en el patriarcado, habían aprendido el pensamiento patriarcal a través de la religión.
En la iglesia, aprendieron que Dios creó al hombre para gobernar el mundo y todo en él y que el trabajo de las mujeres era ayudar a los hombres a realizar estas tareas, obedecer y siempre asumir un rol subordinado en relación a un hombre poderoso. Les enseñaron que Dios era hombre. Estas enseñanzas fueron reforzadas en cada institución que encontraron - escuelas, juzgados, clubs, estadios deportivos como también iglesias. Enseñaron a sus hijos a abrazar el pensamiento patriarcal, como todos a su alrededor, porque parecía ser una forma "natural" de organizar la vida.
Como su hija, me enseñaron que era mi rol servir, ser débil, ser libre de la carga de pensar, cuidar y nutrir a otros. A mi hermano le enseñaron que su rol era ser servido, proveer, ser fuerte, pensar, ser estratega y planear, y rechazar el cuidado o nutrición de otros. Me enseñaron que no era propio de una mujer ser violenta, que no era natural. A mi hermano le enseñaron que su valor estaría determinado por su voluntad de hacer violencia (aunque en entornos apropiados). Le enseñaron que para un niño, disfrutar la violencia era algo bueno (aunque en entornos apropiados). Le enseñaron que un niño no debería expresar sus sentimientos. A mí me enseñaron que las niñas podían y debían expresar sus emociones o al menos algunas de ellas. Cuando respondí con rabia al negarme un juguete, me enseñaron como a una niña en un hogar patriarcal, que la rabia no era una emoción femenina apropiada, que debía no solamente no expresarla sino ser erradicada. Cuando mi hermano respondía con rabia cuando le era negado un juguete, le enseñaban como a un niño en un hogar patriarcal que su habilidad de expresar rabia estaba bien pero que tenía que aprender el mejor entorno para liberar su hostilidad.  No era bueno para él utilizar su rabia para oponerse a los deseos de sus padres, pero después, cuando creció, le enseñaron que esa rabia era permitida y que dejar que la rabia provocara violencia le ayudaría a proteger su hogar y su nación.
Vivíamos en el campo, aislados de otras personas. Nuestro sentido de roles de género fue aprendido de nuestros padres, de las formas en que los vimos comportarse. Mi hermano y yo recordamos nuestra confusión respecto al género. En realidad yo era más fuerte y más violenta que mi hermano, lo que aprendimos rápidamente que era malo. Y él era un niño gentil y apacible, lo que aprendió que estaba realmente mal. Aunque a menudo estábamos confundidos, sabíamos un hecho cierto: no podíamos ser y actuar de la manera que queríamos, haciendo lo que nos apetecía. Era claro para nosotros que nuestro comportamiento debía seguir un guión predeterminado de género. Los dos descubrimos la palabra "patriarcado" en nuestra vida adulta, cuando aprendimos que el guión que había determinado lo que seríamos, las identidades que deberíamos ser, estaba basado en valores y creencias patriarcales sobre el género.
Siempre estuve más interesada en desafiar el patriarcado que mi hermano porque era el sistema el que siempre estaba dejándome fuera de las cosas de las que quería ser parte. En nuestra vida familiar de los cincuentas, las canicas eran un juego de niños. Mi hermano había heredado sus canicas de los hombres de la familia, tenía una caja de lata para mantenerlas guardadas. Todos los tamaños y formas, maravillosamente coloreadas, eran para mis ojos los objetos más bellos. Jugábamos juntos con ellas, a menudo conmigo agresivamente aferrándome a la canica que más me gustaba, rehusando a compartirla. Cuando Papá estaba en el trabajo, nuestra madre ama de casa, estaba bastante contenta de vernos jugar juntos canicas. Pero Papá, mirando nuestro juego desde una perspectiva patriarcal, se perturbaba por lo que veía. Su hija, agresiva y competitiva, era mejor jugadora que su hijo. Su hijo era pasivo, el niño no parecía realmente preocupado por quién ganaba y estaba dispuesto a entregar sus canicas a pedido. Papá decidió que este juego debía terminar, que tanto mi hermano como yo necesitábamos aprender una lección sobre los roles de género apropiados.
Una tarde, mi Papá dio permiso a mi hermano de sacar la caja de canicas. Anuncié mi deseo de jugar y mi hermano me dijo "las niñas no juegan con canicas", que era un juego de niños. Esto no tenía sentido para mi mente de cuatro o cinco años, y yo insistí en mi derecho a jugar tomando las canicas y disparándolas. Papá intervino diciéndome que parara. No escuché. Su voz subió cada vez más. Entonces, de repente, el me arrebató, rompió el tablero de nuestra puerta mosquitera y comenzó a golpearme con eso, diciéndome, "sólo eres una niñita. Cuando te diga que hagas algo, lo haces". Me golpeó y me golpeó, queriendo que reconociera y comprendiera lo que había hecho. Su rabia, su violencia, capturó la atención de todos. Nuestra familia se sentó hechizada, asombrada por la pornografía de la violencia patriarcal. Después de esta golpiza, fui desterrada y obligada a permanecer sola en la oscuridad. Mamá vino a mi habitación para calmar el dolor, diciéndome con su voz suave del sur, "Traté de advertirte. Necesitas aceptar que solo eres una niñita y las niñas no pueden hacer lo que hacen los niños". En servicio al patriarcado su tarea era reforzar que lo que Papá había hecho era lo correcto, al ponerme en mi lugar, restauraba el orden social natural.
Recuerdo este evento traumático tan bien porque fue una historia contada una y otra vez en nuestra familia. A nadie le importó que el recuento constante podría disparar estrés postraumático, el recuento era necesario para reforzar tanto el mensaje y el estado recordado de absoluta impotencia. El recuerdo de este azote brutal de una pequeña niña hija por parte de un hombre grande y fuerte, sirvió como más que un recordatorio de mi lugar de género, fue un recordatorio para todos los que miran y recuerdan, para todos mis hermanos y hermanas, hombres y mujeres, y para nuestra propia madre adulta que nuestro padre patriarcal era el gobernante en nuestro hogar. Se nos recordaba que si no obedecíamos sus reglas, seríamos castigados, castigados incluso hasta la muerte. Esta es la forma en la que fuimos experiencialmente educados en el arte del patriarcado.
No hay nada único ni excepcional sobre esta experiencia. Escuche las voces de niños adultos heridos criados en hogares patriarcales y escuchará diferentes versiones con el mismo tema subyacente, el uso de la violencia para reforzar nuestro adoctrinamiento y aceptación del patriarcado. En How Can I Get Through to You? el terapeuta familiar Terrence Real nos dice cómo sus hijos fueron iniciados en el pensamiento patriarcal incluso mientras sus padres trabajaban para crear un hogar amoroso en el cual los valores antipatriarcales prevalecían. Nos cuenta cómo su joven hijo Alexander disfrutó vistiéndose como Barbie hasta que niños jugando con su hijo mayor vieron su personaje de Barbie y le hicieron saber por su mirada y su silencio de desaprobación y asombro que su comportamiento era inaceptable:
Sin un poco de maldad, la mirada que mi hijo recibió transmitió un mensaje. No debe hacer esto. Y el medio en que ese mensaje fue transmitido fue una emoción potente: la vergüenza. A los tres años, Alexander estaba aprendiendo las reglas. Una interacción de diez segundos sin palabras fue lo suficientemente poderosa para disuadir a mi hijo de lo que había sido una actividad favorita. Llamo dichos momentos de inducción la "traumatización normal" de los niños.
Para adoctrinar a los niños en las reglas del patriarcado, los forzamos a sentir dolor y negar sus emociones. Mis historias tienen lugar en los cincuenta, las historias que cuenta Real son recientes. Todas enfatizan la tiranía del pensamiento patriarcal, el poder de la cultura patriarcal que nos mantiene cautivos. Real es uno de los pensadores más ilustrados sobre el tema de la masculinidad patriarcal en nuestra nación y sin embargo, deja saber a los lectores que no es capaz de mantener a sus hijos fuera del alcance del patriarcado. Ellos sufren sus asaltos, como lo hacen todos los niños y niñas, en mayor o menor grado. Sin duda, creando un hogar amoroso que no es patriarcal, Real por lo menos les ofrece a sus hijos una opción: ellos pueden elegir ser ellos mismos o pueden elegir la conformidad con los roles patriarcales. Real usa la frase "patriarcado psicológico" para describir el pensamiento patriarcal común a mujeres y hombres. A pesar del pensamiento feminista visionario contemporáneo que aclara que un pensador patriarcal no necesita ser un hombre, la mayoría sigue viendo a los hombres como el problema del patriarcado. Esto simplemente no es el caso. Las mujeres pueden estar tan comprometidas con el pensamiento y acción patriarcal como los hombres.
La clara definición de patriarcado del psicoterapeuta John Bradshaw en Creating Love es útil: "El diccionario define "patriarcado" como una "organización social marcada por la supremacía del padre en el clan o la familia tanto en las funciones domésticas como religiosas"". El patriarcado se caracteriza por la dominación y poder masculino. Afirma además que las "reglas patriarcales aún gobiernan la mayoría de sistemas religiosos, escolares y familiares en el mundo". Describiendo la más dañina de estas reglas, Bradahaw lista "obediencia ciega - la base sobre la cual se apoya el patriarcado, la represión de todas las emociones excepto el miedo, la destrucción de la voluntad individual, y la represión del pensamiento siempre que se aparte de la forma de pensar de la figura de autoridad." El pensamiento patriarcal moldea los valores de nuestra cultura. Somos socializados en este sistemas, tanto mujeres como hombres. La mayoría de nosotros aprendió actitudes patriarcales en nuestra familia de origen, y usualmente fueron enseñadas a nosotros por nuestras madres. Estas actitudes fueron reforzadas en las escuelas e instituciones religiosas.
La presencia contemporánea de mujeres cabeza de familia ha llevado a muchas personas a asumir que los niños en estos hogares no están aprendiendo los valores patriarcales porque no hay hombres presentes. Ellos asumen que los hombres son los únicos maestros del pensamiento patriarcal. Sin embargo muchos hogares de mujeres cabeza de familia respaldan y promueven el pensamiento patriarcal con mayor pasión que los hogares con dos padres. Porque no tienen una realidad experiencial para desafiar las fantasías falsas de los roles de género, las mujeres en dichos hogares son mucho más propensas a idealizar el rol masculino patriarcal y los hombres patriarcales, que las mujeres que viven con hombres patriarcales cada día. Necesitamos resaltar el rol que las mujeres juegan al perpetuar y sostener la cultura patriarcal para que podamos reconocer al patriarcado como un sistema que tanto hombres como mujeres soportan igualmente, incluso si los hombres reciben mayores recompensas de este sistema. Desmantelar y cambiar la cultura patriarcal es un trabajo que hombres y mujeres debemos hacer juntos.
Claramente no podemos desmantelar un sistema mientras que nos comprometemos en una negación colectiva sobre su impacto en nuestras vidas. El patriarcado requiere dominancia masculina por cualquier medio necesario, así que apoya, promueve y aprueba la violencia sexista. Escuchamos lo más sobre violencia sexista en discursos públicos sobre violación y abuso por parte de parejas. Pero las formas más comunes de violencia patriarcal son aquellas que tienen lugar en el hogar entre padres patriarcales y sus hijos. El punto de dicha violencia es usualmente reforzar el modelo dominante, en el cual la figura de autoridad es considerada el gobernante sobre aquellos sin poder y se le es otorgado el poder de mantener ese gobierno mediante prácticas de subyugación, subordinación y sumisión.
Evitar que hombres y mujeres cuenten la verdad sobre lo que les sucede en sus familias es una forma en que se mantiene la cultura patriarcal. Una gran mayoría de individuos refuerzan una regla tácita en la cultura como un todo que demanda que mantengamos los secretos del patriarcado, protegiendo así el mandato del padre. Esta regla de silencio se mantiene cuando la cultura rechaza a todos incluso el acceso fácil a la palabra "patriarcado". La mayoría de los niños no aprenden cómo llamar a este sistema de roles de género institucionalizados, así que raramente lo nombramos en el discurso cotidiano. Este silencio promueve la negación. ¿Y cómo podemos organizarnos para desafiar y cambiar un sistema que no puede ser nombrado?
No es un accidente que las feministas comenzaran a usar la palabra "patriarcado" para reemplazar el más comúnmente usado "chovinismo masculino" y "sexismo". Estas valientes voces quieren que hombres y mujeres sean más conscientes de la forma en que el patriarcado nos afecta a todos nosotros. En la cultura popular la palabra en sí misma ha sido apenas utilizada en el apogeo del feminismo contemporáneo. Activistas anti-hombres no estaban más entusiasmadas que sus contrapartes masculinas sexistas para enfatizar el sistema del patriarcado y la forma en la que funciona. Pues hacer esto hubiera automáticamente expuesto la noción de que los hombres eran todo poderosos y las mujeres impotentes, que todos los hombres eran opresivos y las mujeres siempre y solamente víctimas. Al ubicar la culpa de la perpetuación del sexismo solamente en los hombres, estas mujeres podrían mantener su propia lealtad al patriarcado, su propio deseo de poder. Ellas enmascararon su anhelo de ser dominadores tomando el manto de la condición de víctimas.
Como muchas feministas radicales visionarias, yo desafié la noción equivocada, expuesta por mujeres que estaban simplemente hartas de la explotación y opresión masculina, de que los hombres eran "el enemigo". En 1984 incluí un capítulo con el título: "Hombres: Camaradas en la lucha" en mi libro Teoría Feminista: Desde el Margen al Centro, invitando a las defensoras de las políticas feministas a desafiar cualquier retórica que impusiera la única culpa de perpetuar el patriarcado y la dominación masculina en los hombres:
La ideología separatista anima a las mujeres a ignorar el impacto negativo del sexismo en las personas de los hombres. Esto agudiza la polarización entre sexos. De acuerdo con Joy Justice, los separatistas creen que hay "dos perspectivas básicas" sobre el tema de nombrar las víctimas del sexismo: "Existe la perspectiva de que los hombres oprimen a las mujeres. Y existe la perspectiva de que las personas son personas, y que todos somos lastimados por la rigidez de los roles sexuales"... Las dos perspectivas describen de manera precisa nuestro dilema. Los hombres oprimen a las mujeres. Las personas son lastimadas por los rígidos patrones y roles sexistas. Estas dos realidades coexisten. La opresión masculina a las mujeres no puede ser excusada por el reconocimiento de que hay formas en las que los hombres son lastimados por roles rígidos sexistas. Las activistas femeninas deben reconocer ese dolor, y trabajar para cambiarlo - existe. Esto no borra o disminuye la responsabilidad masculina de apoyar y perpetuar su poder bajo el patriarcado para explotar y oprimir a las mujers de una manera mucho más grave que el estrés psicológico y dolor emocional causado por la conformidad masculina con los rígidos patrones y roles sexistas.
A lo largo de este ensayo subrayé que las defensoras feministas conspiran en el dolor de los hombres heridos por el patriarcado cuando falsamente representan a los hombres como siempre y solamente poderosos, como siempre y solamente ganando los privilegios de su obediencia ciega al patriarcado. Enfatizo que la ideología patriarcal lava el cerebro de los hombres para que crean que su dominación sobre las mujeres es beneficiosa cuando no lo es:
A menudo las activistas femeninas afirman esta lógica cuando debemos estar constantemente llamando estos actos como expresiones de relaciones de poder pervertidas, falta de control general de las acciones propias, impotencia emocional, irracionalidad extrema y en muchos casos locura absoluta. La pasiva absorción masculina de la ideología sexista permite a los hombres interpretar falsamente este comportamiento perturbado de forma positiva. En tanto que se lave el cerebro a los hombres para equiparar la dominación y abuso violento de las mujeres con un privilegio, ellos no comprenderán el daño hecho a ellos mismos o a otros, y no tendrán motivación para cambiar.
El patriarcado demanda a los hombres que se vuelvan y permanezcan lisiados emocionales. Dado que es un sistema que niega a los hombres el acceso pleno su libre voluntad, es dificil para cualquier hombre de cualquier clase rebelarse contra el patriarcado, ser desleal al padre patriarcal, sea un padre o una madre.
El hombre que ha sido mi vínculo primario durante más de doce años fue traumatizado por las dinámicas patriarcales en su familia de origen. Cuando lo conocí el estaba en sus veinte. Durante sus años formativos había estado en compañía de un padre violento y alcohólico, sus circunstancias cambiaron cuando tenía doce años y comenzó a vivir solo con su madre. En los primeros años de nuestra relación, habló abiertamente sobre su hostilidad y rabia hacia su padre abusador. No estaba interesado en perdonarlo o en comprender las circunstancias que habían moldeado e influido en la vida de su padre, ya sea en su niñez o en su vida laboral como militar.
En los primeros años de nuestra relación, él era extremadamente crítico de la dominación masculina de las mujeres y los niños. Aunque no utilizó la palabra "patriarcado", el comprendió su significado y se opuso. Su manera gentil y suave a menudo llevaba a que las personas lo ignoraran, contándolo entre los débiles y los impotentes. Cuando tenía 30 años, comenzó a asumir una personalidad más macho, abrazando el modelo dominante que una vez había criticado. Poniéndose el manto del patriarcado, ganó mayor respeto y visibilidad. Más mujeres se sintieron atraídas hacia el. Fue más notado en esferas públicas. Su crítica a la dominación masculina cesó. Y de hecho, comenzó a hablar con la retórica patriarcal, diciendo la clase de cosas sexistas que lo hubieran conmocionado en el pasado.
Estos cambios en su pensamiento y comportamiento fueron provocados por su deseo de ser aceptado y afirmado en un lugar de trabajo patriarcal y racionalizados por su deseo de salir adelante. Su historia no es inusual. Los niños maltratados y victimizados por el patriarcado, con más frecuencia se vuelven patriarcales, encarnando la masculinidad abusiva patriarcal que una vez claramente reconocieron como el mal. Pocos hombres brutalmente abusados cuando niños en nombre de la masculinidad patriarcal valientemente se resisten al lavado de cerebro y permanecen fieles a sí mismos. La mayoría de los hombres se adaptan al patriarcado de una u otra forma.
De hecho, la crítica radical feminista del patriarcado ha sido prácticamente silenciada en nuestra cultura. Se ha convertido en un discurso subcultural disponible solamente a las élites bien educadas. Aún en esos círculos, utilizar la palabra "patriarcado" se considera anticuado. A menudo en mis conferencias cuando utilizo la frase "patriarcado imperialista supremacista capitalista blanco" para descubrir nuestro sistema político nacional, las audiencias ríen. Nadia nunca ha explicado porque llamar a este sistema de manera precisa es divertido. La risa es en sí misma un arma del terrorismo patriarcal. Funciona como un descargo de responsabilidad, subestimando el significado de lo que está siendo nombrado. Esto sugiere que las palabras en sí mismas son problemáticas y no el sistema que describen. Interpreto esta risa como la forma de la audiencia de mostrar su incomodidad con el hecho de que se les pida aliarse con una crítica antipatriarcal desobediente. Esta risa me recuerda que si me atrevo a desafiar el patriarcado abiertamente, me arriesgo a no ser tomada en serio.
Los ciudadanos en esta nación temen desafiar el patriarcado incluso cuando les falta la consciencia abierta de que son temerosos, las reglas del patriarcado están tan profundamente embebidas en nuestro inconsciente colectivo. Con frecuencia hablo y les cuento a las audiencias que si fueramos preguntando puerta a puerta si debemos terminar la violencia masculina contra la mujer, la mayoría de las personas darían su apoyo inequívoco. Entonces si les dice que solo podemos detener la violencia masculina contra las mujeres dando fin a la dominación de los hombres, erradicando el patriarcado, ellos comenzarían a dudar, a cambiar su posición. A pesar de las muchas ganancias del movimiento femenino - mayor igualdad para las mujeres en el lugar de trabajo, mayor tolerancia para renunciar a los rigidos roles de género - el patriarcado como sistemas permanece intacto y muchas personas continúan creyendo que es necesario si los humanos van a sobrevivir como especie. Esta creencia parece irónica, dado que los métodos patriarcales de organizar naciones, especialmente la insistencia en la violencia como un medio de control social, en realidad ha llevado al sacrificio de millones de personas en el planeta.
Hasta que podamos reconocer colectivamente el daño que el patriarcado causa y el sufrimiento que crea, no podemos abordar el dolor masculino. No podemos demandar para los hombres el derecho de ser total, de ser dadores y sostenedores de la vida. Obviamente algunos hombres patriarcales son confiables e incluso cuidadores benevolentes y proveedores, pero aún son prisioneros de un sistema que socava su salud mental.
El patriarcado promueve la locura. Está en la raíz de las enfermedades psicológicas que afectan a los hombres en nuestra nación. Sin embargo no hay una preocupación pasiva por la situación de los hombres. En Stiffed: The Betrayal of the American Man, Susan Faludi incluye una muy corta discusión sobre el patriarcado:
Pida a las feministas que diagnostiquen los problemas de los hombres y obtendrá con frecuencia una explicación muy clara: los hombres están en crisis porque las mujeres están desafiando apropiadamente la dominancia masculina. Las mujeres están pidiendo a los hombres compartir los reinos públicos y los hombres no pueden soportarlo. Pregunta a las antifeministas y obtendrá un diagnóstico que es similar en un aspecto. Los hombres tienen problemas, dicen muchos expertos conservadores, porque las mujeres han ido más allá de sus demandas por tratamiento equitativo y ahora están tratando de quitarle poder y el control a los hombres... El mensaje subyacente: los hombres no pueden ser hombres, solo eunucos si no están en control. Tanto los puntos de vista feministas como antifeministas están basados en una percepción peculiarmente moderna Americana de que ser un hombres significa estar en los controles y en todo momento sentirse a sí mismo en control.
Faludi nunca cuestiona la noción de control. Ella nunca considera que la noción de que los hombres estaban de alguna forma en control, en el poder, y satisfechos con sus vidas antes del movimiento feminista contemporáneo es falsa. El patriarcado como un sistema ha negado a los hombres el acceso a un bienestar emocional pleno, que no es lo mismo que ser recompensado, exitoso o poderoso debido a la capacidad que tienen de ejercer el control sobre otros. Para verdaderamente abordar el dolor masculino y la crisis masculina debemos como nación estar dispuestos a exponer la dura realidad, que el patriarcado ha hecho daño a los hombres en el pasado y continúa haciéndoles daño en el presente. Si el patriarcado fuera realmente satisfactorio para los hombres, la violencia y la adicción en la vida familiar que es tan generalizada, no existiría. Esta violencia no fue creada por el feminismo. Si el patriarcado fuera realmente gratificante, la insatisfacción arrolladora que la mayoría de los hombres sienten en sus vidas laborales - una insatisfacción documentada extensamente en el trabajo de Studs Terkel y evocada en el tratado de Faludi—no existiría.
En muchas formas Stiffed fue aún otra traición de los hombres americanos porque Faludi invierte mucho tiempo tratando no desafiar el patriarcado que ella falla en resaltar la necesidad de terminar el patriarcado si vamos a liberar a los hombres. En cambio escribe:
En lugar de preguntarme porqué los hombres resisten la lucha de las mujeres por una vida más libre y saludable, comencé a preguntarme porqué los hombres se abstienen de participar en su propia lucha. Por qué, a pesar de un crescendo de rabietas al azar, no han ofrecido una respuesta metódica y razonada a su dilema: Dada la naturaleza insostenible e insultante de demandas puestas sobre los hombres para probarse a sí mismos en nuestra cultura, ¿porqué no se rebelan los hombres?... ¿Porqué los hombres no han respondido a la serie de traiciones en sus propias vidas - con algo igual al feminismo?
Note que Faludi no se atreve a arriesgar la ira de las mujeres feministas al sugerir que los hombres pueden encontrar salvación en el movimiento feminista o rechazo de los lectores masculinos que son sólidamente antifeministas al sugerir que ellos tienen algo que ganar al comprometerse con el feminismo.
Hasta ahora en nuestra nación el movimiento visionario feminista es el único que lucha por la justicia que enfatiza la necesidad de terminar con el patriarcado. Ningún otro cuerpo de mujeres masivo ha desafiado el patriarcado y nunca ningún grupo de hombres se han reunido a liderar la lucha. La crisis que enfrentan los hombres no es la crisis de masculinidad, es la crisis de la masculinidad patriarcal. Hasta que tengamos esta distinción clara, los hombres continuarán temiendo que cualquier crítica al patriarcado represente una amenaza. Al distinguir el patriarcado político, que el considera como ampliamente comprometido a finalizar con el sexismo, el terapeuta Terrence Real aclara que el patriarcado que nos hace daño a todos está embebido en nuestras psiques:
El patriarcado psicológico es la dinámica entre esas cualidades consideradas "masculinas" y "femeninas" en las cuales la mitad de nuestros rasgos es exaltada mientras la otra mitad es devaluada. Tanto hombres como mujeres participan en este sistema de valores torturados. El patriarcado psicológico es una "danza de desprecio", una forma perversa de conexión que reemplaza la verdadera intimidad con capas secretas complejas de dominancia y sumisión, colusión y manipulación. Es el paradigma no reconocido de relaciones que ha afectado a la civilización Occidental generación tras generación, deformando los dos sexos y destruyendo el vínculo apasionado entre ellos.
Al destacar el patriarcado psicológico, vemos que todos estamos implicados y que somos liberados de la percepción errónea de que los hombres son el enemigo. Para terminar el patriarcado debemos desafiar sus manifestaciones psicológicas y concretas en la vida diaria. Hay personas que pueden criticar el patriarcado pero no pueden actuar de una forma antipatriarcal.
Para acabar con el dolor masculino, para responder efectivamente a la crisis masculina, tenemos que darle un nombre al problema. Debemos reconocer que el problema es el patriarcado y trabajar para terminar con el patriarcado. Terrence Real ofrece esta comprensión valiosa: "La reclamación de la totalidad es un proceso incluso más complejo para los hombres que lo que ha sido para las mujeres, más dificil y más profundamente amenazante para la cultura en general". Si los hombres deben reclamar la bondad esencial del ser masculino, si van a recuperar el espacio de corazón abierto y expresividad emocional que es la base del bienestar, debemos visualizar alternativas para la masculinidad patriarcal. Todos debemos cambiar.


Fuente: https://imaginenoborders.org/pdf/zines/UnderstandingPatriarchy.pdf

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