Muerte – John O’Donohue

Los muertos no están distantes ni ausentes. Están a nuestro lado. Cuando perdemos a alguien por la muerte, perdemos su imagen física y su presencia, pasan de su forma visible a una presencia invisible. Esta alteración de forma es la razón por la que no podemos ver a los muertos. Pero el hecho de que no podamos verlos no significa que no estén ahí. Transfigurados en forma eterna, los muertos no pueden revertir el viaje y ni siquiera por un segundo volver a entrar en su antigua forma para quedarse con nosotros por un tiempo. Aunque no pueden reaparecer, continúan estando cerca de nosotros y parte de la curación del dolor es el refinamiento de nuestros corazones mediante el cual llegamos a sentir su amorosa cercanía. Cuando nosotros mismos entramos al mundo eterno y llegamos a ver nuestras vidas en la tierra a la vista, podemos sorprendernos de la inmensa asistencia y apoyo con el que nuestros seres queridos difuntos han acompañado cada momento de nuestras vidas. En su nueva presencia transfigurada, su compasión, comprensión y amor adquieren una profundidad divina, permitiéndoles convertirse en ángeles secretos que guían y protegen el desarrollo de nuestro destino.


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